El Régimen cayó. Nos quedamos solos con nuestros argumentos. Ya no podíamos justificar las mentiras, ineficacias, infantilismos e irresponsabilidades con el auxilio de la lucha contra la tiranía. Lo escribía un viejo liberal hace algunos años. ¿Pero no es el mismo escenario en el que se hallarán los guías de Europa si fracasan sus impertérritos idearios para salir de la crisis y coser de nuevo a la Europa del euro? Merkel se enfrenta a la historia. Merkel y, en menor medida, Sarkozy. En su alianza con los mercados –y en la necesidad de custodia de sus bancos, no lo olvidemos–, han derribado gobiernos democráticos y han situado a tecnócratas para gobernar un país. En Grecia han fulminado a Papandreu por pedir un referendum y en Italia han pisoteado a Berlusconi colocando a un economista, Mario Monti, como si regresaran los tiempos del despotismo ilustrado o alguien hubiera decidido que un país se puede gobernar ganando unas oposiciones.

Y, sin embargo, se intenta cumplir el guion trazado por el directorio europeo y los mercados. El lastre es enorme. Las políticas de austeridad para cumplir los objetivos tienen consecuencias negativas en las economías nacionales. ¿Pero quién está seguro de cuando se entreguen los deberes y se consuman las reformas se descomprimirá la economía? ¿Y si falla el camino dibujado por Alemania? Merkel no admite que los países de la Unión Monetaria emitan deuda conjunta (los eurobonos) y tampoco alimenta que se apliquen quitas bruscas. El control férreo sobre el Banco Central Europeo golpea su flexibilidad y le enclaustra, con lo cual se crea un círculo vicioso. El jueves, el BCE intervino para salvar a España, pero sin excesivas simpatías. Dominado por criterios severos, apenas garantiza más oxígeno del obligado para salvar una vida. ¿Qué le impide comprar deuda europea homologándose a EEUU o Gran Bretaña? El BCE ha adquirido 180.000 millones de deuda pública frente a los 250.000 millones de libras del Banco de Inglaterra (una economía que es el 25% de la zona euro) o los 950.000 millones de dólares comprados por la Reserva Federal. Ni en Gran Bretaña ni en EEUU se han detectado síntomas inflacionistas. ¿Y no es ése el miedo cerval que engulle a Merkel, atrapada en la historia trágica de su propio país?

Merkel ha pedido más política para salir de la crisis. Es, precisamente, el déficit mayor que se percibe en esta colosal depresión. La política, relegada por los mercados, o siguiendo sus pautas. En España no se sabe si los ciudadanos votaron este domingo para darle el triunfo a Rajoy (según admiten todas las encuestas) o contra la crisis. Ni si el lunes o el martes Rajoy podrá soportar la presión de los mercados. La crisis ha debilitado la autonomía de los gobiernos y éstos aceptan su provisionalidad. CiU ya ha pedido un gobierno de concentración. Hasta ese punto se ha identificado el vendaval económico con la alterada geometría democrática.

No ayuda el nuevo «kaiser» alemán. Pide que se cumplan los criterios de estabilidad y alerta de que los países han de ceder competencias a los espacios comunes para garantizar el futuro de Europa. De acuerdo, y es necesario, porque parte de los males de hoy vienen de ese desajuste original. Al mismo tiempo, sin embargo, se opone a los eurobonos y maniata al BCE «porque no puede ser el prestamista de Europa». Ahí está Inglaterra, ahí está EEUU que contradicen el criterio. En todo caso, si los gobiernos consuman sus cometidos –y en esa senda están– y la economía tampoco toma oxígeno así, Merkel se quedará desnuda contemplando un retrato de Bismark. Sólo que ya no habrá remedio.