Desconozco si Greenpeace y el Gladiator tísico más conocido como Noé comparten agencia publicitaria, porque es indudable que siguiendo la escuela «minerialista» de Fernando Arrabal sus anuncios gozan de controvertida repercusión, pues según la verde y pacífica ONG, el cambio climático y la intervención en el ártico están produciendo un imparable deshielo que afectará a la Costa del Sol desembocando en crecida de mares y bajada de chiringuitos.

No soy muy amigo de tremendismos, y menos en una época en la que cada palo puesto en las ruedas de los inversores supone mear contra el viento de la recuperación económica, así que no voy a dejarme llevar por las teorías catastrofistas e imaginarme el estadio de La Rosaleda reconvertido en parque acuático. Por mucho que se empeñen los bienintencionados ecologistas no quiero vislumbrar un futuro a medio plazo en el que la Policía Local sea sustituida por hombres rana, los ajustes de cuentas sean con arpón, repunte la venta de barcas hinchables o se críen coquinas en las macetas de un tercer piso. Me niego. Lo que no me parece tan alocado es intuir que algún desalmado ya habrá movido los hilos para expropiar las olas o privatizar espigones, incluso puede que alguno ya esté intentando instaurar mojones y lindes marítimas a ver si con suerte el deshielo amplía sus dominios.

Dicen que las playas malagueñas están perdiendo extranjeros y ganando centímetros cúbicos de agua salada, pero los de Greenpeace no conocen la idiosincrasia de esta tierra y ya les digo que la recreación digital que han publicado jamás podrá materializarse. La Costa del Sol es una señora sexy que nunca se dejará inundar, más bien se empapará poco a poco como una chica Bond. En vez de sucumbir a un cutre tsunami se adaptará como la orgullosa diva que es y dejará que su rebalaje suba lentamente como la falda de un primer amor en la fila de los mancos.

Es posible que Ana Obregón reubique su posado veraniego y luzca bikini en el Caminito del Rey, puede que veamos almadrabas en la Serranía de Ronda, alquilemos hamacas en Almogía o atraquemos submarinos en Competa, pero la Costa del Sol sobrevivirá como una nueva Atlantis con sus espetos y todo. Ya la conocemos, antes muerta que sencilla.

Son muchos los que desde antaño han anunciado el fin del mundo augurando múltiples formas de desaparecer, a cada cual más imaginativa o desesperante, y tampoco faltan los que han creído ciegamente en fechas de extinción que curiosamente siempre son reveladas por personas que nunca han sobrevivido a su vaticinio. Así que ya ven, el mecer del agua al ritmo de un hielo ajado parece ser motivo de alarma costera, y lo cierto es que mientras escribo este artículo me está llegando un tufillo a alga que no me gusta un pelo. Por si acaso voy a ir pidiendo licencia municipal para construir un puerto deportivo en Antequera.

Y aviso a navegantes, que los políticos no se confíen. Los expedientes judiciales flotan.