DE BUENA TINTA

Lo que no se puede escribir

"Tampoco se puede escribir acerca del daño social y educativo que genera el fútbol, un deporte donde la elegancia, en general, brilla por su ausencia y en el que se propicia el insulto, la cultura del pelotazo, y una violencia constante que se explicita en las gradas"

Pedro J. Marín Galiano

Pedro J. Marín Galiano

Los columnistas que no rehuimos la diatriba, pero que tampoco la vamos buscando porque sí, tenemos una lista negra de temas vetados respecto de los cuales consideramos que entrar por entrar en ellos, así sin más, sólo genera una polémica a cambio de nada. Y ello, porque una cosa es la valentía justa y necesaria, y otra perder el tiempo.

Aún recuerdo cuando, en este orden de ideas, hace ya un puñado de años, el sabio malagueño José Antonio Sau me previno al iniciarme en este mundo de la opinión escrita: «Si quieres vivir tranquilo -me dijo-, no permitas que en tu columna entren el fútbol, la política o los toros». Y yo, que soy muy de escuchar los consejos de aquellos que bien me quieren, lo guardé en el cajón de las cosas que no se deben olvidar para interpretarlo a la ancha y terminar entendiendo, que esos tres temas vetados, en realidad, eran el origen de una lista mucho más amplia que cada columnista debe conformar de manera personal y releer antes de darle a la tecla.

Por eso, al cabo de los años, hoy por hoy, y en este preciso momento, me dispongo a escribirles mi habitual columna de los lunes primerizos con los que arranco cada mes y, no habiendo tema que brille por encima de otros, no me queda más que releer los vetados para no colar gazapo y, mientras tanto, dar tiempo a que la musa venga más pronto que tarde, si es que venir quiere.

Y así, en mitad de esta espera, que bien cantaba el Perales, uno repasa y repasa para terminar confirmando una vez más lo que ya explicita la lista negra de marras: que servidor no puede confesar por escrito que no le gustan los toros, pero sí el ambiente de la plaza, y que bien me tomaría un gin-tonic con mi compadre en cualquier tramo del tendido de sombra mientras escucho el pasodoble y los chascarrillos de los parroquianos, pero sin toro ni torero, que son los elementos que me estorban.

Como tampoco se puede escribir acerca del daño social y educativo que genera el fútbol, un deporte donde la elegancia, en general, brilla por su ausencia y en el que se propicia el insulto, la cultura del pelotazo, y una violencia constante que se explicita en las gradas, pero que también se traslada de manera implícita a la vida, pues uno no sabe ya si es más peligroso darse un paseo a media noche por la barriada del Príncipe, o ponerte la camiseta del equipo que te simpatiza en un partido de fútbol.

Como tampoco es aconsejable escribir que si a alguien se le ocurriera colocar, un poner y por ejemplo, unas elecciones generales, digamos, a finales del mes de julio, sería no más que para trasladar a la ciudadanía la preclara pretensión de su conveniencia y beneficio estrictamente personal, ni tan siquiera partidista: beneficio y conveniencia de aquel que personalmente las convoca y que se restriega los intereses generales de los españoles y sus traslados estivales por el mismo sitio por el que el burro del eMule se pasaba los derechos de propiedad intelectual.

En la misma línea de vetos, es conveniente no manifestar, ni tan siquiera pronunciarse, acerca del hecho de que la Iglesia en España no sólo renunció en 2006 a las exenciones y no sujeciones por IVA, y que, actualmente, tiene el mismo régimen de exenciones fiscales que el resto de confesiones religiosas que tienen suscritos convenios de colaboración con el Estado, esto es, el mismo régimen especial aplicable a las fundaciones, incluidas las de los partidos políticos, asociaciones de utilidad pública, federaciones deportivas y ONGs de desarrollo, entre otras entidades. Y en este campo, en absoluto se me ocurriría comentar la consabida trama, tan manida ya, del IBI y la Iglesia, puesto que la Iglesia paga el IBI de todos sus bienes, salvo el de aquellos que están específicamente exentos por la Ley y que, conforme a la misma normativa, también lo están para el resto de entidades sujetas a este régimen fiscal que, insisto, no deriva de ningún acuerdo específico con la Iglesia.

Y tal que así, podíamos seguir y seguir con esta eterna lista negra que se pierde y difumina en el horizonte, una lista opiniones vetadas, temas silentes y palabras prohibidas de las que, en definitiva, siempre es mejor no hablar.

Suscríbete para seguir leyendo