Opinión | Caleidoscopio

El gato de Mourinho

José Mourinho

José Mourinho / Reuters

En la panoplia de estupideces que dejó a su paso por el fútbol español el entrenador portugués José Mourinho, ese cuyo pendenciero dedo señalaba el camino a los aficionados madridistas más radicales, incluido entre ellos el presidente del club, que defendió y mantuvo en su puesto al portugués incluso cuando traspasó las líneas rojas no ya de la rivalidad deportiva sino del comportamiento cívico más elemental, está en lugar destacado la que dedicó a Karim Benzema, el delantero francés del Real Madrid. Si no tienes un perro, dijo Mourinho para justificar en un momento dado los malos resultados de su equipo, tienes que ir a cazar con un gato. Descalificaba así a Benzema, que cargó de esa forma con culpas que no le correspondían, al menos no todas.

La concesión del Balón de Oro al futbolista francés que le acredita como el mejor jugador del mundo en la última temporada no ha venido acompañada, que yo sepa, de una petición de excusas por parte del entrenador que lo menospreció en su día, ni tampoco de ese presidente que ahora presume de tener en su equipo al Balón de Oro cuando en su momento lo humilló también fichándole a Mourinho otro delantero centro porque el que tenía era un gato inofensivo según este.

Se cumple así la sentencia de que la memoria es corta cuando nos interesa y ese aforismo que dice que el éxito tiene muchos padres, el fracaso ninguno. A mí no me sorprende, lo que me sorprende es que todavía sigan existiendo aficionados del Real Madrid que reivindiquen una de las peores épocas de su club, no solo a nivel deportivo, sino también para su imagen social, y a una persona que allí por donde ha pasado ha dejado el campo sembrado de malestar. Para triunfar en el fútbol, como en cualquier otro ámbito de la vida, no hace falta comportarse como un pendenciero ni ser maleducado, como han demostrado, sin salir del Real Madrid, jugadores como Modric o Benzema, tan balones de oro como el arrogante Cristiano Ronaldo y ejemplares en su comportamiento en el césped.

El fútbol sirve aquí de ejemplo para la sociedad entera. Porque lo de Mourinho en el deporte es trasladable a cualquier otro ámbito de la vida social, donde continuamente vemos a personas que hacen de su agresividad su sello y de su mala educación su mayor activo personal. No daré nombres, pero cualquiera puede ponerlos tanto en la política como en la cultura como en la vida cotidiana y familiar de cada uno. En todas partes se dan esos personajes a los que parece que los demás les debemos algo y que todo cuanto hagamos por complacerlos es poco, porque su vanidad les hace creer que son seres superiores y que, por tanto, merecen todo el respeto y la admiración de los otros incluso cuando ellos mismos no se respetan, no digamos ya a las demás personas.

¿En qué momento la mala educación y el carácter hosco y provocador empezaron a cotizar al alza en una sociedad que nos educa en el respeto a los demás pero luego premia al que insulta y desprecia al prójimo? ¿De dónde viene esa admiración hacia personajes públicos que se caracterizan por su mal carácter y su falta de un mínimo de empatía, como es el caso del entrenador Mourinho? Si existen es porque la sociedad los alienta y aplaude sus faltas de educación y ello no lo justifica ni la pasión por un club de fútbol o por una ideología, tiene que ver con algo más indecible y turbio, algo que está dentro del alma humana y que a muchos nos preocupa advertir en quienes nos rodean.

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