La idea de jurisdicción universal es una bella utopia, y hay desde luego algo maravilloso y quijotesco en la aspiración a que España se convierta en su adalid mundial, cargando contra cualquier tirano que mata o persigue a los indefensos, como un día ya lo hizo al procesar a Pinochet. Por otra parte Don Quijote no deja de ser un reflejo paródico del ideal caballeresco, que a su vez no es patrimonio español, sino que hunde raíces en una leyenda tan constitutivamente occidental como la del Rey Arturo y Camelot. Ahora bien, para manejar la historia completa no deberíamos olvidar cuál fue el final de Arturo, ni tampoco cuál fue el de Don Quijote. Los anglosajones atesoran el mito de Arturo, pero no dejan que intervenga en la City, donde custodian sus otros tesoros. No diría que debiéramos imitar su ejemplo, pero tampoco el del caballero de la triste figura, tan seductor como malhadado.