La Unión Europea ha desempolvado, consulta popular mediante, el viejo asunto del huso horario. Básicamente se trata de decidir si adelantamos o atrasamos los relojes en verano o nos estamos quietos parados cuando llegue el frío invierno. Winter is coming.

Elena Valenciano, eurodiputada socialista cuyo mayor logro académico y profesional fue afiliarse al PSOE en 1978, se ha choteado por ello de Jean-Claude Juncker, artífice del Tratado de Maastricht, gobernador del Banco Mundial, nombrado Presidente de la Comisión Europea con mayoría absoluta, licenciado en Derecho, doctor honoris causa por Münster, Bucarest, Tracia y Salamanca, amén de contar con la Legión de Honor francesa, la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, el prestigioso premio Carlomagno e infinidad de distintas condecoraciones y reconocimientos de numerosos países. Currículos antagónicos, es decir, como si Belén Esteban se riese de Don Santiago Ramón y Cajal.

La actitud de Elena "la deslenguada" Valenciano ha sido desautorizada a las pocas horas por su propio partido, tal y como ya le pasara a la sempiterna amiga de Baltasar Garzón, la nueva ministra de Justicia, con aquello de abandonar a su suerte al Juez Llarena. En este caso el soplamocos ha sido menos sutil, más sonoro, pues se ha convocado la creación de una comisión de expertos en darle vueltas a las manillas del reloj para decidir la postura española al respecto. Y es que Pedro Sánchez parece haber aprendido la lección y, en vez de improvisar y desdecirse, como viene siendo habitual, ha preferido estudiar el asunto y marear la perdiz a la espera del dictamen de los expertos designados por su valía, su conocimiento y su profesionalidad, o lo que es lo mismo, por su probado seguidismo al régimen, como algunos de los flamantes ungidos de RTVE.

Si quieres que algo se solucione, encárgaselo a una persona, si quieres que algo no se arregle, crea una comisión; Napoleón Bonaparte dixit. Pedro Sánchez olvida que para consultar cuestiones transversales que puedan afectar a la vida diaria del país y obtener una respuesta con las garantías de calidad, técnica y rigor ya cuenta con el Consejo de Estado, que, si bien no está para estos menesteres, sí que actúa desde la objetividad y la independencia. Dos cualidades que dan alergia al actual Ejecutivo.

Lo de la comisión de expertos para ver si cambiamos la hora me suena a cateto, apolillado, ombliguista y viejuno, pues se trata de un asunto analizado hasta la saciedad por científicos, sociólogos y grandes empresarios desde hace más de treinta años. Es como si el gobierno decidiera crear una comisión para examinar el calentamiento global, el budismo, o la influencia del reguetón en la obra de Juanito Valderrama.

Sea como fuere yo me ofrezco desde aquí para formar parte de la famosa comisión. Puedo aportar vitales datos empíricos sobre cómo afecta lo del huso horario a la siesta de pijama y orinal. Asunto importante este, pues no es lo mismo doblar la oreja con el sol en su cenit que despertarte a mitad de etapa del Angliru, que, per sé, la mera contemplación del esfuerzo te obliga a acostarte de nuevo. Y es que el ritmo circadiano varía mucho dependiendo de las horas de luz aprovechadas y los momentos nocturnos dedicados al cachondeo en este país de francachela. Tengo amplia experiencia en la materia, en la francachela, pero me falta un requisito insalvable para ser elegido. No soy primo, cuñado, vecino, compañero de clase, binomio de pádel, socio de gobierno, hermano, colega de la mili, cónyuge, acreedor, simpatizante, asalariado, aliado, mamporrero o esclavo de Sánchez.

Soy ducho en pocos asuntos, y un completo inútil en muchas disciplinas, pero tengo muy clara una cosa: soy un autentico experto en reconocer cuando nos toman por tontos. Así que ya saben, quien quiera meterme en una comisión puede llamarme cuando quiera.

En cambio, Pedro Sánchez siempre será un tonto a la tres. Hora más, hora menos.