Al igual que una familia dispone para su gasto de los ingresos que obtiene (por salarios, por ejemplo) y de los créditos que consiga, los gobiernos financian el gasto público a través de dos vías fundamentales: de los impuestos que recaudan y de los préstamos que obtienen en los mercados a través de emisiones de deuda.

En una situación de crisis como la actual, y especialmente en los países con más dificultades, más endeudados y con peores expectativas, ambas vías se resienten: la recaudación impositiva se reduce sensiblemente y la capacidad de endeudamiento se vuelve más difícil y, sobre todo, mucho más cara.

Cuando la situación se complica de tal manera que un Gobierno no logra colocar sus emisiones en los mercados o cuando ha de hacerlo con un coste muy gravoso, a unos tipos de interés muy elevados y con una alta «prima de riesgo» (el sobreprecio que se exige a los bonos españoles respecto a los alemanes), es cuando llega el rescate. Ya que el Gobierno no consigue obtener de un modo razonable financiación en los mercados, ha de acudir a pedirlo prestado a sus socios (en nuestro caso, a la Unión Europea) o a organismos internacionales como el FMI. Es parecido a cuando una persona ya no puede conseguir más crédito en los bancos y ha de acudir a la familia o a los amigos más directos para obtener el dinero que necesita.

El que paga, manda, y la consecuencia es que esos prestamistas ponen las condiciones (aumentos de impuestos, bajadas de salarios, reducciones de gastos, retraso de jubilaciones, por ejemplo) para realizar tales préstamos, perdiendo el país la capacidad de adoptar autónomamente sus decisiones de política económica. Algo que ya está ocurriendo en buena medida, pero que un rescate impondría de un modo más duro y drástico todavía, con el añadido de que, durante un tiempo, quedaría bloqueado el acceso para financiarse en el mercado. El rescate, en definitiva, consiste en que nuestros socios europeos nos presten el dinero que el país no es capaz de obtener en los mercados, imponiendo duras condiciones y medidas económicas de ajuste.

¿Está España cerca de un rescate de toda su economía? Si y no, al mismo tiempo. Por un lado, la economía española ya se encuentra en cierto modo «intervenida» por unas políticas adoptadas formalmente por nuestro Gobierno, pero inspiradas realmente en Bruselas (o en Berlín). Por otro lado, no podremos mantener por mucho tiempo una prima de riesgo tan elevada como la que estamos soportando (se estima que cada 100 puntos que sube esa prima cuestan alrededor de 12.000 millones en intereses anuales, más que todo el recorte en educación).

Pero también es cierto que el Estado español ha logrado colocar sin grandes dificultades, aunque a un coste muy elevado, sus emisiones de deuda y ha cubierto ya una parte importante de las necesidades de financiación de este año. Ello concede un margen que, por el momento y mientras no se desborde el diferencial de tipos de interés, permitiría eludir el rescate global de la economía española. Claro que siempre que se solucione de modo urgente y favorable el problema que ya no vamos a resolver solos, el del «rescate parcial» de algunas instituciones bancarias, estimado en no menos de 50.000 millones de euros y que no ha logrado atajar la última reforma financiera española que «The Economist» ha calificado como «demasiado poco, demasiado tarde».

Juan A. Vázquez es catedrático de Economía Aplicada