725 PALABRAS

La gravedad de una sinrazón

Infografía promocional del hotel rascacielos Torre del Puerto

Infografía promocional del hotel rascacielos Torre del Puerto / La Opinión

Juan Antonio Martín

Juan Antonio Martín

La gravedad es una realidad apodíctica, aunque no todas las gravedades lo son. Véase, si no, la grave disparidad entre la gravedad que conlleva el décimo cuarto gin-tonic inmediatamente antes de arrancar el vehículo y la de la velocidad de caída del árbol de aquella manzana que alumbro todas las luces de don Isaac. El manzanazo que recibió Newton, aunque en realidad parece que no ocurrió tal cual él mismo lo contó, abrió las puertas a la explicación científica del porqué «caerse hacia arriba» es una aporía y «caerse hacia abajo» un pleonasmo.

La gravedad, lo grave, tanto define un cuadro clínico, como expresa el tono de un instrumento. Lo grave alude tanto a la importancia de un hecho como al mal pronóstico de un sufrimiento. La gravedad es tan próvida como deletérea, y viceversa. En síntesis, el saldo final de todas las etapas de la vida se corresponde con la suma de las gravedades que definen la experiencia de cada cual, especialmente la de los políticos que se alimentan de serlo. Y el saldo final de un proyecto, también.

A veces, oír empobrece menos que escuchar, por eso de más en más escucho menos a la omnipresente política malagueña hecha jirones verbales vestidos de Prada, y de más en más dejo de escuchar y de leer la rotundidad vestida de irresponsabilidad por parte de los ediles defensores del atropello del falo-hotel-a-plazo-fijo que vendría a travestir de torpeza el perfil de nuestra bahía. Nuestro alcalde, un razonablemente buen alcalde a tenor de la media ponderada de su gestión municipal, rubricará su gestión con una chafarrinada histórica a la que, incomprensiblemente, viene apadrinando desde el principio de los hechos, que eran tiempos «plateados» por parte de la Autoridad Portuaria.

Cuando Paco de la Torre, nuestro alcalde, refiriéndose al malhadado proyecto afirmó hace pocos días que «La Malagueta sí que tiene un impacto, lo tuvo en su momento, y el de la torre del puerto será mucho menor que el que la Malagueta produjo en la imagen de la ciudad», en el verdadero trasfondo vino a decir algo así como que la Malagueta le infirió al concepto Málaga veinte puñaladas y el falo-hotel-a-plazo-fijo en cuestión solo le inferirá dieciocho. «Cosas tenedes, el Cid que farán fablar las piedras...».

El enhestado perfil tan errado como herrado del proyecto atraerá trescientos cruceros al año, anuncian a bombo y platillo los sabios adivinadores mediante agüeros mágicos. Y uno, que sobre la industria turística es torpe de solemnidad, sin ánimo de contradecir a los doctos dicentes, se pregunta:

¿Qué le aportan a un bondadoso crucerista inocente los ciento dieciséis metros de desatino acristalado del proyecto? ¿Algún sesudo estudio ha destripado las fortalezas que soportan la afirmación peregrina de que el endiablado engendro será un elemento imán sobre los cruceristas en número suficiente como para cubrir la oferta de camas de un crucero o, acaso, se trata de que apostar en un casino cuando se llega en barco tiene mucho más morbo?

Uno presiente que la desmadejada justificación de las fortalezas que brindarían los cruceros atraídos por el engendro acristalado no es más que una infantil y desafortunada inferencia mal trovata, porque algo hay que decir y, como tantas veces ocurre, también porque en este caso echar mano del razonamiento circular a base de silogismos le da una pátina intelectual al discurso. Sea, por ejemplo, el razonamiento circular de «la Biblia es la palabra de Dios. ¿Por qué lo sabemos? Porque lo dice la Biblia. ¿Por qué hemos creer en la Biblia? Porque dice la verdad. ¿Por qué lo sabemos? Porque es la palabra de Dios».

Las afirmaciones vestidas de sandeces solo propias del ser humano disfrazado de sabio, que a base de mandobles palabreros pretende acallar la voz de la razón con la simple y llana intención de aborregar al respetable, cada vez es más moneda de curso legal en las decisiones políticas. Sí, amable leyente, incluso en las afirmaciones más peregrinas se ha perpetuado aquello de Góngora «Traten otros del gobierno | del mundo y sus monarquías, | mientras gobiernan mis días | mantequillas y pan tierno, | y las mañana de invierno | naranjada y aguardiente, | y ríase la gente...». Y, claro, así nos va...

La sinrazón del proyecto del pretendido falo-hotel-a-plazo-fijo del dique de levante del puerto de Málaga es una sinrazón grave, en su sentido más negativo.