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En defensa del cine documental andaluz de creación

Imagen del rodaje de un documental andaluz.

Imagen del rodaje de un documental andaluz. / L. O.

Soy una de esos 34 cineastas que se han unido recientemente en torno a la Mesa del Cine Documental Andaluz (ya formada en 2020) para defender la línea de documental de creación de las Ayudas a la Producción de Cine, una línea amenazada de muerte con el anuncio del borrador de la nueva normativa publicada por la Junta de Andalucía el pasado 17 de diciembre.

Nací en Córdoba, tengo ahora cuarenta y dos años y me dedico a esto desde hace más de quince. En 2006, tras terminar mis estudios de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Málaga y Fotografía Artística en San Telmo de Málaga, fui seducida por algunas de las películas que se habían producido desde el Máster de Documental de Creación de la UPF de Barcelona, en especial Monos como Becky (Joaquin Jordá, 1999) de Joaquin Jordá y En construcción (José Luis Guerín, 2001) y decidí desplazarme hasta allí para continuar mis estudios. Por aquel entonces, era imposible acceder a este tipo de formación en Andalucía, así que, como muchas otras aspirantes a cineasta, me mudé a Cataluña con el apoyo de una Beca de Especialización de Estudios Artísticos de la Junta de Andalucía que me permitió disfrutar del privilegio de dedicarme plenamente a ello durante dos años.

Desde entonces, movida por una vocación y una pasión por el cine que me cegaban y me ayudaban a olvidarme de la precariedad que me rodeaba, no he parado de escribir, montar y dirigir películas que pueden considerarse parte de este subgénero que llamamos cine de no ficción, documental de creación o cine de lo real.

Hace algunas semanas, el cineasta malagueño Alejandro Alvarado me preguntó cómo llevaba el proyecto de mi nueva película. Es un documental de creación con el que recupero una historia olvidada que sucedió en la ciudad de Córdoba en el SXVII, un desconocido levantamiento de mujeres sobre el que ya trabajé en mi último cortometraje Una revuelta sin imágenes y que ahora quiero poner en escena para ahondar en la relación entre los gestos y los rostros de las mujeres que lucharon en el pasado con las del presente.

Cuando Alejandro me preguntó, le dije que estaba contenta porque el proyecto había avanzado enormemente, tras algunos años de investigación y escritura y con algunos apoyos al desarrollo (Ibermedia Desarrollo y Curso de Desarrollo de Proyectos Audiovisuales Iberoamericanos), comenzaba a tener una consistencia considerable como para presentarlo a las Ayudas a la Producción de Cine de la Junta de Andalucía.

El problema fue que, cuando apenas llevaba dos semanas estudiando las bases para presentarme como productora independiente, salió el borrador del 17 de diciembre y me vine abajo. Lo primero que sentí fue tristeza e impotencia. No sabía cómo hacerle frente a una normativa que básicamente eliminaba la línea de documental de creación para concentrarse en el documental divulgativo, un tipo de documental que, por su lenguaje, tiene más fácil acceder a la financiación de Canal Sur. No entendía cómo podía ser que, en los tiempos en los que este tipo de cine está siendo cada vez mejor considerado en festivales, instituciones artísticas y culturales de nivel internacional, estuviera siendo excluido de las ayudas públicas andaluzas.

¿Quién contará estas historias si no lo hacemos nosotros? ¿Quién explorará con ellas las diversas formas de expresión de nuestra cultura? ¿Dejarán de contarse? ¿Permanecerán entonces en el olvido? ¿Tendremos que salir una vez más de Andalucía para poder producir estas películas?

Cuando Alejandro me habló de la Mesa de Cine Documental Andaluz y de la necesidad de reunirnos para evitar que esa normativa se aprobara y lograr que las alegaciones de nuestro sector fueran escuchadas, no dudé ni un momento. En unas pocas horas, conocí a los integrantes de la mesa y la energía colectiva que se está movilizando a su alrededor. Fue entonces cuando me di cuenta de que no estaba sola, que yo también formo parte de una generación de cineastas andaluces que, a pesar de los escasos apoyos públicos recibidos y de tener que estar siempre haciendo malabares con otros territorios para poder trabajar, hace mucho que luchamos para levantar nuestros proyectos fílmicos, contra viento y marea, dándolo todo, con un gigante amor por nuestra profesión y con la convicción de que, a pesar de todo, nuestras películas tienen algo que mostrar y un día todas ellas serán vistas y compartidas.

Desde la Mesa de Cine Documental Andaluz estamos defendiendo el cine documental de creación y toda la riqueza de formas que agrupa: el cine-ensayo, el cine autobiográfico, el diario filmado, el found footage o cine de metraje encontrado, el cine de archivo, el cine de memoria, el documental activista, el cine directo, el documental experimental, o incluso ese cine contemporáneo híbrido que se nutre de las estrategias del documental mezcladas con aquellas de la ficción. Todas ellas nos ayudan a experimentar lo real, a reflexionar sobre lo que nos preocupa, a desarrollar nuevas percepciones de las cosas, a denunciar lo insoportable, a discutir la historia, a rescatar relatos e imágenes olvidadas de los bajos fondos de nuestra cultura, a dar luz sobre las zonas invisibles de nuestro mundo, a volver a contar las cosas de un nuevo modo y, seguramente, a muchas cosas más que se podrían añadir aquí si todos los cineastas y espectadores que aman el cine documental pudieran estar ahora escribiendo esto conmigo.

En el fondo y en la forma, lo que defendemos son esas películas que se nutren de una profunda libertad creativa en su tratamiento de lo real y de un proceso de trabajo siempre en construcción. Si te dedicas a esto, cada vez que comienzas un proyecto es como si se abriera un camino en el medio de un territorio desconocido: no sabes qué clima hará, cuál será el color del cielo o la altura de los árboles de sus bosques, si será un paisaje solitario o estará densamente poblado, si su ritmo de vida será el de un caracol o el de un motor eléctrico, si el viaje durará mucho o si tan sólo era una mudanza. Cada proceso de trabajo es una experiencia única, cada película es una búsqueda.

Me gustaría que las instituciones andaluzas pudieran acompañar la riqueza de estos viajes, porque, como decimos en la Mesa, «defender la diversidad de contenidos y miradas de la creación andaluza es defender nuestra cultura». Así que aquí estamos, siempre con las maletas a punto, invitándoles a todos a viajar con nosotros.