Memorias de Málaga

La lotera, Chicote y el compositor

Quizás fuese un chiste surgido en círculos funcionariales, pero en los años 50 y 60 se aseguraba que para acabar con el Franquismo había que ‘pasar por las armas’ a Doña Manolita, Perico Chicote y al maestro Guerrero, nada menos

Colas en agosto para comprar la lotería de Navidad en Doña Manolita

Colas en agosto para comprar la lotería de Navidad en Doña Manolita / Víctor Casado

Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Algunos lectores de avanzada edad recordarán el dicho que circuló en determinados medios o tertulias, que decía que para acabar con el Franquismo había que fusilar (¡menuda solución!) a la lotera Doña Manolita, al músico Jacinto Guerrero y al popular Perico Chicote.

De dónde nació la radical fórmula de terminar con el régimen de Francisco Franco allá por los años 50 y 60 del siglo pasado no lo sé; rememorando la costumbre de endilgar los chistes y ocurrencias a los funcionarios, que en lugar de atender al público en una oficina o detrás de una ventanilla se dedicaban a inventar chistes, quizá la fórmula idónea para derrocar al Caudillo era empezar a fusilar a los personajes citados. Los funcionarios autores de esta propuesta serían de origen gallego o andaluz, nunca de regiones más ‘serias’ y poco dadas a practicar el humorismo, como las Vascongadas y Cataluña.

Oí por primera vez el sangriento destino de las tres víctimas en una tertulia que no era muy adicta al régimen; algo así como la oposición… pero a lo bestia.

¿Por qué Doña Manolita?

La primera ‘culpable’ del régimen, y por lo tanto condenada a morir fusilada, era Doña Manolita, a la que se la respetaba anteponiendo a su hipocorístico, con la dignidad de Doña.

Ya en la época apuntada (años 50 y 60 del siglo XX), Doña Manolita era la lotera más acreditada de España. Tenía su administración nada menos que en la Puerta del Sol. Disfrutaba de la fama de vender la mitad más uno de los premios de la Lotería Nacional y, por inspiración divina, los ‘gordos’ del 22 de diciembre. Todos o casi todos los premios del famoso sorteo se habían vendido en la acreditada administración. Supongo que la primera doña Manuela, popularmente conocida por Manolita, fallecería no fusilada y que el negocio pasaría a manos de sus herederos.

Todos los meses de noviembre, cuando empieza a oler a Navidad, las televisiones públicas y privadas se acercan a la Puerta del Sol para recoger imágenes de aspirantes a comprar décimos, billetes o series del ‘gordo’.

Se ruedan planos y planos de gentes haciendo cola para ser atendidos, porque la tradición para tanto madrileños como para visitantes de provincias es confiar en que el ‘gordo’ será vendido, como siempre, por Doña Manolita.

En todos los informativos de mediodía y noche, para calentar el ambiente navideño, hasta el mismísimo día 22 de diciembre, Doña Manolita es la estampa obligada. Aunque en España haya cientos de administraciones o despachos de lotería, la única que merece ser distinguida es la ya citada.

Cuando terminan las extracciones de los bombos, éste último año instalados en el Teatro Real, empiezan las televisiones con imágenes tomadas donde han caído el ‘gordo’ y los ‘gorduelos’, como Getafe, un pueblo de Lugo, en Canarias, y en alguna localidad perdida en la que los agraciados abren botellas de champán, cava o sidra para celebrar la suerte y anunciar que con el dinero van a pagar la hipoteca o comprarse un coche.

Doña Manolita no dio el gordo. Los miles y miles de españoles que pusieron su fe en la popular lotería estarán cabreados por el pobre resultado. Se habrán tenido que consolar con alguna devolución, terminación o pedrea. Yo, en el último sorteo, en lugar de acudir a la famosa lotera, compré un décimo en Casabermeja. Ni el reintegro.

La auténtica ‘rosa del azafrán’, título de una zarzuela del maestro Guerrero.

La auténtica ‘rosa del azafrán’, título de una zarzuela del maestro Guerrero. / SERGIO PEREZ

El maestro Guerrero

El segundo de la lista de los tres fusilables es Jacinto Guerrero, músico, autor de numerosas zarzuelas, con más de cien obras en su prolífera carrera. Nacido en Toledo en 1895, murió en Madrid (no fusilado) en 1951.

Por más vueltas que le he dado, no he hallado el motivo por el que fue elegido figura del Franquismo merecedora de ser castigado. Que estrenara zarzuelas a porrillo, como ‘Los gavilanes’, ’El huésped del sevillano’, ‘La rosa del azafrán’, ‘Tiene razón don Sebastián’, ‘El sobre verde’… y, fuera de la línea zarzuelera, una revista titulada ‘La blanca doble’, que representó por toda España y que estuvo en la cartelera de Madrid semanas y semanas, no parecen motivos suficientes. Quizá su popularidad y tener obras suyas en diversos teatros madrileños levantara envidias… pero ¿símbolo del franquismo? Ni idea.

Interior del Museo Chicote.

Interior del Museo Chicote.

El popular Perico Chicote

El caso del barman Perico Chicote es diferente. El ‘Pedro’ de su nombre de pila fue desterrado; desde que empezó en su bar en la Gran Vía de Madrid se convirtió en Perico Chicote, y al poco tiempo, en «el popular Perico Chicote», porque en las reseñas de recepciones celebradas en el Palacio del Pardo y otros acontecimientos, la información, tanto en prensa como en radio, finalizaba (puede comprobarse en las reseñas de las hemerotecas) con el misma texto: «El acto finalizó con una copa de vino español servida por el popular Perico Chicote». Lo de «popular» formaba parte de patronímico del avispado barman, quien pese a ser creador de cientos o miles de combinaciones o cócteles que servía en su establecimiento, cuando se le preguntaba cuál era su bebida preferida, respondía que la mejor bebida es «un tinto con sifón», lo que ahora se identifica como «tinto de verano», aunque el sifón y la gaseosa tengan sabores diferentes. El sifón ha pasado a la historia.

Pedro Chicote supo sacarle jugo a su colección de bebidas procedentes de todo el mundo; lo que empezó con simple colección de botellas y botellines de licores de diferentes países se convirtió en museo y cualquier personaje de la vida pública que acudía a Madrid (desde políticos a artistas famosos de Hollywood y otros centros de producción de películas), entre sus obligadas visitas al Museo del Prado y asistencia a una corrida de toros, figuraba el Museo de bebidas de Perico Chicote, que aparecía en las fotografías junto al visitante.

Fue un pionero en lo que hoy se conoce por ‘catering’, palabra que simplifica una definición larga: Servicio de suministro de comidas y bebidas a aviones, colegios, trenes…

Pues eso es lo que creó Chicote. Por una razón familiar yo asistí a una boda en la iglesia de los Jerónimos en Madrid, que terminó con un ‘lunch’ servido ¡por Perico Chicote! El habérsele incluido en el tercero fusilable se justificaría por ser el que servía «la copa de vino español» en los actos organizados por el Gobierno de entonces. Murió no fusilado en 1977.