360 grados

La desvergüenza de Israel

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

No merece otro calificativo que el de «desvergüenza» la petición que ha hecho el Gobierno de Benjamín Netanyahu al secretario general de la ONU, António Guterres, para que dimita inmediatamente.

El embajador de un país que, con el consentimiento expreso de su gran valedor, Estados Unidos, lleva tres cuartos de siglo violando, una tras otra, todas las resoluciones de la ONU, se permite atacar a Guterres por decir sólo la verdad que no le gusta escuchar a Israel.

Con prudencia diplomática, el portugués no se limitó a condenar como todo el mundo el ataque de Hamás a Israel, sino que instó al mismo tiempo al Gobierno de Tel Aviv a respetar los derechos humanos de un pueblo que lleva décadas oprimido.

Oprimido, hay que añadir, por un Estado que se comporta peor incluso que la antigua Suráfrica del apartheid.

Los sucesivos gobiernos de Israel, y no sólo el actual de Netanyahu, llevan a cabo prácticamente desde la fundación del Estado judío en 1948 una política de limpieza étnica que algunos no dudan en tachar de ‘genocida’.

Y cuando un miembro de la actual coalición de extrema derecha acusa a ‘Hamás’ de ser los «nuevos nazis», habría que preguntarse si ese calificativo no se apropia mejor a las víctimas de ayer, reconvertidas por desgracia hoy en verdugos de un pueblo más débil.

Escuché el otro día en la emisora BBC al ex primer ministro israelí, Benjamin Bennett, decir que Israel «sólo quiere vivir con seguridad y en paz» y que para ello tiene que «erradicar a Hamás».

Pero cuando la periodista que le entrevistaba le preguntó por qué recurría a un castigo colectivo del que son víctimas miles de inocentes, la mitad niños, el político ultra acusó a la BBC de «tomar partido a favor de Hamás» y de «carecer de moral».

Dándole la vuelta a la realidad como a un calcetín y adoptando hipócritamente el papel de víctima, Bennett se permitió decir que su país llevaba veinte años «escuchando al mundo» y que ésa había sido su gran equivocación.

No todos los políticos judíos son por fortuna como Bennett o Netanyahu. Los hay decentes, aunque sean minoría y no se les escuche en su país.

Uno de ellos es el exnegociador palestino David Levin, que culpa sobre todo al Gobierno de Washington de lo que sucede en Gaza y Cisjordania y no sólo por el hecho de seguir armando a Israel.

Si se quiere acabar con el conflicto palestino-israelí, Estados Unidos tiene que «cambiar de rumbo y acabar con la política israelí de impunidad», explicó.

Si el presidente Joe Biden se niega a reconocer el sufrimiento del pueblo palestino, dijo Levin, entonces EEUU estará alentando, aunque sea «por omisión el tipo de lenguaje genocida que tan peligroso resulta para todos».

Israel, agregó el hoy director del US/Middle East Project, «ha pasado de negar la Nakba (expulsión de sus tierras de 700.000 palestinos el año de la creación del Estado judío) a asumirla como algo que queda por completar».

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