Crónicas de la ciudad

Viaje en el bus de la EMT o ‘Tiempo de silencio’

En pocos lustros viajar en autobús en Málaga se ha convertido en una experiencia mística compartida por sujetos misteriosos, en absorta comunicación con su teléfono

Parada de la EMT en la Alameda,en una foto de archivo.

Parada de la EMT en la Alameda,en una foto de archivo. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

En muchas ocasiones, entrar en un autobús de la EMT se transforma en un ‘Tiempo de silencio’, un viaje monacal con una orden que ora y labora mediante el visionado cariacontecido y compulsivo del móvil.

El trayecto se inicia en la parada del autobús, en la que todo aspirante al monacato debe adoptar la pose de don Tancredo y obviar, con gélida mirada de duro de cine, a la persona que tenga al lado.

De hecho, como si estuviera en la frontera de Corea del Norte, deberá cortar de raíz todo intento de comunicación de esos individuos anónimos, la mayoría mayores de 60 años, que se presentan en la parada con inauditos «buenos días», «buenas tardes» e incluso «buenas noches», una práctica de Urbanidad del siglo pasado que en este siglo de las comunicaciones con 5G parece propia de la extinta sala 21 del Hospital Civil.

Una vez arribe el bus, trate de colarse en plan suavón. Para ello, deberá colocarse minutos antes y con cara de no haber roto un plato delante de la parada, es decir, unos pasos por detrás de la mampara publicitaria en lugar del último de la fila.

De esta manera, puede que tenga acceso a algún privilegiado asiento libre, si es posible de color rojo, aunque usted no geste una criatura en su seno, se encuentre sano como una pera, no tenga más años que un bosque y entrene para el maratón de Boston cada semana. En el peor de los casos, si con el rabillo del ojo otea a su lado, de pie, a una persona mayor que además le tose, baje todavía más la testuz y sumérjase en su iPhone.

El resto de monjes y monjas deberá conformarse con entrar en el autobús sin cruzar palabra con el conductor para, con la cabeza gacha y sumidos ya en la oración tecnológica, buscar un asiento de dos plazas.

La regla de la orden obliga a ocupar la más próxima al pasillo, para bloquear el asiento de la ventana y disuadir así a otros usuarios de ocuparlo; de esta forma se evita el pecaminoso contacto físico e incluso, si se trata de un mayor de 60, la temida comunicación verbal con desconocidos.

Otra regla de estricta observancia manda obviar la norma de la EMT de usar auriculares cuando se escucha música o se ven vídeos para no molestar al pasaje. En su lugar, comparta con el resto del priorato todo lo que implique aplausos, risas estridentes o cantantes con graves problemas de vocalización.

Eso sí, quedan terminantemente prohibidas las charlas, disfrutar del paisaje y los viejunos libros de papel. De esta guisa, cabizbajo y alabando la sacra luz de la pantalla, pronto habrá llegado a su destino. Amén.

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