Crónicas de la ciudad

El Parque de la Alegría y la sombra de su velamen

Esta zona verde de Ciudad Jardín conseguida por los vecinos produce buena parte de su sombra gracias a grandes ‘velas’ que a veces necesitan un recambio.

Detalle de una de las ‘velas’ del parque, el mes pasado.

Detalle de una de las ‘velas’ del parque, el mes pasado. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

El Parque de la Alegría fue un logro de un grupo de vecinos que se movilizaron para ampliar una zona verde que originalmente, en el PGOU de entonces -el de 1997- iba a tener una quinta parte de la extensión actual. El motivo: el resto de la parcela iba a ser para equipamiento. 

Los vecinos recogieron cerca de mil firmas y lograron su propósito de ampliar el futuro parque mucho más. Fue a raíz de la crisis de 2008 cuando la zona verde, finalmente de 18.600 m2, pudo costearse con los fondos FEIL de la administración central y hacerse realidad en marzo de 2011, cuando la inauguraron el alcalde Francisco de la Torre y el subdelegado del Gobierno Hilario López Luna.

Pendiente queda, por cierto, que se haga realidad el compromiso municipal de colocar una placa que recuerde que el Parque de la Alegría se logró gracias a la movilización de los vecinos.

Circuito del Parque de la Alegría en Ciudad Jardín.

Circuito del Parque de la Alegría en Ciudad Jardín. / A.V.

La zona verde tiene el acierto de incorporar una circuito para pasear que rodea todo el parque y que es muy frecuentado. Cuenta además con uno de los parques infantiles más originales de Málaga, con caracoles, ranas y camaleones gigantes. 

Como muchos parques en la ciudad, hay querencia por las palmeras, lo que no redunda en la sombra; algo se suple con los velámenes ‘tierra adentro’ que se ven en tantos parques de Málaga. 

Es un paso adelante sin duda para nuestro Consistorio, que poco a poco va abandonado su desquiciada costumbre de llenar la ciudad de pérgolas vacías, ideales para que por ellas se cuele el Lorenzo, como las que castigan los cogotes vecinales en la plaza de la Biznaga, en García Grana o la de la plaza de la Lex Flavia Malacitana en El Ejido.

El parque infantil del Parque de la Alegría.

El parque infantil del Parque de la Alegría. / A.V.

El único problema de estas grandes telas que recubren las gigantescas pérgolas y que parecen abrazar con su sombra al peatón es su necesidad de recambio, pues basta con examinarlas para notar cómo el sol las va cuarteando, al tiempo que el viento las deshilacha o fuerza que se vayan perdiendo los cordeles.

Sin duda, Joseph Conrad o cualquier otro marino experto sabría cómo devolver al redil los foques, contrafoques y todo tipo de velas. 

Detalle de otra de las 'velas'.

Detalle de otra de las 'velas'. / A.V.

Mientras llega ese recambio forzoso, estos días hay que acordarse del cenador de glicinias de La Concepción, que llegó al culmen floral hace un par de semanas. 

Pese a los años que tiene, capaz de competir en el DNI con Matusalén, que se sepa no ha hecho falta cambiar su cubierta en todas estas décadas. Es lo que tiene la sombra natural: no suele necesitar recambio, da sombra y sale barata. Una alegría.  

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