Cartas de los lectores

Venancio Rodríguez Sanz

De picos y chuches

 Supongamos que el mundo es una tienda de chuches. Que, en realidad, la niebla del domingo pasado era algodón de azúcar que se le cayó a un niño. Supongamos que ayer me atiborré de gominolas: de Arguis, de pico Gratal, de pico San Julián y de pico de las Calmas. Imaginemos que en Huesca, al día lo empañaba un sol resplandeciente y decidimos parar a desayunar en el bar Monrepós (el de las magdalenas). Que movimos el coche al aparcamiento en la presa de Arguis, cruzamos la pasarela y descendimos la subida. Digamos que los árboles eran Chupa Chups y palotes con el envoltorio incluido. Que el pantano era una tarta azulada. Que alguien empapó con miel los arbustos. Que la piel de la pista era de melocotón. Que se revolvía sobre sí misma como la cáscara de una naranja recién pelada. Que emborrachaba como el zumo de la uva. Que fermentaba como el mosto. Que hasta donde alcanzaba la vista, la cresta era frugívora. Figurémonos que un recital de caramelos actuaba en la cumbre. Que un concierto de nubes de colores se daba cita allá arriba. Que una gala de dulces sensaciones tenía lugar. Que mucha gente hacía cola para subir a la cúspide donde regalaban chocolatinas. Sospechemos que mondamos con un cuchillito la cadena montañosa. Que cumplimos con todo lo que habíamos proyectado. Y presumamos ¿por qué no? Que quedamos saciados de glucosa por aquel día.