En la película El tercer hombre, el honesto ciudadano Holly Martins, encarnado por Joseph Cotten, es cuestionado por su amigo corrupto Harry Lime, a quien da vida Orson Welles, mientras ambos ascienden a los cielos subidos en la famosa noria del Prater de Viena. «Mira allí abajo. ¿Sentirías compasión por alguno de esos puntos negros si dejaran de moverse? Si te ofreciera 20.000 dólares por cada puntito que se parara, ¿me dirías que guardase mi dinero o empezarías a calcular los puntitos que serías capaz de parar?». La actitud del personaje de Welles nos resulta a muchos repugnante, pero esta escena se ha apoderado esta semana de mi cabeza a causa de varios asuntos que ahora paso a relatarles y que tienen más que ver con nuestra realidad de hoy que con la magnífica fábula de Graham Greene llevada a la pantalla por Carol Reed.

El pasado lunes, leyendo la prensa, pude conocer el caso de Angustias Cobo, una valenciana de 67 años que perdió las dos piernas cuando tenía 23 tras un complicado parto que acabó en aborto. Después de pasar varios días en la UCI, la intervención le provocó una infección que hizo que se le gangrenasen ambas extremidades y tuvieran que amputárselas. Hace cuatro años le reconocieron un grado de dependencia severo y una ayuda mensual de 416 euros. Ahora han revisado su caso y, aunque su discapacidad no ha variado en absoluto, le han rebajado el grado de dependencia y dejará de cobrar la prestación. Los responsables de velar por su salud aseguran que Angustias ha mejorado notablemente. Ella, que depende de su marido hasta para ir al baño, asegura que es falso. «Siguen sin crecerme las piernas», sostiene resignada, aunque sin perder la gracia y la alegría que su rostro trasmite a pesar de su terrorífica historia.

Angustias es una más de los muchos españoles que a diario son pisoteados por la absurda burocracia, la falta de sensibilidad administrativa y la incompetencia de los que gestionan nuestros impuestos, quienes ahora han ideado la tirana fórmula del copago sanitario o farmacéutico -que en realidad es un repago o un cargo supletorio, ya que los servicios de la sanidad ya los pagamos-. La ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato, ha soltado la bomba: lo de pagar un euro por receta -medida aprobada en Cataluña- se podría aplicar en toda España. Y por supuesto no crean que la inminente subida del recibo de la luz ayudará a equilibrar las cuentas del Ibex 35. Lo que sí hará es amargarnos más la vida a la gente corriente, que somos la mayoría de los ciudadanos.

Pero a los poderosos, como a los bancos, no se les aprieta tanto. Más bien nada. Ellos están libres de pago en esta crisis. El último ejemplo lo hemos visto con los clubes de fútbol españoles, que mantienen una deuda con Hacienda de 752 millones de euros (eso sí que es un gol). Como ven, el garrote se aplica con más decisión en el débil, en aquellos a los que se puede mirar desde arriba pensando que sería mejor que dejaran de moverse. Como los puntos negros de Harry Lime.