Acostumbramos a perdernos por paraísos lejanos, a la caza de aventuras o de itinerarios con los que a base de adrenalina podamos evadirnos de la rutina diaria. Pero en esa búsqueda tan humana de nuevas experiencias olvidamos con demasiada facilidad que muy cerca de nosotros mismos tenemos territorios cercanos en los que encontrar lo que de otra manera tanto recurso llega a costarnos.

Te empeñas por localizar aguas cristalinas en las que bucear sobre praderas submarinas sin haberte sumergido todavía en los fondos del Paraje de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo, con salida y meta bien en el paseo marítimo Antonio Mercero de la nerjeña playa de Burriana o en el paseo Andrés Segovia de la vecina localidad granadina de La Herradura. O lo mismo ignoras tener dunas en Marbella o en El Morche cuando te trazas una ruta turística con destino en El Algarve o en los arenales marroquíes del entorno del Rif o allá abajo, en la otrora Villa Cisneros (hoy en día Dakhla).

En esto de hacer más cercanos muchos de nuestros tesoros medioambientales, te dan lecciones de conocimiento residentes foráneos que quizás sí tengan esa perspectiva tan necesaria para subrayar la excelencia. Te pueden dar una clase magistral en el corazón de la ciudad, de paseo por calle Larios o el Palmeras de las Sorpresas, o bien a dos mil y pico metros. Porque te ocurre. Llevas perdida la cuenta de las veces que has subido a esa cota provincial a medio camino entre la comarca de la Axarquía y las vegas de Zafarraya y, de repente, en un ascenso colectivo irrumpe al fondo la voz de un anciano alemán. «Vosotros tenéis el privilegio de tener cimas de más de 1.500 metros de altitud a apenas seis kilómetros del mar. Estas vista del Mediterráneo son un privilegio para cualquier ser humano. No existe otro lugar del planeta que te proporcione la misma experiencia», proclama.

Directo y sin anestesia, ese palmetazo de realidad te hace ver de otra manera lo mismo que has tenido ante tus ojos desde que ni siquiera tenías uso de razón. Por eso hay experiencias vitales que toda persona nacida en esta tierra debiera disfrutar al menos una vez. Quizás no sea apta para cualquiera la subida más exigente de las cuatro principales que guían hasta La Maroma, la que toma la ruta más empinada con salida en Canillas de Aceituno, el pueblo del chivo a la leña, pero disponemos de alternativas mucho más livianas, como la que en poco más de hora y media conduce hasta lo alto desde El Robledal granadino. Por no hablar de mis rutas favoritas, la de Sedella, con vistas cari permanentes de la Axarquía oriental, o la de Alcaucín, a través de la Loma de las Víboras, donde el sábado 27 de abril va a tener salida y meta la cuarta Ultra Trail de la Axarquía (aunque esa es otra historia, reservada a ya iniciados en el montañismo).

Una vez «conquistada» La Maroma no te olvides de plantearte una subida nocturna, en la luna llena de agosto, para hacer noche y desayuno tan cerca del cielo. O, sin esperar a que te lo diga un senderista germano, sube desde la Cueva de Nerja los poco más de 1.500 metros del pico del Cielo. Verás el mar con otros ojos. Y a ti mismo, también.