Querido Don Alfredo,

Han pasado ya 94 primaveras desde aquel 4 de julio de 1926 donde viste por primera vez la luz en: «Barracas la boquita de la boca, el silbato dio comienzo a tu partido...», como dice nuestro común amigo y genial artista Antonio Bartrina en aquel maravilloso tango que un día compuso para ti.

Nada hacía presagiar por entonces hacia donde te iba a llevar la vida. Pero el amor que procesabas por las pelotas de trapo que te cosía tu mamá de cuando en cuando para poder disfrutar del noble arte del balompié que tanto te apasionaba, y así poder emular a tu gran ídolo Jose María Minella -quien curiosamente te daría la alternativa allá por el mes de julio de 1945 en el River Plate de tus amores-, te llevarían en volandas hacia el camino del éxito. Y eso que cuando eras apenas un pibito de 5 o 6 añitos querías ser piloto de avión; ¡Qué Carajo!, si de mayor sentiste pánico de los pájaros de acero que surcaban los cielos de todo el mundo. Ha llovido mucho desde entonces, pero tu legado ha sido legendario, quizás el más grande de todos los tiempos.

Recuerdo tu rostro embriagado de añoranza y preso de la melancolía de otros tiempos, cuando me contabas lo duro que fue para ti dejar a River y a tu familia en Buenos Aires. Te embarcaste en aquellos momentos en el gran sueño colombiano de la mano de Alfonso Senior, aquel extraordinario presidente fundador de Millonarios de Bogotá, que logró reunir a una gran congregación de estrellas y donde tú fuiste la cabeza visible del denominado «Ballet Azul» que tan extraordinariamente jugaba al fútbol.

Fueron unos años maravillosos donde tu nombre se hacía cada vez más popular, tanto que el Real Madrid se acordó de «Millos» para celebrar el 50 cumpleaños del Club, y donde el amor a primera vista que sintió don Santiago Bernabéu por ti, se hizo patente nada más pisaste el césped del Viejo Chamartín. En aquel momento y con la danza más celestial que jamás se haya visto sobre un terreno de juego, lograste cautivar a toda la hinchada madridista que quedaría prendada de ti para el resto de sus vidas.

Aquella visita sin lugar a dudas fue la que marcó un antes y un después tanto en tu vida, ya que poco después ibas a cruzar el charco definitivamente para embarcarte en una aventura extraordinaria, como en la del Real Madrid, ya que a pesar de que la fundación oficial del club databa precisamente de medio siglo antes, el camino a la gloria comenzaría a forjarse a partir del día 23 de septiembre de 1953. Ese día tan señalado fue cuando por primera vez te enfundaste la camiseta «limpia y blanca que no empaña», para enfrentarte al Niza francés en tu partido de presentación. El resto es ya historia.

Contigo llegaron las ligas, las Copas, las Copas de Europa, las Copas Latinas, la pequeña Copa del Mundo y la ansiada Copa Intercontinental que tanto significó para don Santiago. Hasta hubo que ampliarse el estadio porque todo el mundo quería ir a ver jugar a la Saeta Rubia. La televisión en blanco y negro no era suficiente y gentes llegadas de todos los rincones del planeta querían ver a aquel rubio de rizos de oro con ojos azules que tan locas volvía a las defensas rivales de todo el viejo continente. ¡Qué bonito era el fútbol por aquel entonces!, cómo te admiraban y cómo te quería la gente, tanto que lo convertiste en el pasatiempo favorito del ser humano.

Pero como todo en la vida, un día tuviste que decir adiós y desde entonces todo pareció más feo. Los días de vino y rosas dieron paso a la nostalgia de un tiempo mejor, al igual que aquella que te invadió cuando dejaste por primera vez tu tierra. Pero la suerte que tenemos todos los amantes de tus viejas hazañas es poder echar la mirada hacia atrás y comprobar que tu legado es eterno.

Tristemente nada tiene que ver el fútbol de tu época, el de «verdad», con el que se juega hoy en día. Otro Gran maestro como tú, Juan Manuel Lillo, lo califica como «fútbol de piscifactoría», lo que viene a decir que el futbolista se «hace» no «nace», dejando a un lado el talento innato y la imaginación para dar paso a la fuerza física sin control. No solo eso, sino que literalmente han «robado» el fútbol a los aficionados, quienes son los que de verdad hacen relevante a este juego. Y todo ello a cambio de un puñado de sucios y jodidos euros/dólares.

Todo esto es muy triste sin ti. La gran familia del deporte rey por excelencia ha quedado desestructurada sin tu presencia, y algunos se están lucrando de una manera miserable con ello. Pero solo quiero que sepas que los que te queremos de verdad vamos a seguir honrando tu memoria, manteniéndola muy presente para que tu legado jamás caiga en el olvido.

Gracias Viejo por tus lecciones de artista, rauda flecha que nos logró conmover. Don Alfredo, gardeliano y futbolista, «sos» un malabarista del balón y los pies.

Feliz 94 cumpleaños, ¡Vieja Saeta!