El Club Deportivo Málaga dejó de existir en el verano de 1992, un año que fue bueno para toda Andalucía excepto para esta ciudad, que veía morir, tras casi siete décadas, a uno de los equipos históricos del fútbol español. Todo el mundo se rasgó las vestiduras en la ciudad, mucha gente lo lloró, pero nadie hizo nada por evitar una muerte que estaba anunciada desde varios años antes. Un cuarto de siglo después, en una urbe acostumbrada a repetir su historia cada cierto periodo de tiempo, el equipo que reflotaron a mediados de los noventa, con otra denominación (Málaga Club de Fútbol), un grupo de empresarios encabezados por Federico Beltrán y Fernando Puche, está atravesando una situación agónica que tiene poca solución si los responsables del club, la familia catarí Al-Thani, no trata de cumplir con el plan de viabilidad fijado por la Liga española, ese ente presidido por Javier Tebas que, precisamente, no puede presumir de transparencia, pues poca mano dura tiene con grandes equipos de Primera con deudas abultadísimas (no hay gónadas).

Y ustedes pensarán, ¿por qué en la crónica de la política municipal se habla del Málaga? Bueno, sólo hay que darse una vuelta por las ruedas de prensa a las que acude el alcalde, Francisco de la Torre, para comprobar que este se ha convertido en uno de los temas preferidos de los periodistas que cubren la actualidad del Consistorio y en el último pleno, correspondiente al mes de septiembre pero celebrado el primero de octubre, suscitó que los cuatro grupos con representación en el Consistorio llevasen mociones al respecto, dos, las de PP y Cs, que eran meras declaraciones de intenciones con el fin de pedir al jeque que cumpliera ese plan para salvar al conjunto albiazul; y otras tantas, las del PSOE y Adelante Málaga, que iban directas al corazón del problema: pedían decretar la caducidad de la licencia de obras concedida al jeque para hacer la Academia en los terrenos de Arraijanal y retirar la concesión demanial de esos suelos por 75 años, dado que podría ocurrir, según el líder socialista, Daniel Pérez, que el club albiazul hiciera un expediente de regulación de empleo sobre sus casi trescientos trabajadores y uno de los activos con los que contase, precisamente, fueran estos suelos urbanizables en la última de las zonas vírgenes del litoral en la capital de la Costa del Sol y los usase para pagar, por lo que se quedaría con ellos un tercero.

Todo esto, nadie lo niega, se ha convertido en un bomba a punto de explotar para el equipo de gobierno y para su socio, Cs, porque aunque la ciudad tampoco tiene mucho margen de maniobra para actuar en este desaguisado, algo sí puede hacer para salvaguardar los intereses de los ciudadanos y evitar que el jeque, rodeado de una guardia pretoriana de asesores americanos y de despachos de abogados cinco estrellas, acabe descapitalizando el club y dejando a los malaguistas, de nuevo, compuestos y sin equipo de fútbol. La solución jeque no ha servido de nada. Hubo un tiempo en el que todos creíamos que sí, incluso recuerdo un grupo de Facebook titulado 'Ponga un jeque en su vida'. Todos cantamos los goles de la Liga de Campeones y vibramos con aquella competición de Liga excelsa que hicieron los de Pellegrini. Pero de aquellos barros hoy vienen estos lodos. Es un tema de alcance municipal porque si el equipo desaparece (y más cerca de 2020, el año en que la ciudad será capital europea de la cultura), afectará a la imagen de la provincia y de la propia urbe, y porque, debemos insistir en ello, el jeque nos tiene cogidos por las gónadas con los terrenos de Arraijanal y ello podría derivar en un escándalo mayúsculo si, finalmente, el dueño del Málaga toma las de Villadiego.

Ahí están las imprecaciones de Pérez y Eduardo Zorrilla, portavoz de la confluencia, acusando a De la Torre de ser el «amigo» del jeque que propició los negocietes del catarí, algo tal vez injusto, aunque la imagen que trata de dar la oposición es precisamente esa. Asociar al jeque la imagen del alcalde es dañar a De la Torre y al equipo de gobierno y queda demasiada legislatura como para dejar pasar esa oportunidad. Hubo informes de Urbanismo, según el PSOE, que alertaron de que la operación era de alto riesgo por los fiascos del jeque (ahí está la reforma del puerto de la Bajadilla, en Marbella, por ejemplo). «Además, en caso de que al empresa convoque concurso de acreedores, los terrenos podrían caer en manos de otros privados, dejando de lado al Ayuntamiento, que podría perder el control de la misma», advirtió Pérez en rueda de prensa. En el pleno, Raúl López, edil de Ordenación del Territorio, explicó que jurídicamente el hecho de que las obras lleven más de seis obras paradas no implica que se pueda resolver la licencia. La postura del equipo de gobierno está siendo doble: por un lado, enseñar músculo, es decir, decirle al jeque que cumpla el plan de viabilidad de la Liga y si no puede hacerlo, que se vaya; y, por otra, observar el problema como un cirujano que analiza detenidamente a un paciente tras abrirlo en la mesa de operaciones para usar una estrategia conservadora y que la guardia de corps de los Al-Thani cumpla con sus obligaciones y luego, si es posible, que se vayan.

La situación es endiablada, porque el jeque pretende usar los cuatro millones y pico de euros de la Fundación destinados a construir la Academia, en el club, algo que el alcalde ya ha rechazado. El martes, en la entrega de una distinción del Ministerio de Exteriores de Japón, fue claro: «Entiendo que lo ha tenido que cobrar la fundación. Es lo que planteé el lunes en la reunión con el asesor que tiene ahora el señor Al-Thani. Las cuentas de la Fundación son independientes de las del Málaga. Entiendo que no hay posibilidad de traspasarlo. Hay que ser claros y transparentes. Son fondos destinados a hacer posible la Academia, que se traduzca en esa opción. Otra cosa es si el club periódicamente traslada algún fondo para que funcione la Fundación». Y luego introdujo en la ecuación la incógnita clave por la que no se puede usar esa suma en la Academia: «No tiene otros ingresos salvo esos extraordinarios que hemos conseguido nosotros para la parcela que el club le pasó a la Academia, que correspondía a la antigua ciudad deportiva en la zona de la Universidad. Hemos buscado una fórmula de permuta de ese terreno. Ese cobro de la parcela lo hacemos a cambio de unos aprovechamientos que la Fundación, titular de la parcela, vende. La Fundación es la que lo recibe y así deben quedar las cuentas». Cuando la Academia esté completada, los terrenos del Viso irán a la Universidad de Málaga, pues ocupan su lugar natural de expansión. Es la permuta la que genera el dinero. Y la preocupación en los concejales de la oposición y en los del equipo de gobierno es que el noble catarí coja se largue con la suma y el Málaga se quede esperando que algún empresario con ganas de arruinarse asuma su gestión. De momento, la propiedad insiste, según nos dicen los concejales, en que la idea es cumplir el plan de viabilidad. El caso es que ese dinero es, en definitiva, de los malagueños, y ahí es donde deberían ponerse duros (como está ocurriendo) los miembros del ejecutivo local, y también están ahí los ediles de la oposición para recordar a todo el mundo que quien se mueva, no sale en la foto.

Otra cosa es lo deportivo, que pinta mal, porque bajar a Segunda B sería una tragedia mayúscula, no sólo porque esa categoría es un pozo (un tópico), sino por la falta absoluta de ingresos que supondría tratar de sobrevivir ahí. Por tanto, la situación requiere de un puño de hierro en guante de seda y a eso es a lo que se aplica el alcalde. Hay que tener la audacia suficiente como para que el jeque no se quede con el dinero para sanear al club, que parece ser la intención, sino que ha de inyectarlo en la Academia; y, por otro lado, y con la mano izquierda, buscar sotto voce empresarios, a ser posibles de aquí o cerca, que quieran meterse en la ratonera albiazul.