Se habla muchas veces de que con su egoísmo y su falta de solidaridad con los países mediterráneos de la Eurozona, Alemania se terminará perjudicándose a sí misma. Es algo que en realidad está ocurriendo si nos fijamos en los indicadores de su actividad exportadora.

La industria alemana ha sido en efecto la gran beneficiaria de la introducción del euro. Como ha dicho con ironía el conocido historiador británico Nial Ferguson: con la moneda única, los alemanes obtuvieron un tipo de cambio italiano y los italianos -dígase también españoles, griegos y otros- el tipo de interés alemán.

Esas ventajas habrían sido imposibles lógicamente con una divisa tan fuerte como el marco alemán y la posibilidad que habrían tenido los otros países de devaluar sus propias monedas para competir mejor con Alemania.

La crisis de los países del Sur, que está perjudicando ya a la industria germana, se ha convertido al mismo tiempo en un acicate para que sus empresas busquen nuevos mercados más lejanos y prometedores, y a ese objetivo iba precisamente dirigido el viaje que hizo la pasada semana a China la canciller alemana, acompañada de una nutridísima representación de su industria.

Alemania tiene una fuerte marca, algo que falta por ejemplo a países como el nuestro. Y va a poder explotarla a fondo, la está explotando ya en los países emergentes, cada vez más necesitados de la más moderna tecnología para competir a su vez con europeos o estadounidenses en nuestro mundo globalizado. Eventualmente, esos países competirán también con Alemania en algunos sectores, pero mientras tanto los compatriotas de Angela Merkel habrán dado nuevos e importantes pasos en materia de innovación tecnológica, uno de sus fuertes.

Resulta significativa la admiración que el exitoso modelo industrial alemán suscita actualmente entre los chinos, como lo demuestran las palabras del director del Centro para China en la Economía Mundial, de la Escuela Universitaria de Economía y Administración de Tsinghua, Daokui Li, en un debate con el citado profesor Ferguson publicado por el semanario Die Zeit.

«Soy un gran admirador del modelo alemán de economía de mercado. Para mí está claro que el mundo no le reconoce suficientemente su mérito (€) Basta fijarse en los hechos: Alemania tiene un récord negativo de desempleo en medio de una de las peores crisis económica que ha soportado Europa en varias décadas. Y ese país nunca tuvo una burbuja inmobiliaria», afirma Li.

Y continúan sus elogios: «Alemania ha liberalizado su mercado de trabajo, pero ha hecho algo más importante. Sus empresas han conquistado mercados extranjeros como el chino y mientras que los Fords y los Toyotas se retrajeron por desconfianza, los Volkswagen y los Audis vinieron con grandes inversiones y trajeron consigo a Bosch, Siemens y otros. Y además creo que el éxito germano no se explica sólo por el tipo de cambio del euro sino que tiene mucho que ver también la calidad de fabricación, gracias a una singular combinación de formación, infraestructuras y de regulaciones laborales y fiscales inteligentes».

Tal es la demanda china de algunos de esos productos que, como explica Li, el superávit comercial alemán con China podría ser incluso mayor si los compradores chinos no tuvieran que esperar, como ocurre ahora, medio año a que llegue su BMW116i o X6. Y por supuesto del comercio con China se benefician no sólo esas grandes firmas sino también numerosas pequeñas y medianas empresas de distintos sectores asentadas a lo largo y ancho de Alemana, lo que explica a su vez el bajísimo índice de desempleo.

Li ve también en el modelo alemán más ventajas que en el anglosajón para China, sobre todo para sus instituciones, que se hallan en proceso de cambio debido a la modernización general del país y explica que si el país asiático «copia determinados elementos», podrá ser más eficaz en la protección de sus recursos.

El actual proceso globalizador tiene además una gran ventaja para las naciones emergentes como China, Brasil o la India, y es que sus alumnos más brillantes pueden estudiar y trabajar en los países punteros, como Alemania o también Estados Unidos. Y cada uno de esos chinos que han estudiado fuera puede convertirse eventualmente en un importador de tecnologías. Li cita el ejemplo elocuente del ministro de tecnología de su país, que trabajó algún tiempo como ingeniero en Audi.

Y si países como Estados Unidos se beneficiaron en el pasado de la aportación de talentos extranjeros -lo mismo europeos, como Albert Einstein hasta Werner von Braun, que de otros continentes, -basta repasar el origen de muchos de sus premios Nobel de cualquier disciplina-, hoy, gracias a que algunos de esos países emergentes puede remunerar mejor a sus científicos, les será posible retenerlos o eventualmente recuperarlos.

Por otro lado, como explica Li, si Estados Unidos se independiza un día de las importaciones energéticas y si Europa a su vez impulsa con éxito las energías verdes, sobrarán más materias primas para el crecimiento de China o la India. El optimismo que manifiesta en sus declaraciones el experto chino no tiene nada que envidiar al proverbial de los norteamericanos.