Memorias de Málaga

El Mercado de Atarazanas

El mercado central de Málaga es conocido por los malagueños como «la plaza» y es un medio muy sencillo y sin coste para conocer los secretos del habla malagueña y cómo se pide el pescado que queremos comprar

Puestos de fruta en el mercado de Atarazanas en febrero de este año.

Puestos de fruta en el mercado de Atarazanas en febrero de este año. / Gregorio Marrero

Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Un recorrido por el interior del Mercado de Atarazanas («la plaza» para los malagueños) es un medio sencillo y gratuito para entrar en los secretos del habla malacitano.

Los turistas que visitan nuestra ciudad acuden al mercado de abastos más antiguo y arraigado de la capital porque lo llevan en la mochila de los lugares a recorrer porque gustan disfrutar y comparar los productos frescos de España y sus países de origen. `

Lo que más les llama la atención e inmediatamente enfocan sus teléfonos capaces de sustituir los tomavistas o cámaras, es la gran y vistosa vidriera que decora la nave central. La obra del artista Ángel Atienza Landeta y su hermano, restaurada no hace mucho, le dan al recinto un empaque que los visitantes se llevan como recuerdo.

Dejando a un lado el gran mosaico de más de cien piezas que reflejan varios de los monumentos o rincones más sobresalientes de la ciudad (imágenes de las Catedral, del puerto, la Alcazaba…) el otro espectáculo se reparte en las tres naves, la central (dedicada a los puestos de pescados), la de la derecha, a frutas y verduras, y la izquierda, a carnes, embutidos… y ahora a bares y restaurantes.

En la nave del pescado, lo que más llama la atención a los visitantes no son los pescados grandes y mariscos en general. La novedad está en los pescaditos, como los jureles, los salmonetes, las sardinas, los boquerones…, el pescado pequeño que después saborean en los chiringuitos y restaurantes de postín, especialmente los espetos de sardinas, las puntillitas (calamaritos) y los chanquetes, antes los auténticos, y ahora los chinos que nadie sabe de qué especie son.

EL MERCADO DE ATARAZANAS

EL MERCADO DE ATARAZANAS / Guillermo Jiménez Smerdou

Los extranjeros que no conocen nuestra lengua no captan algo que los procedentes de otras provincias españolas tampoco comprenden, porque es una forma muy particular que utilizamos los malagueños a la hora de pedir la cantidad de pescaditos que queremos comprar. Me refiero concretamente al peso. Es muy corriente que una ama de casa, por ejemplo, le pida al pescadero «cuarto y mitad» de boquerones. La traducción es cuarto de kilo y la mitad de un cuarto de kilo más, o sea, 375 gramos. Ni un cuarto de kilo, que es poco, ni medio kilo que es mucho.

En la nave del pescado se conserva la vieja costumbre de pregonar las excelencias del producto. El antiguo cenachero que vendía el pescado recién salido del copo y recorría las calles pregonaba el producto para que las amas de casa los oyeran. 

No he encontrado ninguna publicación que reseñe los pregones más usados en Málaga no solo para la venta de pescado sino de otros alimentos como higos, melones, huevos, tortas, avellanas, helados o alpiste para las palomas. 

En la nave de frutas y hortalizas

En la nave de la derecha, en la que se alinean los puestos de verduras, frutas y hortalizas, en medio de los pregones de los que atienden el negocio, a los visitantes extranjeros le llama la atención, por ejemplo, una oferta que se repite en muchos productos: Si en lugar de comprar un kilo de papas (igual que los canarios los malagueños estamos habituados a las papas y no patatas), si en lugar, repito, de comprar un kilo compras dos o tres el precio es menor, sale más económico comprar dos o tres kilos de una vez que uno a uno.

En el extranjero (en Centroeuropa) es muy corriente comprar una pieza de fruta; una manzana, una pera… En Málaga es muy raro que una persona compre una unidad.

Aunque vamos adaptándonos poco a poco a denominar los productos como en el resto de país (patatas en lugar de papas) hay algunos que conviven: a los guisantes, por ejemplo, los seguimos identificando como chícharos; a los albaricoques los identificamos como damasquillos o amasquillos; a las judías verdes, habichuelas verdes; las judías blancas, habichuelas blancas… y, en Orellana, un antiguo bar-restaurante cercano a la calle Larios, las lechugas aparecían en la lista de precios como ¡faisanes! 

EL MERCADO DE ATARAZANAS

EL MERCADO DE ATARAZANAS / Guillermo Jiménez Smerdou

Carnes y embutidos

La nave de la izquierda está reservada a la carne y embutidos. En estos puestos la cosa es, digamos, normal, porque no se dan las curiosidades apuntadas de las otras dos naves. Pero tiene una oferta única: todos los productos del cerdo y lácteos de la provincia se pueden encontrar, lo que no común en los supermercados. 

Si uno quiere aceitunas aloreñas (olivas para los más finos) allí están a la vista de compradores y paseantes que estorban el normal desarrollo de los negocios; los quesos de cabra, oveja y vaca, elaborados en las diversas comarcas; los embutidos de Cártama, Serranía de Ronda y los Montes; la miel de abeja de colmenas de la provincia; pasas, vinos y aceites de bodegas y almazaras de Antequera, Vélez, Moclinejo; higos secos, encurtidos, patatas fritas de la zona, espárragos verdes, ajos, aguacates y mangos, uva moscatel, lomo en manteca colorá, arenques… y hasta mantecados y roscos de Antequera y otros pueblos de nuestra tierra. 

Últimamente en todo el recinto de Atarazanas y en la acera de la calle del mismo nombre se han instalado unos bares especializados no solo en platos elaborados con productos frescos del mercado sino en otros de aceptación popular como la paella.

Lo que empezó como cantina al servicio del personal que desde la cinco o las seis de la mañana preparan sus puestos para exhibir los productos a vender, se transformó en bares que crecieron y colocaron mesas y taburetes en la acera, que se llenan de público hasta la hora de cierre, sobre las dos o tres de la tarde.

Al concurrir personas de todas las clases sociales, el habla malagueña es una escuela para los que quieran enriquecer sus conocimientos y habituarse a oír palabras, expresiones y frases que no han oído nunca, como una comanda que oí una vez dicha por un camarero que hablaba (y espero que siga hablando) el finlandés, porque estuvo varios años en Los Pacos (Fuengirola). La comanda fue: «Pampadó». Yo, como malagueño de nacimiento, no necesité traductor: pampadó es «pan para dos» o sea, pan para dos personas sentadas en los taburetes.

En esos pequeños bares he coincidido con italianos, franceses, alemanes, ingleses, y con un matrimonio suizo que una vez que «bajaron a Málaga» (vivían en Torremolinos) me contaron que era un lugar único en el mundo… porque habían viajado por muchos países europeos. 

El interior del Mercado es un lugar tan frecuentado hasta el punto de que en dos ocasiones las modelos que iban a presentar las creaciones de un diseñador se pasearon por allí luciendo su palmito.