Crónicas de la ciudad

Guardia pretoriana en el arroyo de La Caleta

Desde tiempo inmemorial, un fiel escuadrón de coches monta guardia todo el año en el arroyo de La Caleta, ajeno al frío, al calor y a la prohibición de aparcar

Arroyo de la Caleta, coches en la calle Ramos Marín, delante del cauce, en El Limonar.

Arroyo de la Caleta, coches en la calle Ramos Marín, delante del cauce, en El Limonar. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, asegura el dicho popular. En El Limonar los vecinos saben que, como mínimo una o dos veces por década, deberán afrontar una tromba de agua que convierte el barrio en un barrizal. 

Retirada de barro en El Limonar, en una foto de archivo.

Retirada de barro en El Limonar, en una foto de archivo. / Gregorio Torres

En alguna ocasión además, el espectáculo hídrico ha acabado con los coches aguas adentro de la Bahía, por la inconmensurable fuerza de arrastre de lo que hasta entonces eran pacíficos arroyos. 

El Limonar, como saben, está atravesado por el arroyo Toquero, que vierte sus aguas en el de La Caleta, así que las probabilidades de ‘embarrizamiento’ y daños mayores son altos, sobre todo en estos tiempos de desórdenes climáticos. 

Arroyo de la Caleta, El Limonar.

Arroyo de la Caleta, El Limonar. / A.V.

Esta circunstancia, sin embargo, no ha hecho mella en la ‘guardia pretoriana’ que, de forma fiel, vigila los 365 días del año -ignoramos con qué propósito- una de las zonas de más riesgo del arroyo de la Caleta, pues el cauce alcanza el mismo nivel que la calle al llegar a la calle Ramos Carrión, que es donde tiene su refugio este retén perpetuo de coches. 

El emplazamiento, por tanto, no puede ser más peligroso, pues se trata del punto tradicional en el que La Caleta se desborda y se marcha por peteneras a emborrizar el barrio. Y ojo si el agua baja con malas intenciones porque entonces el frente automovilístico será enviado ipso facto a Villadiego, corriente abajo. 

Tan arriesgadas circunstancias no han hecho mella sin embargo en este grupo de osados conductores que aguantan el terral, la gota fría y hasta la prohibición expresa de aparcar para desplegar todos los días del año un frente automovilístico que, por su impermeabilidad, recuerda a algunas herméticas formaciones de las legiones romanas. 

Cartel de prohibido aparcar, arroyo de La Caleta, calle Ramos Marín, El Limonar.

Cartel de prohibido aparcar, arroyo de La Caleta, calle Ramos Marín, El Limonar. / A.V.

En cualquier caso y aunque sólo sea como melancólico testimonio de que la ley existe, aunque no se aplique, un cartel de la Consejería de Medio Ambiente, justo en este punto en el que la normativa se la saltan a la torera, informa de que «queda totalmente prohibido el estacionamiento y la ocupación del D.P.H. (dominio público hidráulico) bajo denuncia y sanción por la Ley de Aguas». 

Nada de esto arredra a nuestros valientes, que aparcan retando a la Ley de Aguas y también a la Naturaleza, como los toreros que reciben al toro a puerta gayola. En concreto, los coches se encuentran de enero a diciembre aparcados en batería frente a unos recios cubos de hormigón que impiden al menos que el descontrol se desparrame por el cauce. Cuando llegue la tromba llegará el rechinar de dientes. Están más que avisados. 

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