El madrileño Javier Fernández, doble campeón de Europa de patinaje artístico y bronce Mundial en 2013, es de los pocos humanos capaces de completar en un mismo programa un doble salto cuádruple. Su talento es extraordinario. Y por edad, su techo todavía está por conocer. Sin embargo, los Juegos Olímpicos de Sochi 2014, han terminado para nuestro abanderado tal y como comenzaron: con los renglones torcidos. A un patinazo le siguió otro. No hay más vueltas. A casa sin poder lograr para España, 22 años después, otra medalla olímpica de invierno.

Javier tenía todas las papeletas para inscribir su nombre en el palmarés español de los Juegos Olímpicos. Estaba llamado a poner un metal más en ese erial que constituyen las dos únicas medallas «invernales» que nuestro país ha cosechado en toda la historia. El oro del ya desaparecido Paquito Fernández Ochoa acaba de cumplir 42 años; y el bronce de su hermana Blanca se remonta a 1992. Ahí se termina el recuento.

Su primer patinazo se produjo incluso antes de que saliese a desfilar en calidad de abanderado de la delegación española. A pocas horas de ese gran momento, en una entrevista concedida al diario El Mundo, en referencia a la legislación rusa que desde el pasado año lucha contra la propaganda homosexual, manifestaba: «Mejor que los homosexuales se corten un poco estos días en los Juegos y luego que sigan con su vida».

Las redes sociales, en cuestión de horas, se plagaron de mensajes contra el patinador español y tan enorme patinazo. Un reguero de críticas que obtuvieron la reacción del propio Fernández, a través de su cuenta en twitter (@Superjavi150491): «Pido perdón si se han mal interpretado mis palabras y he ofendido a alguien». Incluso replicó, por la misma vía, que su afirmación estaba sacada de contexto.

Pero el daño estaba hecho. Cuando el pasado viernes me dispuse a seguir en directo las piruetas de Javier, consciente de las malas sensaciones que en el ejercicio corto había deparado su tercer puesto, volví a pensar en toda la polvareda levantada durante días. Recordé, por ejemplo, la recomendación de Boti Rodrigo, presidenta de la Confederación de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales Colegas y la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), que le pedía a nuestro abanderado que se leyese la Carta Olímpica y el respeto a los derechos humanos que propugna.

Javier tenía que luchar contra la historia, pero también contra tanto ruido ambiental. Frente a más de dos décadas de sequía, cualquier mínimo error podía condenarle a tener que esperar otros cuatro años para saborear esa gloria olímpica. En una disciplina tan compleja, la sangre fría es indispensable. Ni siquiera el nuevo campeón olímpico, el japonés Yuzuru Hanyu, estuvo exento de caerse.

Lo de nuestro representante, no obstante, fue increíble. Él, que con tanta facilidad ejecuta los cuádruples saltos, dejó el que tenía programado en triple salchow. Un puñado de puntos menos y fuera del podio. Patinazo. Todos, homosexuales o no, nos quedamos «cortados». Un poco. Luego, «continuamos con nuestras vidas».