Sucesos

Dos detenidos por explotar sexualmente a una decena de mujeres

La investigación de las Brigadas de Extranjería de Marbella y El Ejido han culminado con los arrestos en el municipio almeriense

La mujer se encargaba de la rutina del burdel y ejercía un férreo control sobre la vida de las víctimas

La mujer se encargaba de la rutina del burdel y ejercía un férreo control sobre la vida de las víctimas / L.O.

Un hombre, que se hacía pasar por una especie de chamán, y una mujer, encargada de un burdel, han sido detenidos en El Ejido (Almería) acusados de delitos relativos a la prostitución contra una decena de mujeres, en condiciones «infrahumanas», y contra los derechos de los ciudadanos extranjeros. La investigación, llevada a cabo por las Brigadas de Extranjería y Fronteras de El Ejido y Marbella, concluyen que el arrestado, de origen cubano, era el encargado de captar a las mujeres en situación irregular en España, quienes además se encontraban en circunstancias de especial vulnerabilidad. Esta persona se hacía pasar por una especie de chamán y amenazaba a las mujeres «con rituales esotéricos que les provocarían el mal» a ellas mismas o a sus familiares.

La mujer, que era la encargada de gestionar la rutina del burdel, sometía a las víctimas a un control que afectaba directamente a sus derechos como seres humanos, indicó ayer la Policía.

Las víctimas denunciaron que la mujer las controlaba 24 horas con un circuito cerrado de televisión y utilizaba el audio del sistema para darles instrucciones, incluso cuando se hallaba fuera del local. A través de un sistema de «multas», las víctimas recibían incluso presiones constantes para no parar de hacer sus servicios sexuales. Para ello, debían estar disponibles todos los días del año a cualquier hora del día o de la noche y no podían decidir si aceptaban o no a sus propios clientes o las prácticas sexuales que estos les proponían, incluyendo el sexo sin medidas de protección.

Alguna de ellas también indicó que si el cliente le proponía consumir sustancias estupefacientes debían «acceder para complacerle». En caso de negarse o pasarse del tiempo establecido, las víctimas perdían incluso su recaudación y podían llegar a ser expulsadas de la casa sin ningún recurso para subsistir.

La Policía detalló también que la arrestada daba instrucciones precisas a las mujeres con lo que tenían que decir a los agentes en caso de alguna inspección, e incluso llegó colocar en las puertas del local carteles de sensibilización institucional con el eslogan «Solo sí es sí». Las trece mujeres que llegaron a ser prostituidas debían turnarse para dormir en un par de sofás, mientras las habitaciones se reservaban para dar servicio a unos consumidores que, en muchos casos, desconocían las condiciones en las que se encontraban las víctimas.

En los registros, los investigadores hicieron acopio de cuadernos de cuentas donde quedaba acreditado que la detenida se quedaba con cantidades que oscilaban entre el 40 y 50 % de los servicios, y además detraía los gastos en higiene, alimentos, consumiciones o preservativos, llegando incluso a extender préstamos con intereses que «rozaban la usura».