En mi tierra, dar es una cosa y prestar es otra. Lo prestado debe ser devuelto, mientras que a lo dado se le aplica el refrán: «Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita». Sin embargo, desde el ministro De Guindos y el dirigente del PP González Pons hasta el penúltimo tertuliano insisten en que España ha «dado» 26.000 millones a Grecia. Pues no, no se los ha dado; se los ha prestado. Se pasaría de préstamo a donativo en caso de aceptar un impago, algo que no se desea. En su momento, en 2012, los acreedores privados sí hicieron un donativo al Tesoro griego al aceptar una quita del 53%, pero tras aquello y tras sucesivos rescates, casi cuatro quintas partes de la actual deuda soberana de Grecia es con los estados de la zona euro, el BCE y el FMI. Y es cierto, como afirma el ministro español, que perdonar esta deuda causaría un grave perjuicio a la hacienda pública española, por lo que tal hipótesis ni se contempla. Por lo tanto, nada de donativo. Préstamo sin perdón. Aquí no vale el precepto bíblico de condonar las deudas cada siete años (Deuteronomio 15).

La distinción es importante, porque usar una palabra por otra puede llevar confusión a la opinión pública. En muchos países europeos un número importante de ciudadanos está convencido de que el dinero aportado por su gobierno a los rescates no es prestado (y por cierto a un interés alto, por lo menos las primeras entregas) sino regalado generosamente para que los griegos lo malgasten. Contribuyen a esta falsa impresión las continuas apelaciones al argumento de la «solidaridad». Sería más sincero que los gobiernos dijeran: «estamos prestando a Grecia, a pesar del riesgo que supone, porque en caso contrario se va a hundir y entonces vamos a perder todo lo que les hemos dejado hasta ahora, y va a temblar Europa entera». Volver esta oración por pasiva es el arma que tiene en sus manos el nuevo gobierno de Alexis Tsipras: plantear a los acreedores que una de dos, o le inyectan el dinero que necesita inmediatamente, o se va todo al garete y se olvidan para siempre de los 244 millones que se les deben.

Lo malo es que, según pinta la cosa, al menos una parte de esta deuda se va a transformar en donativo tarde o temprano, de forma transparente (una quita) o disimulada (alargar al infinito los plazos de amortización). Salvo que Grecia vuelva a crecer sólida y aceleradamente.