Sumidos en este sindiós, donde nada ni nadie importa más que ellos, conviene empezar estas líneas recordando una secuencia de la cada vez menos surrealista 'Amanece que no es poco' (José Luis Cuerda, 1989) La secuencia en la que todo el pueblo celebra con fervor la llegada de su alcalde. Aquella en que los niños cantan por la calle y los campesinos portan ramas de olivo y le gritan al munícipe: ¡Alcalde, nosotros somos contingentes, pero tú eres necesario!

Jordi Sabaté Pons ha sido uno de los ejemplos de individuo contingente, de mero panorama de fondo, un dni sobrante sobre el que asaltar carreteras y plazas para hacer la pseudorevolución más burguesa y egoísta de éste y del pasado siglo: la revuelta indepe en Cataluña.

Jordi Sabaté Pons era empresario hasta que, aún siendo joven, los síntomas de la terrible enfermedad que le atenaza le impidieron seguir luchando por su empresa. Ahora, su enorme empresa es seguir vivo y mantener la dignidad contra la degradación progresiva a la que condena el cruel padecimiento que finalmente le diagnosticaron. Anteanoche, el ciudadano Jordi Sabaté Pons escribía esto en su cuenta de Twitter: «Hoy, gracias al bloqueo que los CDR han hecho en barcelona, he tenido que defecar en mi cama ya que mi cuidadora se ha visto afectada por este bloqueo. Yo tengo ELA, y soy totalmente dependiente, y sé que muchos al leer esto os burlaréis de mí, pero me da igual». Por lo que he leído en las respuestas a su denuncia, legítima como pocas, son más los abrazos que las burlas o las justificaciones sobre que el fin justifica los medios -de las que convendría hablar menos para no seguir otorgándoles un protagonismo que ni tienen ni sirve para construir nada más que cansancio y rabia; odio, incluso-.

Hemos llegado a un punto en que lo único que importa y mueve millones de dígitos en las pantallas es lo que no importa. Cualquier estupidez es más mimada en el negocio audiovisual y seguida por el ocio de la ciudadanía que un descubrimiento científico, algún argumento cultural que nos pueda transformar por dentro o debate político no partidista que, de verdad, encare con seriedad y solvencia los problemas reales de nuestro tiempo. Por eso no escandaliza como debiera esta sensación de desgobierno. Este parchear con congeladas sonrisas políticas los maquillados fracasos personalistas que nos han llevado a todos a las urnas otra vez, y a Jordi Sabaté Pons, a quien no tengo el sin duda honor de conocer personalmente, a defecar en la cama. Y es que, durante horas, ningún responsable pareció hacer otra cosa que mirar, como si no fuera con él, cómo se cortaba una carretera fundamental con decenas de camioneros andaluces. Algunos, por cierto, tragando quina mientras se les acababa el gasoil y la paciencia; el gasoil que mantiene el motor arrancado que enfría las frutas en la nevera del trailer y la paciencia de sentirse tan 'contingentes' como el paisaje de fondo. Ese paisaje que se nos está llenando de irresponsabilidad y de mierda.