En un mundo como el de hoy estremece la noticia de la condena a muerte en la horca por «adulterio y apostasía» de Meriam Ibrahim, una joven médico de Sudán, casada con un cristiano. La madre de Meriam, que era cristiana, la educó como tal; ambas fueron abandonadas por el padre, que era musulmán. Por ello, ante las acusaciones ha declarado que ni ha cometido jamás apostasía, ni renuncia a su fe para seguir viviendo. Y ya es medio año el que lleva encarcelada junto a su hijo de casi dos años, atada con cadenas en los tobillos dentro de una sucia celda. En este estado acaba de dar a luz a su segundo hijo el 27 de mayo, sin asistencia sanitaria.

La noticia ha dado la vuelta al mundo y ha recogido cientos de testimonios en contra de la tiránica sentencia. Pero€ ante una injusticia de este calibre, que demuestra una tiranía y un abuso feroces con respecto a los derechos de las mujeres, sean del credo que sean, ninguna comunidad de feministas ha soltado ni una palabra al respecto. ¿Por qué? ¿Porque todo lo que no huela a ideología de género no merece defensa y lucha alguna?

La defensa de los derechos de las mujeres es algo mucho más profundo que los gritos de a quienes sólo interesa una mujer politizada, que lidera una lucha de derechos instrumentalizados, y absolutamente intolerante con otras manifestaciones no afines a su ideología.

Queda claro que el feminismo es una cosa, pero la defensa real de la mujer es otra muy diferente. Las injusticias que sufren las mujeres en el mundo por el mero hecho de serlo, merecen una defensa recta, tolerante e imparcial. De lo contrario, sólo servirá al juego de quienes las utilizan como excusa para otros fines.

Meriam, gracias por tu fuerza y tu coherencia. Deseamos enérgicamente que se acabe ya este calvario y puedas volver a casa pronto.