Mientras en Inglaterra los británicos se pelean entre ellos por la manera de distanciarse de los europeos, en España nos distanciamos todos por la persistente forma en la que se pelean unos pocos. Al final todo es pelea y distanciamiento. Los medios se llenan de disputas, ataques, y desavenencias, que convierten la actualidad en un patio de colegio, retransmitido a su vez por los medios, cerrando el círculo con nosotros dentro.

Por allí corren unos tratando de no ser pillados por otros; el que huye quiere ser atrapado y el que persigue no quiere dejar de correr, así que siguen itinerarios y pautas extrañas, impredecibles para el observador, los perseguidos de pronto se detienen, los que persiguen se alejan de éstos corriendo y desde la distancia amenazan con darles caza. En otro punto del patio, un coro de niños agarrados de la mano danza en círculos, hasta que tantas vueltas marea a los más débiles y los expulsa del juego. El círculo lo compone ahora un triada que más que vueltas va dando tirones, cada uno hacia su lado, tratando de arrastrar a los otros dos, los niños que se habían soltado forman otro coro que los rodea y observa, quieren integrarse en la batalla y jalean sus preferencias. Emergen los equipos y la pelea. Un ruido seco lo calla todo. Ha sido gol en la otra punta del recreo. Un penalti auto-pitado. Un zambombazo contra el muro a puerta vacía. El portero retirado. Solo uno grita el gol, pero chilla mucho. Discuten los que no miraban el partido, que si no era penalti, que si era claro, y se enfrentan los mismos que antes se peleaban, la opinión les filtra la realidad y se la imaginan toda. Victoria épica en el último segundo para unos. Robo descarado para los otros. Suena el timbre. Se acabó, el tiempo siempre lleva razón. Hasta mañana.