Medio ambiente

Sierra Bermeja pierde 20 toneladas por hectárea de suelo en las zonas más afectadas tras las fuertes lluvias

Los desplazamientos de tierra están provocando exportaciones de carbono fuera del bosque quemado, un compuesto esencial para mantener el ciclo vegetal que el incendio paralizó

Parcelas establecidas en Sierra Bermeja para medir la erosión.

Parcelas establecidas en Sierra Bermeja para medir la erosión. / ana i montañez. málagaaim

Ana I. Montañez

Ana I. Montañez

Después de la semana de intensas lluvias que despejaron el tenebroso fantasma de la sequía, tocaba hacer balance. Pantanos recuperados, reservas de agua aseguradas y cultivos aliviados. No obstante, había otro análisis por hacer con menos perspectivas de dar buenas noticias: cómo habían afectado las precipitaciones torrenciales a Sierra Bermeja, aún lacerada por los efectos del incendio de sexta generación que arrasó cerca de 10.000 hectáreas.

Los investigadores del proyecto CILIFO -Centro Ibérico para la Investigación y Lucha contra los Incendios Forestales-, coordinado por Sergio Prats, de la Universidad portuguesa de Évora, y Javier Madrigal, del INIA-CSIC, están examinando las parcelas que colocaron en diferentes puntos de la sierra para estudiar los daños y la recuperación tras el incendio.

Los resultados preliminares demuestran que ha habido una pérdida importante de suelo, arrastrada ladera abajo por las escorrentías de agua que caían con fuerza.

Los resultados de esa erosión se diferencian en función de si se trata de una zona de alta severidad, es decir, donde el fuego fue mucho más intenso, o de baja severidad, donde los daños fueron más leves.

En las zonas de alta, se han llegado a perder 20 toneladas de suelo por hectárea, lo que equivale, según ejemplifica Sergio Prats, a recoger con una pala dos kilos por metro cuadrado.

«No tenían ninguna cubierta en el suelo, no hay acículas de pino porque incluso las hojas de los pinos se quemaron; el fuego fue tan fuerte que quemó todos los troncos y todas las copas de los árboles», explica el investigador de la Universidad de Évora. «En todos los estudios que llevo realizando desde mi doctorado en Portugal, la máxima erosión que he medido ha sido alrededor de seis a ocho toneladas por hectárea».

En cuanto a las zonas de baja severidad, la erosión ronda entre las cinco y seis toneladas por hectárea. «La copa del árbol no ardió y después del incendio han ido cayendo acículas de pino en el suelo. Esas acículas han hecho que la erosión haya sido menor». Con estos datos preliminares obtenidos en tres parcelas grandes -50 metros cuadrados- y tres pequeñas -un metro cuadrado-, los investigadores tratan de crear modelos de erosión para extrapolar los datos al conjunto de la sierra.

Parcela tratada con restos de pino en la que se ha recogido menos suelo erosionado. | CILIFO

Parcela tratada con restos de pino en la que se ha recogido menos suelo erosionado. / CILIFO

Exportaciones de carbono

El incendio provocó que el dióxido de carbono que el bosque había absorbido se liberara a la atmósfera, porque los árboles son grandes reservorios de este compuesto, al igual que lo es el mar.

El suelo ha demostrado que también es un gran capturador de carbono y que este es esencial para mantener el ciclo vegetal. Prats lo explica con un jardín con un poco de hojarasca caída de las plantas:

«Se va descomponiendo poco a poco y las plantas vuelven a tener hojas, vuelven a largar sus hojas al suelo, y hay un ciclo. El carbono que hay ahí se va produciendo por las plantas y se va incorporando en el suelo; las plantas vuelven a coger carbono y las sales minerales y vuelve a haber un ciclo».

Después del incendio, la erosión del suelo está desplazando ese carbono fuera del bosque. Sus efectos aún son desconocidos.

«Ese carbono está ahí, las bacterias lo utilizan, los hongos, las raíces de las plantas y así funciona el ecosistema. Cuando viene el incendio lo que ocurre es que paraliza esa situación, no hay más cosas que comer», continúa Sergio Prats, que añade que este es otro de los campos de investigación que tiene abiertos CILIFO.

«Todavía no está muy claro si ese carbono que se está exportando irá al mar o a las presas que hay abajo, si en su camino desaparecen o si vamos a acumularlo en otro lado... lo que está claro es que está saliendo de la zona de bosque y se están yendo a otros lados. El bosque quemado se está quedando sin carbono».

Hasta 400 litros por metro cuadrado en una semana

El equipo de CILIFO cuenta con una red de pluviómetros en las áreas que están estudiando para poder calcular la erosión del suelo. Entre el domingo 20 y el 27, se contabilizaron entre 390 y 400 litros por metro cuadrado, lo que produjo la caída de torrentes de agua montaña abajo.

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