­El Caminito del Rey existe desde el año 1905. Pero el rey Alfonso XIII no lo inauguró oficialmente hasta 1921, con motivo de su visita a la recién terminada Presa del Conde del Guadalhorce. Hoy, casi un siglo después, el presidente de la Diputación de Málaga, Elías Bendodo, junto a los regidores de Álora, Ardales y Antequera, José Sánchez, Juan Calderón y Manuel Barón, respectivamente, tienen previsto reinaugurar este sendero colgante, uno de los más atractivo del planeta por sus características. Atrás quedan 11 meses de trabajos, la ayuda hasta de unidades aéreas, y una inversión de 2,7 millones de euros.

La expectación es máxima. Hasta fuera del continente europeo ha despertado un enorme interés el periodo inicial en el que, a través de la web específica de este espacio natural, se pueden reservar gratuitamente las visitas en grupos reducidos. Al turista le llamará la atención cualquier enclave del trazado, porque durante más de tres kilómetros se mantendrá «colgado a más de un centenar de metros sobre el agua que cruza el Desfiladero de los Gaitanes», como señalan los técnicos que guian a los senderistas.

Pero especialmente resulta tentador el vértigo que pueda suponer cruzar un puente colgante, con suelo de cristal que en el tramo sur de este trayecto entre los términos de Ardales y Álora, que conecta las dos paredes del cañón. Por debajo, 105 metros de caída. No apto para determinados corazones.

Más de 250.000 personas está previsto que «desafíen todo tipo de vértigos cada año». Atrás también quedan miles de folios de distintos proyectos que nunca vieron la vida debido a que la ejecución y la construcción planteadas por la anterior corporación municipal eran agresivas con el entorno natural.

Al visitante también le impactarán las placas conmemorativas de la muerte, entre 1999 y 2000, de hasta cuatro excursionistas. Fueron el principal argumento para que meses más tarde la Junta optase por clausurar el Caminito del Rey e incluso establecer sanciones para los que se atreviesen a saltarse dicha prohibición.

Aunque son tres los kilómetros que atesoran las vistas más impresionantes del recorrido, el trayecto completo se eleva a 8,5 kilómetros. Por la entrada desde el entorno de Ardales se atraviesa un túnel excavado hace más de un siglo sobre la roca y en el tramo sur también se cruzan veredas junto a las vías del tren que conecta el Valle del Guadalhorce con la vega antequerana. Son espacios aptos para cualquier persona y que en absoluto recordarán que nos encontramos junto a uno de los recorridos que durante una década fue catalogado como uno de los senderos «más peligrosos del mundo». Uno de los aspectos más importantes del proyecto parte de ahí, de la facilidad para que en un futuro se puedan reparar las zonas que resulten afectadas por la caída de rocas.

Y es que como remarca el personal técnico de la Diputación, a un cuarto de siglo de abandono no le puede seguir bajo ningún concepto otro periodo de dificultades. En juego, la visita anual de un cuarto de millón de turistas, con el correspondiente retorno económico para una de las zonas de mayor belleza paisajística de Andalucía. De ahí que esta restauración haya sido catalogada de «sostenible y respetuosa hasta el extremo respecto al entorno».

Hoy, como en 1921 con la presencia de Alfonso XIII, quedará inaugurado de manera oficial un camino que permitirá precisamente eso, poder admirar y contribuir a la protección de una garganta extraordinaria, en términos geológicos. Un enclave que deja a la vista cómo los saltos de agua durante décadas permitieron conectar los embalses malagueños de El Chorro y El Gaitanejo. En manos de todos queda que este espacio no vuelva a tener que quedar cerrado.