­El repunte de contagios del coronavirus ha motivado la declaración de un nuevo estado de alarma que ensombrece aún más las perspectivas económicas. El consumo y la actividad empresarial siguen inmersos en un escenario de lo más incierto a poco más de mes y medio de la Navidad. La Confederación de Empresarios de Málaga (CEM) asume que es necesario establecer medidas estrictas que pongan coto a la expansión de la pandemia pero reclaman que el estado de alarma sea revisado periódicamente, al considerar excesivo plantearlo hasta la primavera. Su presidente, Javier González de Lara,que también preside de la patronal andaluza CEA, analiza en una entrevista con La Opinión el complicado momento.

Estamos de nuevo en estado de alarma. La CEM comentó esta semana que le parece desproporcionada la duración de seis meses.

La situación de repunte de contagios exigía tomar medidas para seguir anteponiendo la salud. Apoyamos todo lo que sea asegurar eso. Lo que nos ha preocupado es lo desproporcionado que es extender durante seis meses el estado de alarma. Nos parece que vulnera cualquier principio de seguridad jurídica y constitucional. Eso es condicionar la actividad económica hasta mayo, con la temporada turística de 2021 en el aire. Se debe evaluar cada 15 días o cada mes según la evolución de la pandemia. El Gobierno tendría que reflexionar.

La Junta ha declarado el cierre perimetral de Andalucía en este Puente de Todos los Santos y ha cerrado también algunas provincias. ¿Lo ve acertado?

Si se ha adoptado esa medida la acatamos y respetamos. Se habrá adoptado en base a criterios científicos y técnicos. Son medidas dolorosas, pero todos debemos ser conscientes de que hay que reducir la movilidad innecesaria, porque se ha visto que hay un repunte de contagios muy preocupante.

Lo que sí apoyaban ustedes es que el toque de queda se retrasase hasta las doce para apoyar así el sector de la hostelería. Pero la Junta lo ha dejado en las once, con la obligación de los negocios de cerrar a las 22.30 horas.

Sí. Mi reflexión es la siguiente: estamos en contra de un nuevo confinamiento integral, porque eso sería una ruina económica. Pero tenemos que compatibilizar la actividad con la prevención sanitaria ¿Cómo buscamos el equilibrio? Si el toque de queda es de doce de la noche a seis de la mañana se da un margen a la hostelería para salvar las cenas: que al cliente le dé tiempo para volver a su casa y que el negocio que pueda cerrar a tiempo. En España nadie cena a las ocho de la tarde sino de nueve y media a diez. Lo que reivindica la hostelería es muy razonable. De hecho, se ha demostrado que los contagios no vienen de este sector, sino más bien de los comportamientos insolidarios de algunos segmentos de población, ya sean jóvenes o no tan jóvenes. Hay de todo.

La economía española y andaluza ya están en recesión, al encadenar en este 2020 dos trimestres a la baja, ¿qué panorama espera a corto plazo?

Es un panorama muy incierto, pero lo más preocupante es que hay muchísima descoordinación en la adopción de medidas sanitarias, económicas y sociales. Todo eso genera desasosiego porque necesitamos estabilidad, certidumbre, confianza, y hoy por hoy no tenemos nada de eso, porque la pandemia no lo permite y porque muchas de las medidas son contradictorias. En el anterior estado de alarma hubo 132 decretos e instrucciones, un volumen de normativa brutal al que las empresas tuvieron que adaptarse. Ahora hay de nuevo mucha confusión entre ciudadanos y empresas. Echamos de menos más claridad y una visión más perfilada de lo que queremos. Eso daña cualquier previsión económica. El año va a cerrar con una caída del PIB del 14% y aquella recuperación en «V» que nos prometían no era más que una fantasía. Lo que deseamos ahora es que sea una «U», pero corta.Que el desierto que vamos a atravesar sea lo más corto posible. Pero si no hay hoja de ruta común va ser complicado.

Las cosas podrían ser peor, se dice, si no se hubieran activado mecanismos como estos ERTE, cuyas condiciones se han ampliado, con condiciones y por sectores, hasta final de enero. Ustedes piden ya que se amplíe más tiempo, ¿es sostenible para las arcas públicas?

De momento, se ha demostrado que los ERTE han sido un buen mecanismo para garantizar la paz social, con un resultado indiscutible. En Alemania, Angela Merkel ha decidido prorrogar unos mecanismos parecidos hasta finales de 2021. A nosotros nos cuesta mucho más decidir. Nos reunimos y aprobamos tres meses para luego tener que volver a discutirlo todo de nuevo. A aquel que diga que la factura de los ERTE es alta yo le diría que calcule si es más barato el pagar prestaciones de paro. La respuesta es evidente. El ERTE mantiene la esperanza de empresas y trabajadores de volver a funcionar. De otra forma hablaríamos de despidos y cierres de compañías.

¿Hasta cuándo habría que prolongarlos, como mínimo?

Hasta el hipotético final del estado de alarma en mayo y, si me apura, hasta final de junio. Aunque como digo, está aún por ver que ese estado de alarma se vaya a mantener tanto tiempo.

El verano fue un fracaso y ahora se teme que ocurra lo mismo en Navidad, ¿puede ser la puntilla para muchos negocios?

Hay que ser cautos. La pandemia vino sin manual de instrucciones y por eso es también difícil prever lo que está por venir. Quien quiera hacer predicciones se va a equivocar. Nadie imaginaba que en agosto habría un rebrote. Y no sabemos qué pasará en enero o febrero. Pero está claro que va a ser un otoño y un invierno duro, con dos enfermedades de sintomatología común: la gripe y el coronavirus. Tenemos que adoptar medidas de responsabilidad. Si hacemos los deberes bien en noviembre y pudiéramos contener el repunte quizá podríamos tener un respiro en Navidad, para que el comercio y la hostelería se recuperaran algo. Aunque fuera desde el Puente de la Constitución hasta final de año. Si las condiciones lo permiten, claro.

Los empresarios reclaman moratorias fiscales y apoyos en el acceso a la financiación. De momento, lo que llegan son subidas de impuestos las grandes empresas y las rentas altas, Patrimonio y Sociedades.

Subir impuestos no es la solución, es un error. España soporta ahora mismo un sistema fiscal muy ineficiente y una presión fiscal muy por encima de la media de la UE. Y por cuestiones ideológicas se nos presenta ahora una subida impositiva que no tiene sentido. Ningún país la está adoptando. La única manera de recuperar los ingresos fiscales es acelerar la recuperación de la actividad. Si tú aceleras el consumo recaudas más por IVA y otros conceptos. Lo que no parece razonable es querer hacerlo penalizando la competitividad de las empresas y recurriendo a lemas como «que paguen los ricos». Lo que vas a conseguir es una mayor deslocalización de domicilios fiscales. Lo que hay que hacer es atajar la economía sumergida, con lo que podríamos recaudar de 8.000 a 10.000 millones de euros más que ahora, o priorizar la activación del consumo...

¿Qué echa en falta?

No se están tomando medidas firmes en apoyo a las empresas para hacer frente a una situación que es dramática. Las pymes y los autónomos han tenido que recurrir a los créditos del ICO pero en realidad lo han hecho sobre todo para financiar el pago de impuestos. Es duro de decir, pero es la realidad. Porque hay que recordar que no se ha condonado ningún impuesto. Sólo ha habido moratorias, aplazamientos y fraccionamientos. En Alemania ha optado por reducir el tipo general del IVA del 19% al 16% y el reducido del 7% al 5%. Y en Italia, donde iban a subir el IVA al 25%, han abandonado la idea. Necesitamos aquí una fiscalidad más favorable.

El argumento de subir impuestos es que hay que sufragar el gasto extra que va a tener que acometer el Estado para combatir la pandemia. Dicen ustedes que para eso están los fondos europeos.

Claro. En la CEOE hemos dicho que España no puede renunciar ni a un céntimo de las ayudas europeas, ya sean a fondo perdido o de crédito. No hemos entendido que el Gobierno haya renunciado a 70.000 millones del fondo europeo para evitar endeudarse, y creemos que va a rectificar esa decisión. Todo ese dinero, los 142.000 millones que se lograron en la macrocumbre de julio, es necesario para financiar necesidades. Si sigues metiendo la mano en el bolsillo de las empresas y los ciudadanos vas a terminar con el ahorro y la actividad. Repito: lo único que no se le debe ocurrir a un gobierno eficiente es aumentar la fiscalidad.

¿Teme una oleada de concursos de acreedores?

Se aprobó un decreto en el anterior estado de alarma que permitía a las empresas en dificultades por la pandemia no entrar en insolvencia y causa de disolución. Queremos que el Gobierno amplíe esa norma, que expira en enero, para evitar que haya una cascada de firmas que caigan a concurso de acreedores.

¿Cómo le ha sentado la noticia de que Coca Cola cierra en Málaga después de 60 años?

Ha sido una situación desafortunada pero hay que conocer la historia de lo que ha pasado. Esa fábrica se quedó estrangulada en su crecimiento con los anillos de circunvalación que se construyeron allí. Hubo un intento de Coca-Cola hace más de 15 años de buscar una nueva ubicación pero la Junta no le recalificó los terrenos del nuevo emplazamiento. Eso hizo que se abriera un fábrica en Sevilla más grande y moderna. Ha sido la crónica de una muerte anunciada. Por supuesto, no me agrada que cierre ninguna empresa y siendo, además, una del ámbito industrial, que nos hace perder músculo en ese sector.

Esta crisis ¿evidencia de nuevo la excesiva dependencia del turismo y hostelería? ¿Hay que diversificar más y tratar de que la industria tenga más peso?

No estoy tan seguro de eso. El debate del cambio de modelo, tan repetido en Málaga, me produce ya algo de melancolía. Me explico: cualquier país que anhele desarrollo y progreso lo que quiere es tener un sector terciario, de servicios, potente. Vamos a un mundo donde la industria va a estar en el sudeste asiático y en China. Es imposible competir con esos modelos, donde los derechos laborales y los sueldos están muy poco desarrollados. Lo que sí podemos hacer aquí es ser competitivos con modelos industriales sólidos que generen valor añadido y donde se ofrezca competitividad en precios y calidad. En España y Andalucía hay ejemplos de ello. El problema es que la parálisis que ha provocado el Covid ha frenado al turismo, pero también a la industria. Eso no se había dado nunca. El sector servicios ha sido muy denostado, últimamente incluso por algún ministro que ha dicho que el turismo tiene «poco valor añadido». Pues decir eso es no tener ni idea, con perdón. Somos el segundo país turístico del mundo, con 82 millones de visitantes al año antes del Covid, sólo por detrás de Francia y por delante de Estados Unidos. A pesar de eso estamos siempre en estado de nostalgia y de autoevaluación cuestionando si somos un país de camareros. De verdad, me quedo atónito.

¿Cuál es el camino entonces?

Lo que tenemos es que mejorar el modelo, como siempre digo. No cambiarlo, sino hacerlo más productivo. Necesitamos más industria para diversificar, pero no nos engañemos: la industria también está pagando el peaje de la pandemia, no sólo los servicios. El que diga que la panacea es la industria se equivoca, porque todo está afectado por igual: la aeronáutica, las fábricas de coches, etc. Si no hay consumo no se vende ¿De qué viven las industrias? Pues, entre otras cosas, del turismo y los servicios, que son como el plasma de la sangre en un sistema circulatorio. Estoy de acuerdo en que haya más industria, claro, pero sin denostar los servicios.

En relación a la negociación colectiva, ¿cómo va a afectar la pandemia a la posición de los empresarios frente a los sindicatos? En Málaga hay convenios pendientes de negocios que afectan a 100.000 trabajadores.

Vamos a intentar tener un criterio de flexibilidad absoluta y de lealtad con las centrales sindicales. El diálogo social, para mí, es vital para lograr la paz social. Un ejemplo son los ERTE. Nos sentaremos con los sindicatos para negociar los convenios y veremos en qué puntos llegamos a encuentros y en cuáles no. Hace unos meses firmamos en Andalucía con la Junta, CCOO y UGT un acuerdo para la recuperación económica y social que es un buen marco de referencia. Hay que buscar el equilibrio entre garantizar los derechos de los trabajadores y la sostenibilidad de las empresas. En los convenios que hay que renovar habrá que tener también en cuenta las circunstancias excepcionales que vivimos. Las subidas salariales tendrán que ir ajustadas al dramático momento actual. Nos pondremos de acuerdo seguro, porque voluntad hay en ambas partes.

¿Los sindicatos van a encontrar en la patronal una propuesta general de congelación salarial alegando la pandemia?

En absoluto. Argumentaremos y seremos flexibles, aunque es verdad que hay sectores que están muy tocados. No se pueden hacer demandas por encima de lo racional en sectores que han estado cerrados durante unos meses. Todos tenemos que ser consecuentes con el momento que vivimos porque todos, empresarios y representantes de los trabajadores, estamos en el mismo barco. Sí es verdad que el escenario es absolutamente distinto, y eso hará que tengamos que dar soluciones distintas. Estamos ahora en un nuevo estado de alarma. Igual incluso las reuniones de negociación de los convenios se van a tener que hacer de forma telemática y no presencial. Pero lo superaremos todo: si hay que negociar por Zoom se hará.