El cambio climático que se produce a veces tras unas elecciones es tal, que para evitar riadas y congelaciones súbitas existen ciertos mecanismos de amortiguación. Uno de ellos es el premioso proceso de constitución de los órganos de las instituciones, durante el que en las oficinas, despachos, pasillos y escaleras en apariencia todo sigue igual, y se mantienen más o menos las formas, evitando que el rumor de los cuchicheos y las intrigas superen los decibelios tolerables. Otro es la persistencia de los carteles que cuelgan de columnas de luz o dominan desde las vallas, en los que todos los candidatos aparecen embalsamados en el instante previo, sin que, en los rostros, la luz de la esperanza de unos y de otros haya cambiado de intensidad. Y otro es, en fin, la faz de los electores, igual de inescrutable que antes de que, con su voto, dieran y quitaran, pusieran o depusieran.