Ya está aquí. Creías que nunca llegaría y en siete suspiros la historia cambiará de color una media docena de veces al día. Idealizamos el Domingo de Ramos como el día de los niños, de la inocencia, del celeste, de la palma y del olivo. Creamos en nuestro imaginario un día de gloria en el inicio de la Pasión. Málaga se paraliza y altera sus ritmos para convertirse en una ciudad cercada por el sentimiento. Días en los que el olor, el sonido, el tacto, las percepciones de la ciudad cambian... hasta la razón de ser de la ciudad es otra. Sí, otra.

En estas vísperas de metales y carriles cortados nos queda idealizar, imaginar que lo que viene lo justifica. Y así es. A ti, cofrade, no hay que decirte más que esto está aquí, a la vuelta de dos días. Por eso me paro, cuando quieres que el tiempo pase más rápido. Pocas figuras hay en la Semana Santa de Málaga menos valoradas que la del nazareno. Niños y mujeres han encontrado aquí su hueco; los niños, en masculino, ven en este un paso previo a meter el hombro; la mujer, en general, su hueco para poder participar de la Semana Santa de forma activa. Los hombres de mediana edad son hombres de trono, excepto extrañas y honrosas excepciones; aquellos que se retiran del varal parecen encontrar una barrera que no les permite volver a vestir la túnica con la cara tapada.

Sé nazareno. Hazte nazareno. Ilumina la Semana Santa; hazla sonar; ornamenta la procesión. Sé las manos y los pies de una figura anónima cuya presencia da sentido a las procesiones. Ser nazareno es un honor. Velo como tal. Sumaremos más si participamos de la Semana Santa, con el varal o la vela.