Opinión | Palique

Dadme una paguita

El rey emérito Juan Carlos I.

El rey emérito Juan Carlos I. / EFE

El rey quiere volver. España se enfrenta a esta frase en casi todas las épocas de su historia. El emérito dice que se aburre pero a juzgar por toda la gente que afirma que habla con él, debe estar divertidísimo al teléfono mañana, tarde y noche. Juan Carlos no tiene causas pendientes, así que podría volver cuando quisiera, otra cosa es la reprobación social y las medidas de márketing que se han tomado, como mantenerlo alejado. Y otra cosa son sus pretensiones: vivir en la Zarzuela y tener una asignación «para vivir». Como un rey, se entiende. Ahora que se ha ido está más presente que nunca. Antes, cuando parecía respetable, lo teníamos en los telediarios y hasta en la sopa, ahora lo tenemos de carnaza; todos los días en los programas del corazón, en el corazón de no pocos radiofonistas y en las redes sociales. Tenemos un problema real pero nadie sabe qué hacer con el rey. Realmente. Encima, se cruza el caso de Corinna. Los británicos siempre han sido de hurgar mucho en nuestra monarquía y algún magistrado de allí quiere juzgar a Juan Carlos, cuando todavía ellos nos deben una explicación por lo de Catalina de Aragón. Esperemos que en los juzgados británicos no se dé el porcentaje registrado en el Parlamento de Westminster: rastros de coca en once de los doce baños, según noticia que estamos conociendo estos días de fuentes bien sobrias.

El rey Juan Carlos quiere volver a casa por Navidad. Dios lo guarde muchos años, pero seguramente tiene presente que esta pudiera ser una de sus últimas navidades. Aunque con los reyes nunca se sabe: son muy de enterrarnos a todos. Entre los españoles, que primeramente lo admiraron y más tarde se indignaron con él, reina más bien la indiferencia hacia el rey mayor. A don Juan Carlos habrán de juzgarlo los historiadores, aunque ahora son los inspectores de Hacienda los que quieren dictar sentencia. Algunos solo aceptan dos veredictos: indecente o culpable.