Entrevista | Pedro Apalategui Isasa Abogado

"Cuando oí el aplauso por el veredicto de culpabilidad de Dolores Vázquez me trasladé a la Edad Media"

Pedro Apalategui Isasa es uno de los abogados con más nombre del país. Esta semana ha recibido el homenaje de su colegio profesional por haber cumplido medio siglo de ejercicio profesional. En esta entrevista, repasa los principales casos de su carrera, con especial atención al error judicial cometido con Dolores Vázquez al ser acusada injustamente del asesinato de Rocío Wanninkhof. Estos días se cumplen dos décadas del juicio. «En el ejercicio profesional Fernando García Guerrero-Strachan fue mi referente, era decano de los abogados en la época verdaderamente conflictiva de este país, a partir del 75, y manejó aquella situación con maestría».

Imagen de Pedro Apalategui, quien atendió a este periódico en su despacho profesional de Málaga capital.

Imagen de Pedro Apalategui, quien atendió a este periódico en su despacho profesional de Málaga capital. / Álex Zea

José Antonio Sau

José Antonio Sau

Pedro Apalategui cumple medio siglo de ejercicio profesional en la abogacía. Es uno de los letrados más prestigiosos en activo. Estos días ha recibido un homenaje muy caluroso de sus compañeros. En esta entrevista, repasa su brillante trayectoria, incluido el caso de la injusta acusación a Dolores Vázquez por el asesinato de la joven mijeña Rocío Wanninkhof.

Cuando se cumplen cincuenta años de profesión, ¿cómo se ve el ejercicio del derecho?

Para mí el ejercicio del Derecho, cuando lo empecé, cuando estaba en la mitad del tiempo y ahora es muy vocacional y me merece sobradamente la pena, y, de hecho, con un poquito más de relajación, sigo ejerciendo porque soy un enamorado de esta profesión, lo he sido siempre, y en mi trayectoria ha habido muchas incidencias donde se me confirman las razones por las que te engancha. Sobre todo, cuando tú eres el depositario de los derechos del ciudadano que viene por cada despacho donde se ejercita liberalmente la profesión . Eso es esencial y es la razón por la que me he movido cincuenta años de profesión.

¿Cómo era la Justicia en Málaga cuando usted empezó a ejercer?

La Justicia Penal, cuando yo empecé a ejercer, en el 71 o 72, no existía. Había jueces merecedores de un gran respeto y había una judicatura donde la defensa Penal era inexistente. Lo que se conseguía policialmente hablando en las detenciones era una tendencia hacia la confesión del detenido. Eso era, en definitiva, el armazón que luego terminaba construyendo una tendencia de condena, ahí había una ausencia absoluta de garantías, salvo que te tocara un juez sensible a esos temas y pudieras encontrar cierta conformidad. Pasamos el tiempo, viene la Constitución y vienen serios problemas de encaje por parte de los órganos policiales y judiciales para hacer una digestión más o menos sana de la entrada en vigor del título preliminar de la Constitución española, llámese presunción de inocencia, llámese inviolabilidad del domicilio, o de las comunicaciones, intimidad, en definitiva el núcleo esencial de los derechos fundamentales. Yo padecí serios problemas tanto a nivel policial como a nivel judicial, porque hubo una resistencia bastante obvia en ambos factores, en el sector de cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y en el sector judicial, eso evolucionó, lógicamente, con una labor para mí primordial del Tribunal Constitucional de aquellos años, con grandes maestros presidiendo y componiendo dicho tribunal, donde se creó ya una doctrina sobre qué significan los derechos fundamentales, qué alcance tienen, que terminaron pudiendo calificar a este país como un país democrática.

¿Ha constatado usted en algún caso que se haya hecho justicia?

Sí. Y no solamente en la Administración de Justicia profesional, sino también en los procedimientos que se llevan a través del jurado popular. He visto resoluciones del tribunal popular de una finura y de un análisis de los hechos que lógicamente se contradicen con otros casos. Y he visto todo lo contrario, también he visto situaciones de injusticia, naturalmente.

A raíz del caso que usted llevó defendiendo a Dolores Vázquez se sometió a una gran controversia el tribunal del jurado. ¿Es partidario de esta institución o no debería existir?

Yo no me pronuncio si partidario o no partidario. Cuando empezó la Ley del Jurado a mí me sorprendía que no se pusiera en práctica y creí en un primer momento que era una buena manera de que entre aire fresco en la Justicia. Y creo que hay que ser un poco fino, porque si se trata de un problema de pruebas, cualquier persona, sin necesidad de que sea abogado, juez, etcétera, tiene la sensibilidad normal como para poder analizar si el hecho está probado o no. El problema que surgió en ese asunto es un tema marginal a la pregunta que me realiza. Ahí habría que decir hasta dónde pueden llegar determinados medios de comunicación para llegar a desvirtuar las informaciones para llevar a la sociedad, en definitiva, una convicción, la mediática... bueno no quiero entrar en cómo se han podido barajar y gestionar esos programas, pero en definitiva en el momento que incide un juicio paralelo, agresivo, con una tendencia a representar a una persona como culpable o como inocente en unos medios de comunicaciones masivos, de hecho incide y ahí creo, honradamente, que incidió de una forma clarísima.

¿Existe el juicio paralelo?

Claro que los hay. El problema del tribunal del jurado es que hay delitos como el cohecho, que es competencia del mismo, que me parece un absurdo. Cuando los hechos están claramente probados y acreditados, es igual que te juzgue un juez profesional o un jurado popular, porque normalmente todo el mundo tiene la suficiente sensibilidad como para percatarse de que si hay cinco testigos esenciales que han visto una determinada agresión es difícil que lleguen a la opinión contraria. El problema está cuando el basamento probatorio se fundamenta en los denominados indicios, que son circunstancias de hecho que no apuntan del todo y que insinúan que puede ser, no es que acrediten nada, pero insinúan. Ahí es donde, a mi entender algunos medios, cuando hablo de los medios me refiero concretamente a productoras que venden programas morbosos; en este caso, confundir indicio con una mera conjetura es muy fácil. Entonces el indicio tiene un fundamento: un hecho existente. La sospecha, la conjetura, no es un hecho existente, es una opinión que una persona puede tener. Creo que esta persona por la cara que tiene, por su inclinación sexual... son cosas que son inadmisibles. Yo soy crítico en ese sentido porque creo que es un cuarto poder que no tiene contrapesos serios como para saber y delimitar el campo en el que nos movemos.

Y, sin embargo, parece que, veinte años después de aquel caso, y de otros muchísimos casos, no sabemos qué hacer con las víctimas de los errores judiciales. No se les resarce...

Ahí hay un problema, y efectivamente no se les resarce. Ya cambió por imperativo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Pero en el caso de Dolores Vázquez, el problema no solamente era lo que puede opinar el jurado, el problema radicaba en que había un juez profesional que, teniendo lo que tenía, acordó una prisión incondicional, y la mantuvo; una Audiencia Provincial que por la vía de los recursos que yo podía plantear seguía manteniendo la prisión provisional y tenían el mismo basamento que ahora se ha acreditado que era inexistente. No carguemos todo en el jurado popular, porque aquí ha habido intervención de jueces profesionales que, evidentemente, se echaron en brazos de un atestado de la Guardia Civil que era incalificable desde el punto de vista de la honradez y de la honestidad con que se podía haber hecho y no solamente fue el jurado popular el que podía ser responsable. ¿Qué ocurre con las indemnizaciones? La normativa viene a decir que una persona tiene derecho a ser indemnizada por un error judicial cuando el delito por el cual fue condenada no existiera. Eso no se da habitualmente. Yo conozco el crimen de Cuenca, que es el único hecho indemnizable que podía darse bajo esa doctrina. Nosotros reclamamos en la Audiencia Nacional, en el Contencioso correspondiente, y terminamos en el Tribunal Supremo con una inadmisión precisamente, y hablo de una forma resumida, el tema es más complejo. Pero en definitiva el hecho existió: Rocío Wanninkhof murió. El problema no es que no existiera el hecho. Pero a raíz de nuestra inadmisión el Tribunal Constitucional terminó admitiendo una doctrina del Tribunal Europeo y, si hubiésemos planteado un año más tarde ese procedimiento, o dos meses más tarde, parece que podría haber tenido visos de aceptación. No se aceptó y esta mujer no fue indemnizada, y ya no quiso ir al Tribunal Europeo, porque esta señora ya se aburrió de instar y de solicitar y de pedir y tener siempre la negativa como respuesta. 

Otra imagen de Apalategui.

Otra imagen de Apalategui. / Álex Zea

Parece mentira que no haya habido siquiera una reparación moral con un simple perdón... 

Nunca. Ni la Fiscalía que tanto insistió en este tema. La única persona que sí se sintió... fue el magistrado que presidió el Tribunal del Jurado. 

Si usted compara ese caso con otros mediáticos que han venido después, ¿considera que ahora, después de esa reflexión, que no sé si ha existido en todas las instancias, se sigan haciendo juicios paralelos como se hacía ayer o ya no se hace tanto?

Hombre, yo he visto programas sobre juicios mediáticos donde parece ser que se han relajado un poquito en cuanto a la intensidad y a la agresividad y a la constancia en la noticia y en el morbo de la noticia. Eso parece que se ha relajado. A mí todo el mundo me dice que, como en el caso de esta señora que yo defendí, difícilmente pueden hacer una comparación valorativa con otros casos. De hecho, sí los ha habido, lo único que ocurría es que en los casos que ha habido una intensidad mediática, las pruebas de cargo contra la persona a la que se le sometió también a un juicio mediático eran de tal evidencia que no hubo ningún problema. El problema de Dolores Vázquez es que se terminó condenando por homicidio, y lo digo con toda sinceridad, con una ridiculez probatoria que llamaba poderosamente la atención. Yo entono mi mea culpa, porque no valoré lo que podía ser un juicio mediático tan morboso y tan intenso como aquel. A lo mejor podía haber sido asesorado por profesionales de los medios de comunicación, no digo que no, pero sigo diciendo que en cuanto salió de Málaga el asunto y terminó en el TSJA, aquello ya empezó a normalizarse, de inmediato se puso en libertad a esta mujer, se entendió que el veredicto estaba inmotivado, y a partir de ahí se empezó a solucionar el asunto con la suerte, entre comillas, de que apareció el ADN del que resultó luego ser culpable de ese hecho y de otro que, lamentablemente, tuvo que surgir porque se podía haber evitado si la investigación hubiera sido razonable.

Veinte años después, ¿hemos aprendido algo como sociedad?

Sí, creo que sí. Yo honradamente creo que ahora es difícil imaginar que una autoridad policial o judicial sea consciente de que va a montar un caso sabiendo que no tiene nada para dar respuesta a la sociedad, después de una demanda y una exigencia de esclarecimiento del hecho que duró cerca de un año. Aquí el problema es que cuando las demandas sociales son fuertes y el crimen era execrable, es una cría de diecinueve años, hay una tardanza enorme en el descubrimiento del hecho, hay que dar satisfacción y cuando se pretende dar satisfacción se pueden usar dos procedimientos: o la vía de la profesionalidad y de la ética o la de vamos a dar sensación de seguridad ciudadana porque, en definitiva, esto vende motos, con una lamentable intervención del ministro Acebes, en el Parlamento, a raíz de una pregunta que se le hizo.

 Falló el primer cordón sanitario. La policía británica avisó de que aquí había un delincuente...

Era el eterno problema entre la rivalidad, aunque digan que no existe, yo no sé ahora, pero en aquella fecha era clarísimo que había una especie de celos profesionales entre los dos cuerpos, el policial y la Guardia Civil, que era un poco la razón por la que aquello, el que tuvo la información, que no recuerdo quién era, no se la trasladó al que estaba haciendo la investigación, donde también hubo problemas cuando el juez... la investigación la inicia la policía y, en 48 horas, se la quita y se la da a la Guardia Civil, todo eso son temas que producen celos profesionales y enturbian, en definitiva, la investigación. 

Dolores habla por primera vez en un documental de HBO ahora. ¿Ella qué explicación le da a lo sucedido? No sé cuando una persona pasa por todo eso cómo se lo puede explicar a sí misma.

Explicación no había. El problema de esta mujer son las secuelas psicológicas que le produjo toda esta historia. Y la razón de estar todo el día buscando datos para demostrar que estaba donde estaba por si hay algún otro momento similar a aquel. Pero vamos explicación no puede haber, ella lo único que decía era que, además, después de 15 o 16 años, no podía pasar página, porque siempre había algún medio que recordaba, y las razones por las que ha hecho un programa pues ella las sabrá.

 ¿Cuál ha sido el momento cumbre de su carrera?

Muy joven. Es el asunto que a mí más me motivó, salió bien. Era concretamente en el 76 o 77, con cuatro o cinco años de ejercicio, hubo una detención en España de un grupo montonero que había producido un secuestro político en Argentina, el caso Revelli-Beaumont, hubo una presión fortísima para que, una vez detenidos este grupo de argentinos en España, se pudiera producir su extradición. Y había una colonia argentina exiliada en Madrid, y digo Madrid porque es donde se llevaba este juicio: en la Audiencia Nacional. Era especialmente relevante, no por el juicio en sí, sino porque si se producía una extradición había un montón de refugiados políticos en Madrid que podrían lógicamente tener el riesgo de ser extraditados a su país. Eso se ganó, a pesar de que el delito no tenía naturaleza política pues venció la tesis que nosotros preconizábamos. Así lo aceptó la Audiencia Nacional y se denegó la extradición de aquellas personas. 

¿El peor momento?

Ninguno en particular. Por ejemplo con Dolores Vázquez, cuando yo oí el aplauso unánime de no sé cuántas personas, pero podría haber 80 o 100; el aplauso unánime cuando se dio el veredicto de culpabilidad por asesinato; se dijo que no era partícipe de un delito de homicidio, hubo un silencio sepulcral, y se dijo que era autora de un delito de asesinato, con lo cual la pena se incrementó, y ese aplauso, y esa invasión de cámaras hacia la persona, es el momento más desagradable que yo puedo recordar de mi vida profesional. No por la condena, sino porque me trasladé a la Edad Media, cuando había lapidaciones en la vía pública.

¿Cuál le gustaría que fuera su legado?

En nuestra profesión hay que ponerle un poquito de ética. 

¿Qué figura le influyó fundamentalmente en su carrera?

En el mundo de la Justicia mi padre, que fue magistrado muchos años aquí en Málaga y ejercía cuando yo ya estaba estudiando Derecho y para mí fue un referente. En el ejercicio profesional Fernando García Guerrero-Strachan fue mi referente, es una persona que era decano de los abogados en la época verdaderamente conflictiva de este país, a partir del 75, cuando entraba en vigor la Constitución y nosotros en el colegio pretendíamos que se vigorizaran las defensas de los derechos, supo manejar aquella circunstancia tan especialmente hirviente, porque había de todo dentro del Colegio de Abogados, y lo hizo con maestría.

¿Por qué se hizo usted abogado?

Tendría que preparar oposiciones a judicatura, pero en las prácticas de Procesal en Granada estuvimos varios días viendo juicios en la Audiencia y la figura de la defensa fue la que me llamó especialmente la atención y, con cierto malestar por parte familiar, decidí terminar la carrera y me puse a ejercer en el 71.