Hasta ahora el análisis de los dibujos, grabados y pinturas que retrataban la Málaga del pasado había aparecido de forma dispersa en libros y protagonizado artículos pero no un trabajo que estudiara en su conjunto la producción de cerca de 40 artistas, la mayoría extranjeros. Es lo que ha hecho el arquitecto y dibujante malagueño Luis Ruiz Padrón con su tesis doctoral Málaga, dibujos de ciudad y paisaje hasta 1850, dirigida por Antonio Gámiz Gordo, algo que le ha ocupado cuatro años y que le ha valido la calificación de sobresaliente cum laude por la Universidad de Sevilla.

«Uno de los motivos para hacer esta tesis es mi preocupación por el patrimonio, que a veces circunscribimos a las piedras y hay otros aspectos, quizás más sutiles y difusos como el paisaje. Otro, el que haya dibujado mucho mi ciudad y tenía curiosidad por ver cómo lo habían dibujado otros», cuenta el nuevo doctor, que es además delegado en Málaga de los Urban Sketchers, un colectivo que dibuja al pie de la calle, sin añadidos posteriores en casa.

El cuadro desconocido

Y la recopilación concienzuda de todas las vistas dibujadas de la ciudad desde el siglo XVI hasta 1850, cuando aparece la fotografía, le ha deparado alguna sorpresa como la desconocida acuarela que ha utilizado como portada del trabajo: una vista de Málaga pintada en 1833 por el británico David Roberts. «Es una imagen que hasta ahora no había sido estudiada porque estaba localizada en una casa de subastas (Sotheby´s), a nivel local no la había visto».

David Roberts, cuenta Luis Ruiz Padrón, fue huésped del cónsul británico William Mark, el creador del Cementerio Inglés y gracias al descubrimiento de esta obra ha comprobado que Roberts partió de ella para crear una litografía de la Alcazaba y Gibralfaro «bastante conocida», en la que la fortaleza es mucho más grande que al natural y tiene un aspecto «fantasmagórico». «Lo que hace es agrandar los detalles para que queden bien en el libro pero es el mismo dibujo», revela.

El mito del flamenco fiable

La tesis analiza el contexto de las obras y los puntos de vista del artista, entre otros aspectos, lo que ha servido para desmentir la fama de fiable del famoso dibujante de Amberes Anton van den Wyngaerde, que dibujó nuestra ciudad en 1564, cuando todavía lucía la torre alminar de la antigua mezquita, e hizo antes unos dibujos preparatorios. La conclusión del arquitecto malagueño es que la famosa vista de Málaga desde el mar «es una invención absoluta». «Es uno de los que más me ha fascinado por esa fiabilidad extrema en los detalles e invención en su conjunto en el caso de Málaga».

Lo que hizo el artista flamenco fue tomar una serie de vistas parciales previas, incluida «una fantástica desde la Alcazaba» y luego «reensamblarlas en esa vista final ficticia, pues no estuvo dibujando desde un barco».

Aunque su obra también sirve para apreciar detalles como esa pareja formada por la iglesia de Santiago y el actual edificio del Museo Picasso. «Ha cambiado tan poco que la imagen de esos dos edificios es perfectamente actual».

Otro de los artistas por los que Luis Ruiz Padrón siente fascinación es por el inglés del XVIII Francis Carter, el del libro sobre El viaje de Gibraltar a Málaga. Como curiosidad, cuenta que sus dibujos, algunos con la Catedral de Málaga ya concluida, le dieron fama «de poco fiable o de un interés más anecdótico y sin embargo, sus imágenes tienen una grandísima cantidad de información gráfica, hasta el punto de que ha habido informaciones que le han atribuido el carácter de espía para la corona británica. Yo no llego a tanto», dice.

La Catedral, en obras

La información gráfica de todas estas obras aporta también datos muy interesantes sobre la historia de la ciudad como el proceso de construcción de la Catedral que por ejemplo Martin Bekcman retrata en su vista de Málaga de 1661 desde el cerro de los Ángeles. La obra se encuentra en el Museo Británico. «En el paisaje de entonces no había nada que destacase aparte de Gibralfaro, pero luego vemos esa cosa extraña, ese extraño torreón y es simplemente la cabecera de la Catedral, con un cierre provisional, un muro ciego sin ventanas».

También en el dibujo de Van den Wyngaerde el flamenco se entretuvo en plasmar los alrededores más próximos de Málaga y dejar constancia de los sitios en los que había árboles frutales e incluso viñas, «que posteriormente se trasladarían a los Montes».

Una dibujante que también llama la atención de Luis Ruiz Padrón es la viajera británica Louisa Tenison, que recogió sus impresiones en Castilla y Andalucía, editado en 1853. Como muchos ingleses de su tiempo, «su primera visión de España es a través de Gibraltar por el puerto de Málaga». Lady Louisa, cuando arriba en barco, evoca el asedio lejano de la ciudad musulmana «con la imagen lejana de la fortaleza de Gibralfaro, que además cuando llega están disparando salvas, pero luego, en una visión más cercana, le recuerda a Liverpool y Glasgow por la pujanza industrial».

Y sin embargo, en sus dibujos no ganará la partida la ciudad industrial, alejada de los tópicos, sino «la plasticidad de las puestas de sol, los tonos rojizos del atardecer».

La fragilidad del paisaje

La tesis del arquitecto malagueño concluye entre otros puntos que a los pintores y dibujantes les interesó más la visión global de Málaga que los detalles parciales de la ciudad, «precisamente porque la ciudad de Málaga es una especie de cuenca visual que tiene las montañas, una elevaciones alrededor que te permiten captarla desde todos los puntos de vista y a la vez esas montañas sirven de telón de fondo cuando las dibujas desde el mar».

Otra de las conclusiones, además de la mencionada cantidad ingente de información gráfica de las obras, es «la fragilidad del paisaje por cambios bruscos», una fragilidad que continúa en nuestros días y pone como ejemplo la irrupción de la noria en el paisaje de la ciudad, algo que ha surgido «sin un estudio previo» o el impacto del hotel Málaga Palacio, mucho más brutal ahora que ha desaparecido el silo.

Por eso, subraya que estos viajeros «percibían el paisaje de la ciudad más que la piedra en sí y muchas veces a la hora de defender el patrimonio nos centramos en la piedra, cuando la percepción de conjunto es también un valor, que además va mucho en la línea de las prescripciones de la Unesco».