El mundo por de dentro

Fiasco diplomático en Oriente Medio y victoria política en USA

Antonio Balibrea

Antonio Balibrea

Nadie podrá reprochar al presidente Joe Biden que no ha estado dispuesto a apoyar al Estado de Israel y al gobierno de Netanyahu. Además, coincidiendo con la visita, Estados Unidos vetó una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que condenaba el ataque de Hamás contra Israel, pedía pausas humanitarias en todos los ataques para permitir la entrega de ayuda vital a los civiles y pedía a Israel que retirara su directiva para que los civiles evacuaran el norte del país. La resolución propuesta por Brasil obtuvo 13 votos a favor, 2 abstenciones, y 1 en contra, el de EEUU lo que equivale a vetar la resolución, porque según la embajadora ante el Consejo, «no se mencionaba el derecho de Israel a la autodefensa» y que había que «dar espacio a la diplomacia».

«Quiero que sepan que no están solos», había dicho Joe Biden a los israelíes nada más aterrizar en Tel Aviv. Una explosión mortal en un hospital en Gaza complicó aún más la posición de Biden. Tras esas declaraciones sobre el apoyo incondicional a Israel, aceptó la tesis israelí atribuyendo a la Yihad Islámica- sunitas- el atentado del hospital, en lugar de pedir una investigación independiente; el espacio de la diplomacia se acortó, y casi desapareció. La explosión del hospital provocó directamente la cancelación de la que habría sido la segunda parada de Biden, una cumbre en Jordania con el rey Abdullah II de ese país, el presidente egipcio Abdel Fatah El-Sisi y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas. La reunión con los árabes y palestinos pacíficos se esfumó y la visita quedó totalmente desequilibrada. La prueba definitiva es que presionó «exitosamente», como lo calificado la prensa norteamericana, a Israel y Egipto para que enviaran un paquete limitado de ayuda humanitaria con «hasta veinte camiones» que transportaban alimentos agua y medicinas, aunque luego la Casa Blanca ha dicho que quiere un flujo de asistencia «sostenido». Prometió un paquete de ayuda de cien millones de dólares para Gaza y Cisjordania que probablemente no puedan entrar por la frontera con Egipto. Tampoco la ayuda triplicada de la Unión Europea. También el Washington Post escribió «Biden llegó ayer al peor lugar y en el peor momento».

El respaldo incondicional de Biden a Israel con la presencia de las flotillas de dos portaaviones era en primer lugar, una advertencia a Irán y a Hizbulá- chiitas ambos-, el grupo armado que opera desde Líbano y Siria, sobre el riesgo de un conflicto regional y advirtiendo que un ataque a Israel lo sería también a Estados Unidos. En segundo lugar, tanto el secretario de Defensa Lloyd Austin como el presidente desaconsejaron que Israel ocupara Gaza «sería un error porque tendrá implicaciones a largo plazo». Aunque nadie en Israel haya dicho de ocupar Gaza, al menos permanentemente. El tercer objetivo, convencer a Netanyahu para una desescalada así como salvaguardar a la población civil palestina y evitar crisis humanitarias. En esto no parece haber tenido éxito. El problema es que- aparte de la ONU- no hay ninguna estructura administrativa, ni política, capaz de vertebrar la Franja; hay una milicia guerrillera y violenta Hamás- sunnita- que se impone, pero desde las catacumbas. Desde el punto de vista diplomático el viaje no parece muy exitoso.

Lo que va a conseguir Joe Biden, de rebote, es que el Congreso elija a un presidente. La mayoría republicana destituyó al presidente Kevin McCarthy (Republicano por California) liderada por la minoría trumpista, los mismos que querían elegir a Jim Jordan (R- Ohio), también de la ultraderecha republicana, y que han fracasado por tres veces. Al final parece que al presidente temporal Patrick McHenry le dotarán de poderes adicionales para que el Congreso pueda reunirse, votar, decidir y por supuesto apoyar las subvenciones prometidas a Israel, y de paso a Ucrania, y quizá lo prometido a Cisjordania y Gaza. Incluyéndolo todo en el mismo paquete difícilmente se podrá oponer la dividida mayoría republicana. Y de paso, conseguir prolongar el presupuesto para que no cierre la Administración Federal.

A pesar de las reticencias en el propio Partido Demócrata lo que sí ha logrado, creo, es evitar los grandes tropiezos con que se encontraron sus antecesores: Obama, por no vetar en el Consejo de Seguridad una resolución sobre Israel; y Clinton, por presionar para conseguir los acuerdos de Camp David y Oslo. La única victoria política del viaje ha sido en Estados Unidos, a un año de las elecciones presidenciales.

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