El presente año 2020 quedará sin duda marcado en la memoria colectiva de la humanidad como el año de la pandemia del Covid-19. Cuando parece que la situación en nuestro país parece controlada, pero el virus se muestra extraordinariamente activo en otros lugares del mundo, especialmente en Rusia y en América, es posible establecer, de manera aún provisional, las similitudes y las diferencias entre esta emergencia sanitaria mundial con la que ocurrió hace poco más de un siglo, en concreto entre los años 1918 y 1919.

Entonces, el planeta se vio arrasado por otra gran pandemia, la de la mal llamada gripe española que, según los cálculos más prudentes, infectó a unos 500 millones de personas y produjo 50 millones de muertos. Sin duda, la humanidad ha cambiado y mucho en estos últimos cien años y la medicina ha dado pasos de gigante. Pero asombran las coincidencias entre ambas catástrofes sanitarias.

Para empezar, hay que decir que ambos virus, el Covid-19 y el AH1N1 tienen en común que han 'saltado' a los humanos desde su reservorio natural en animales como las aves en el caso de la AH1N1 y los pangolines o los murciélagos, en el caso del Covid-19. Ambos, además, comparten un altísimo poder de contagio y que este se lleva a cabo, fundamentalmente, de persona a persona a través, fundamentalmente, de las secreciones respiratorias que se producen sobre todo al respirar, toser o estornudar.

Está claro que el origen geográfico del actual coronavirus: la ciudad china de Wuhan. No lo está tanto el lugar donde se produjeron los primeros casos de la gripe de 1918. Los especialistas no se ponen de acuerdo sobre el origen de aquella pandemia. Para unos se generó en la localidad estadounidense de Haskell, en Kansas. Otros opinan que fue en el campamento militar inglés de Ètaples, en el norte de Francia. Finalmente hay quien sostiene su origen hay que localizarlo en Shanxi, al norte de China.

La rápida expansión a todo el planeta de ambas pandemias también se explica por la globalización y el movimiento constante y masivo de la población, tanto en 1918 como en 2020. Entonces eran los soldados que iban o volvían de combatir en la I Guerra Mundial o los 100.000 trabajadores chinos desplazados al norte de Francia para cavar trincheras. Y, hoy día, el turismo de masas y los viajes de negocios entre uno y otro extremo del mundo. Entonces los principales vectores de difusión de la enfermedad fueron especialmente los barcos y los ferrocarriles. Hoy lo son los aviones y los aeropuertos.

Por otra parte, las medidas profilácticas que se pusieron en práctica hace algo más de un siglo y las que están dando resultados hoy día para atajar la propagación del Covid-19 han variado muy poco: aislamiento de los contagiados, mascarillas, aireación de los lugares cerrados, desinfección de edificios, prohibición de concentraciones de personas, clausura de los centros escolares€

Una gran diferencia entre ambas enfermedades estriba en los grupos de edades afectados. Mientras que la gripe de 1918 costó la vida, sobre todo, a personas jóvenes, entre los 20 y los 40 años, en el caso del actual coronavirus, la mortalidad se ha cebado, especialmente, entre los más mayores. Si hace cien años los lugares donde más rápidamente se propagó la enfermedad fueron los cuarteles militares, actualmente han sido las residencias de ancianos.

Entonces y ahora la enfermedad ha afectado a todas las clases sociales. En 1918 enfermaron de gripe, entre otros, el rey Alfonso XIII, el presidente norteamericano Wilson, el primer ministro inglés Lloyd George y los políticos españoles Eduardo Dato o el conde de Romanones. Actualmente han contraído el coronavirus, personajes como el príncipe de Gales, el primer ministro británico Boris Johnson, la vicepresidenta Carmen Calvo o la ministra Irene Montero.

Hace más de un siglo fallecieron víctimas de la gripe el poeta francés Guillaume Apollinaire o el economista y sociólogo Max Weber. Hoy ya no se encuentran entre nosotros a causa del coronavirus la actriz Lucía Bosé, el político Enrique Mújica o el actor norteamericano Mark Blum, entre otros muchos.

Por supuesto, entonces y ahora las instituciones sanitarias se vieron desbordadas y al borde del colapso. En 1918 eran las Casas de Socorro y los escasos hospitales. Entonces hubo que improvisar hospitales de campaña, como los pabellones Docker en Madrid, instalados junto al entonces Hospital Provincial y al de San Juan de Dios. Igual que estos meses atrás ha funcionado el hospital de campaña de IFEMA o el que se ha montado en Málaga, sin llegar a funcionar, en la Ciudad Deportiva de Carranque.

Curiosa pero significativamente, en ambas infecciones, la mayoría de los enfermos curan. Pero cuando se produce un agravamiento que puede conducir a la muerte se debe tanto entonces como ahora a lo que los médicos llaman una tormenta de cicotinas, una reacción desmedida del sistema inmunitario que conduce a un colapso respiratorio. Pero mientras hoy día los respiradores mecánicos han ayudado a salvar muchas vidas, en 1918 estos mecanismos no existían.

Un siglo de avances farmacológicos también ha sido importante para salvar vidas en peligro por el Covid-19. En 1918 los médicos, desconcertados, recurrían a remedios como la aspirina o el suero antidiftérico con escasos o nulos resultados. La picaresca hizo que muchos aprovechados pusieran en el mercado remedios supuestamente milagrosos y, por supuesto, ineficaces. En estos meses pasados, también se han manejado medicamentos controvertidos por sus efectos secundarios, a veces fatales, como la cloroquina. Lo que sí parece claro es que los modernos corticoides, como la dexametasona y los antiinflamatorios están ayudando a que muchos superen la enfermedad.

Tanto entonces como ahora los gobiernos se han caracterizado por una reacción tardía y por una política informativa poco transparente. En 1918 los países implicados en la I Guerra Mundial, especialmente Francia y el Reino Unido, censuraron las informaciones sobre la pandemia de gripe para no bajar la moral de la población. Hoy día muchos países han adoptado las medidas de contención a destiempo y manipulan, intencionadamente, sobre todo las cifras de fallecidos.

Como toda situación de alarma social y desconcierto, la pandemia de gripe de 1918 y la actual pandemia de coronavirus han generado bulos absurdos, hoy difundidos a través de las redes sociales. Entonces muchos creyeron que la enfermedad la propagaba las obras del metro de Madrid, el humo de los primeros automóviles o el adhesivo de los sellos de correos. Hoy muchos quieren convencerse de absurdos como que la enfermedad se transmite a través de las redes 5G o que beber alcohol o lejía protegen del contagio.

Entonces como hoy el personal sanitario en primera línea de lucha contra ambas pandemias dio y da ejemplo de entrega y profesionalidad. En lo que va de 2020 y solo en España se han contagiado más de 52.000 profesionales sanitarios, habiendo fallecido 63 hasta principios de junio. Hace un siglo, las víctimas mortales se contaban por cientos entre los médicos rurales hasta tal punto que el Estado tuvo que movilizar a los estudiantes de medicina de último curso de carrera para cubrir estas bajas.