La visita de un ministro no es lo que era. Antes, cuando los ministros nos parecían algo así como la reencarnación de Jehová en la Tierra, tener uno cerca daba para grandes admiraciones y aplausos y cabía extasiarse con su presencia. Quienes vivieron la época del general Franco recordarán sin duda que los cambios de los ministros eran uno de los pocos acontecimientos políticos que se podía comentar y valorar; salvo eso, no cambiaba nada.

El advenimiento de la democracia ha ido en contra de la figura excelsa del titular del ministerio, al que, según se dice, los bedeles llaman hoy «el interino». La culpa no es tanto de los propios ministros sino de quien los nombra, por supuesto, pero una vez que se encuentran ungidos por la gloria terrenal transitoria son ellos mismos los que se retratan y nos hacen ver cuáles son los méritos que les hicieron llegar hasta el despacho.

Es probable que fuese el anterior dueño de la presidencia del Gobierno, Rodríguez Zapatero, el demiurgo más sorprendente a la hora de soltar a la calle sus ministros que, por poner un solo ejemplo, llegaron con la ministra Bibiana Aido a una verdadera renovación de la lengua castellana con frases como aquella de «los miembros y las miembras». En la medida en que las palabras son el vehículo del pensamiento, cabe preguntarse en qué estarían pensando la ministra y, por cierto, su hacedor casi siempre que abrían la boca.

Los ministros de ahora mismo no han llegado, de momento, a ofrecernos tantas alegrías conceptuales pero van camino de lograrlo. En cualquier caso, la visita de cualquiera de ellos, como decía al principio, no es ya objeto de culto. Aunque quizá debería serlo. El titular de Industria, Energía y Turismo dijo días atrás que el Gobierno, aun prefiriendo bajar el IVA turístico, lo ha subido por su sentido de la responsabilidad. Además, nos ilustró con la afirmación, cierta a todas luces y tan responsable como la que más, de que no es lo mismo que el IVA esté al 8 % que al 10 %.

Luego de sopesar la importancia de una constatación así en la que, hasta la llegada del señor ministro, no habíamos caído, éste añadió que habría sido muchísimo más dañino poner el IVA turístico al 21 %. Ante tanta muestra de elocuencia, a nadie se le ocurrió pedirle aclaraciones acerca de cuánto daño sobre nuestras espaldas habrá de caer a causa de su sentido de la responsabilidad o, dicho de otro modo, si no habría forma de conseguir que, siendo un poco más irresponsable, nos doliera menos.

Todo lo que se nos pormenorizó es esa maravilla explicativa del señor Soria de que «hemos conseguido que el Consejo de Ministros dilatara a septiembre» la subida del IVA. ¿Hemos? ¿Quiénes son esos héroes, ajenos, según parece, al propio Gobierno? ¿Será el ministro un infiltrado? Nunca lo sabremos. Los miembros y las miembras de la rueda de prensa se quedaron callados.