En los últimos años del siglo XVII el botánico francés Joseph Pitton homenajeó a su protector, el sacerdote Jean-Paul Bignon, bibliotecario del rey, dando su apellido al género de las bignonias.
Pero el origen de estas plantas se encuentra en América, así que es de lo más probable que se introdujeran en Europa a través de los jardines de aclimatación españoles y a partir de nuestro país llenaran de colorido el gris invierno del continente.
En Málaga las bignonias dan el toque de color a esta estación que se despide de nosotros esta semana sin haber ejercido auténticamente de invierno y quién sabe si no lo hará más en unos cuantos siglos o milenios.
Transformar un derribo en un vergel
Además de adornar las tapias de centenares de chalés, casas mata y urbanizaciones, la bignonia se ha convertido en el santo y seña del Jardín de Gamarra, ese milagro botánico y hortofrutícola gestado por muchos vecinos de Nueva Málaga en un antiguo solar con derribos, de tal forma que un enorme ciprés aparece fusionado con varias bignonias y recubierto de naranja invernal. Ojalá que el Jardín pueda capear la sequía y que el Ayuntamiento eche una mano a quienes lo gestionan.
Mientras tanto, en los pasados meses de enero y febrero las personas que han cruzado el puente de la Aurora han podido ver cómo un ‘resplandor naranja’ descendía por la escalera que desde allí conecta con la calle Padre Jorge Lamothe.
El Consistorio ha tenido la buena idea de embellecerla con esta planta trepadora y siempre que no trepe más de la cuenta, hasta entorpecer el paso, como ocurrió con una olvidada pasarela junto a la avenida de La Palmilla, el resultado es ciertamente hermoso.
Completa la bignonia un estupendo plan de micropaisajismo que ha cambiado por completo este rincón bajo el puente de la Aurora, un punto muerto que solía estar pespunteado con ropas viejas, cartones, latas, botellines de cerveza y jeringuillas en sus buenos tiempos.
Un rincón utilizado de dormitorio vertedero que aportaba bastante inseguridad a quienes transitaban por allí.
El Ayuntamiento convirtió este punto muerto en una suerte de jardín japonés con el suelo incrustado de chinos para hacer incómoda la pernocta y le añadió plantas crasas. La escalera con bignonias completa el escenario.
La actuación está emparentada con un antiguo tugurio en un lateral de la iglesia de Santo Domingo, junto al falso túnel del Pasillo de Guimbarda, también pegado al río, que era un desastroso vertedero y hoy otra bonita lección de micropaisajismo. Felicidades.