725 PALABRAS

Ahora

Ahora tan es tiempo para una promesa como tiempo para la realidad de no haberla cumplido... Ahora es el lapso de vida en que la realidad pernocta

Juan Antonio Martín

Juan Antonio Martín

La vida acaece en pleno ahora, que más allá de ser un adverbio tiempo es el escenario mínimo en el que la realidad vive. El pasado es un ahora caducado; el futuro un ahora al que le falta un hervor. Lloramos, reímos, nos arrepentimos y soñamos en pleno ahora, que es la infinitesimal metáfora de un tris, o sea, el cachito más pequeño de un instante. Por mi bien, espero que Cachito no se sienta aludida.

Ahora tan es tiempo para una promesa como tiempo para la realidad de no haberla cumplido. Ahora tanto fue cuando el empoderado Pablo Iglesias, emulando Marx, se las prometía felices tomando el cielo al asalto, como más recientemente lo fue para salvaguardar los peculios de los últimos resistentes de la trinchera de Podemos, que hicieron mudanza al amasijo político del Grupo Mixto sin más objeto que el de sobrevivir al ahora de su fracasado asalto al cielo. Por cierto, ¿cómo sería en estos tiempos convulsos el ahora de don Karl?

Ahora, para bien, siempre para bien, es el mejor testigo de un instante, porque el ahora es la más certera y menos discutible demostración de estar vivos.

«Doquiera estemos, estemos plenamente», reza una máxima hinduista, que en su raíz a lo que invita es a comprender que durante el tiempo que estamos obcecados en prepararnos para vivir, en realidad no estamos viviendo. Desde otro ángulo, el ángulo científico en este caso, las ciencias de la salud mental explicitan meridianamente claro que dos de los grandes males endógenos de las sociedades modernas demuestran su raíz en la malsana ausencia del ahora: Por un lado, los estados de depresión severa son la resultante malévola del vallis lacrimarum de un exceso de pasado y, por otro lado, los estados de ansiedad y angustia son la resultante engañosa del totum revolutum de un exceso de futuro. En este sentido, creo que fue Albert Camus el que, sin pretender ser perogrullesco, expresó algo así como que la verdadera generosidad para con el futuro reside en darlo todo al presente. En mi humilde opinión, por más veces que se le mude de casilla filosófica, Camus fue un vitalista en estado puro.

Ahora es el lapso de vida en que la realidad pernocta, un lapso durante el que a los dedicados al arte del birlibirloque de la política se les llena la boca de voluntariosas promesas que por su propia razón de ser viven en un futuro que demasiadas veces mora en el vacío de nunca jamás. En los últimos tiempos, ¿cuánto vale una promesa política? Y, visto desde otro ángulo igual de desconocido, ¿cuánto les cuesta una promesa incumplida a los desinteresados salvadores de cada terruño patrio nacional, autonómico o municipal? Nada.

Ahora es justo el nanoinstante en el que papá, con rictus compungido le dice a mamá:

–Cariño, el niño está llorando.

Y cuando papá, pinzándose la nariz, le dice a mamá:

–Cariño, el nene huele a popó.

Y cuando papá embadurna de potito de vegetales a su bebé mientras que en un desesperado combate cuerpo a cuerpo intenta darle de comer, le dice a mamá:

–Cariño, el niño se ha manchado con su puré.

Y, pasados millones de ahora, cuando papá en el ejercicio compartido de la educación de su vástago, le dice a mamá:

–Cariño, tu hijo me ha levantado la voz, tienes que ocuparte de cambiar el método educacional que estás utilizando con tu hijo. Tienes que ser más dura, porque me falta al respeto.

Ahora, irremediablemente, es cuando papá y mamá se fotografían individualmente con la cámara de la realidad y mamá sale más del lado de la luz que de las sombras, y papá lo mismo, pero al revés. Cada cual administramos las luces y las sombras desde nuestro particularísimo prisma.

A la infinita sensibilidad del benjamín de los Machado le sobraron ochenta y seis mil trescientos noventa y nueve segundos cuando expresó «hoy es siempre todavía». Un desperdicio para la brillantez de su magna pluma. Don Antonio habría afinado más el tino de su genialidad sacándole punta al presente mediante «ahora es siempre todavía».

Hace pocos días leí una entrevista con Mr. Trump en la que contaba que él trataba de aprender del pasado, pero pensando en futuro y centrándose en el presente. Y, claro, conociendo al personaje no pude evitar el desternillarme de risa...

Uno es así.