Uno de los rincones de Málaga más antiguos y al mismo tiempo, más desconocidos de Málaga es el Castillo de San Antón, desde el siglo XIX una propiedad privada.

En sus lejanísimos orígenes se trató de una casa de labor musulmana, que tras la Reconquista pasó al patrimonio de los Reyes Católicos. Poco después, en 1496 y en nombre de Isabel y Fernando, el bachiller Juan Alonso Serrano donó la casa y la huerta, dispuesta en bancales, con un total de cien fanegas «de sembradura de tierra», a dos ermitaños, Fray Antonio y Fray Marcos.

Recuerda el historiador Víctor Manuel Heredia que la ermita de estos dos religiosos era conocida como Santa María del Peñón de Buenavista, y que con posterioridad se colocaron sendas imágenes de San Erasmo y San Antonio Abad. Este último fue quien terminó dando el nombre al monte, quizás por su popularidad como patrono de los animales frente a San Erasmo (también llamado San Elmo o San Telmo), que también tenía su razón de ser en Málaga pues es el patrono de los marineros.

Entre los religiosos que a lo largo del tiempo se hicieron cargo de la ermita se encontraron los mínimos, los antoninos y los filipenses. Se sabe también que la ermita fue reedificada en 1647 y que ya por entonces la fiesta del día de San Antón se consideraba una tradición tan antigua como concurrida.

Tras la desamortización, en 1848 pasó a un propietario tan exótico como el Instituto de Segunda Enseñanza, que se explica por la vinculación del Gaona con los filipenses.

En los años 20 del siglo pasado era su propietario el holandés Jacobo Laan, tío de Enrique Van Dulken.

Por fortuna, tanto la casa-ermita como los jardines cuentan con la protección respectiva en sendos catálogos del PGOU actual.

En septiembre, el Castillo de San Antón lucía en un lateral de la calle Las Palmeras un cartel inmobiliario de 'Vendido', señal de que había pasado a otro propietario.

Aunque en los años 60 la talla del San Antonio Abad de la ermita pasó al Museo de Bellas Artes, la casa conserva integrada la construcción religiosa, y en un lateral accesible al público, un precioso crucificado de aires románicos y esta inscripción para el caminante, sacada de las Lamentaciones de Jeremías: «Oh, vosotros, todos los que pasáis por el camino atended y mirad si hay dolor como mi dolor».

También al pie del camino, en el mismo lateral, podemos ver una fuente, acompañada de una inscripción árabe, que al parecer es una copia del siglo XIX de un texto clásico.

En resumen, esta propiedad, entronque directo entre la Málaga musulmana y la Málaga de la Reconquista cristiana, continúa con belleza y discreción en el casco urbano de la ciudad. Y algo muy importante, con doble protección para que perdure.