DESDE EL SIGLO XX

Feijóo oposita para que se le deje ser el jefe de la oposición

Gamarra desbarra tanto y tan a menudo que hace imprescindible su sustitución por Alberto Núñez Feijóo en cuanto obtenga la investidura de líder de la oposición

Feijóo

Feijóo

José Jaume

José Jaume

Los dirigentes del PP han protagonizado una suerte de competición para dar con quién ha enunciado el disparate más llamativo sobre la investidura de Núñez Feijóo. Difícil superar la afirmación con la que el lunes obsequió a la ciudadanía española la secretaria general Cuca Gamarra diciendo que Feijóo no será presidente del Gobierno porque no ha querido, al no haber aceptado los términos de la negociación que le propusieron PNV y Junts. La falsedad es tan evidente que se desmonta por si sola: de haberlo hecho, se hubiera quedado sin los imprescindibles 33 votos de los diputados de la extrema derecha. Sin Vox. Gamarra desbarra tanto y tan a menudo que hace imprescindible su sustitución por Alberto Núñez Feijóo en cuanto obtenga la investidura de líder de la oposición, que es a lo que aspiró ayer con su discurso, a la espera de que hoy y el viernes se plasme lo que se sabe desde el mismo instante en el que el Rey, en controvertida decisión, le encargó presentarse a la investidura. Es tan absurdo todo lo acaecido a lo largo de septiembre que se hace complicado ofrecer explicación razonable de por dónde han discurrido las estrategias (es un suponer) que la dirección del PP se ha visto obligado a desplegar, forzado por Aznar, Ayuso («de ninguna manera») y los medios de la derecha madrileños, que ha desquiciado a un Feijóo incapaz de bregarse con los recalentados modos que se prodigan en la capital de la Españas.

Compiten con las mamarrachadas de Gamarra las de otros dirigentes del PP, incluido el supuestamente moderado andaluz Moreno Bonilla, reclamando el concurso de cuatro tránsfugas del PSOE para que invistan a Feijóo o, de no atreverse a tanto, impidan la elección de Pedro Sánchez, que se cimbrea impertérrito casi sin abrir la boca, además de las poco disimuladas reconvenciones que se dirigen al jefe del Estado para que se niegue a encargarle al presidente del Gobierno en funciones ir a la investidura. De hacerlo, el estropicio institucional sería colosal. Lo que anda esperando desde que apareció desaforado en la escena política Pablo Iglesias, que se niega a hacer mutis por el foro y pugna por promocionar a su esposa, una Irene Montero muerta en combate.

Faltaba la manifestación del domingo en Madrid a cuenta de la amnistía para que el cuadro de situación quede completado, del que, aunque haya querido, no se ha podido sustraer Feijóo, que siempre se vio, desde que llegó a Madrid, en la presidencia del Gobierno. El chasco todavía le mantiene en estado de estupefacción. Le costará acostumbrarse a que su sitio, si le dejan, es el de jefe de la oposición, o, tal vez, en vaporoso y poco probable tal vez, aprestarse a ir a nuevas elecciones el 14 de enero. Es a lo que puede razonablemente aspirar, además de protagonizar una oposición incendiaria. El PP está doctorado.

Acotación subsiguiente.- Alianza Popular (matriz del PP) no votó a favor en 1977 de la Ley de Amnistía. La mayoría de los diputados acaudillados por Manuel Fraga («España lo único importante» era su lema) se abstuvieron, dos votaron en contra. Hay que recordarlo dado que, 46 años después, sus herederos han beatificado aquella amnistía, con la que arrancó la canonizada y supuestamente incorrupta Transición.

Y acotación anticipativa.- El asunto de la lengua catalana, el mallorquín, o catalán de Mallorca, como se quiera denominar, ha enfilado directa trayectoria de colisión con el Gobierno balear de Marga Prohens. Cien mil mallorquines salieron a la calle para largarle soberano sopapo político a José Ramón Bauzá. Se han cumplido diez años. Después perdió estrepitosamente las elecciones dejando ocho años al PP, lo nunca visto, en la oposición. Vox le hace un roto considerable con la Oficina Lingüística. No cohabita en el Ejecutivo de Prohens porque la señora Idoia Ribas se dedica a la buena marcha de sus despacho profesional. Vox es secundario. En Madrid se han enterado por fin del fenomenal buñuelo que ha sido la negociación que Vox ha protagonizado con el PP. Marga Prohens tiene muy serio problema. Lo sabe.

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