El ministro de finanzas irlandés, Paschal Donohoe, y el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, han derrotado a Nadia Calviño. El irlandés es el nuevo presidente del Eurogrupo. Iglesias sí, Calviño no. Tratar de vencer al presidente del Gobierno de la nación y a su coalición con Pablo Iglesias no es tarea fácil. Nadia ha echado un pulso y ha perdido. Los esfuerzos de la ministra, amenazas de dimisión incluidas, para defender la moderación y cordura ante diversas propuestas excéntricas de sus socios de Gobierno la han alejado de Sánchez. El presidente no se ha visto especialmente activo en cerrar apoyos con «los del norte». Se le ha notado excesivamente prudente y «reservón» días atrás, parece que le molestara incluso las preguntas acerca del Eurogrupo. Así que Calviño fuera y vía libre para Iglesias. La economía española llora.

Lo cierto es que Nadia se ha quedado sola en esta batalla. Pese a que Merkel ya la señaló semanas atrás, no ha sido suficiente para arrancar algún «sí» de 'los halcones'. Tampoco ha ayudado el tardío apoyo de Francia. Los franceses, como siempre, haciendo amigos. Al final, «la nueva liga hanseática» no solo se ha comido a Calviño, también ha devorado a la alemana. Ahora mandan 'los frugales', mandan los pequeños. Manda la más estricta ortodoxia.

El bueno de Donohoe busca 'guía' por Bruselas. Los pasillos de Justus Lipsius no le conocen. Sin quitarle ningún mérito, cualquiera que pasara por allí se hubiese llevado la presidencia. Cualquiera, menos un representante del Club del Déficit. El voto para nombrar a Calviño también tuvo en cuenta la crispación instaurada en nuestro país. Además, meter al lobo (europeo) en casa daría más de un quebradero de cabeza al Gobierno de coalición. Sea como fuere, la votación arroja una sensación de castigo a «los del sur», y así ha sido.

La meritocracia se ha quedado de nuevo sin premio. La diplomacia europea mostraba a Nadia Calviño como la favorita. Su impecable currículo en Europa y el apoyo de los grandes atajaba toda discusión, solo faltaba el esfuerzo diplomático de nuestro Gobierno, y este no ha sido el más adecuado. Sin él era muy difícil convencer a 'los del norte'. Sorprende que, con todas las mayores economías de Europa de nuestro lado (80% del PIB europeo), no consigamos abrochar la mayoría. Nuestro estrepitoso déficit estructural y el cuestionado Gobierno de coalición han sido motivos más que suficientes para el 'NO' a España. Tampoco han ayudado algunas declaraciones recientes del presidente negando toda posibilidad de pacto con la principal fuerza de la oposición (pésimo mensaje a Europa) o que desde la vicepresidencia se haya planteado, por ejemplo, la legalización de inmigrantes que, más allá de lo oportuno o no de la medida, no era el momento horas antes de confiar a España una de las posiciones más estratégicas que existen en Europa, la presidencia del Eurogrupo. El debate, sin duda, era otro.

Nadia ha encontrado en su ministerio un trampolín de acceso a los cargos de relevancia en Europa, lo que no contaba es con tirarse desde el trampolín con un flotador pinchado gracias a sus socios de Gobierno. Se ha hundido en la crispación. Una lástima para una economista extraordinaria. Compartamos o no sus criterios técnicos, se lo merecía. Nadia vende su apartamento de Bruselas: victoria de Iglesias.

Con todo, muchas cuestiones están aún por resolver en la Península Ibérica. La superministra debe reponerse de este duro batacazo y afrontar varios asuntos con especial urgencia. En primer lugar, la situación más grave del último siglo requerirá el apoyo de todos los grupos a las medidas estructurales que se avecinan. Pero no podemos confundir el apoyo a estas medidas con un consenso que solo busque contentar a unos y a otros. Esto no es de lo que estamos hablando. Hay que dar paso a las medidas impuestas por los que saben, no es un consenso entre políticos. Por favor, no torpedeen más la economía.

En segundo lugar, la sostenibilidad de la deuda parece posible siempre que los tipos medios de interés continúen bajando y provoquen un efecto expansivo tal que sitúen al crecimiento por encima del tipo medio de financiación; cuestión distinta será la devolución del principal. Ahora mismo es pronto para vislumbrar ese escenario, aunque lo anterior no evita la tremenda situación de endeudamiento que nos espera. Un disparate peligroso.

En tercer lugar, Sánchez desoye a De Cos. El presidente diseña una inminente subida de impuestos y no quiere esperar. Europa plantea justo lo contrario. El gobernador del Banco de España, con la ayuda de su potente servicio de estudios, ya ha anunciado el recetario. Del mismo se desprende que, una vez superada esta situación de asfixia, toca aumentar la cesta impositiva en el medio plazo y adoptar un amplio conjunto de medidas estructurales. Los impuestos que suban serán aquellos que menos impacten en el crecimiento (a esto último hay que hacerle seguimiento, suena raro), pero primero hay que eliminar todo el gasto improductivo e ineficiente, así como adelgazar ciertas estructuras cuasi administrativas. En definitiva, una llamada de atención para la que se nos viene encima: mucha ortodoxia y una reducción severa del gasto, ya que tenemos que minorar nuestro desmesurado déficit. Cumplir con lo anterior traerá medidas muy duras para nuestro estado del bienestar, y que necesitarán del apoyo unánime de todos (lío a la vista). Por eso, les pedimos a nuestros dirigentes dos cosas: la primera, que ejecuten el plan de De Cos; la segunda, y no menos importante que la primera, es que no es necesario que hagan nada más, así que tomen vacaciones. Fecha de reincorporación: «se les notificará». Excepto tú, Nadia. Tú continúas.

*Sánchez es profesor de Finanzas de la Universidad de Málaga