Viento fresco

Animación en el bosque

Delirios y realidades del panorama político

Ana Pontón, del BNG.

Ana Pontón, del BNG. / EFE

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Yolanda Díaz llora porque quería ir a Gaza en viaje diplomático para arreglar ella solita aquella masacre pero el ministro Albares es impasible y mientras acaricia a su gato y se limpia las gafas, en realidad tiene seis brazos, le dice que se calme, que se dedique a subir el salario mínimo y que deja a Marta Lois llegar a partir de ahora un poquito más tarde los viernes y sábados. Feijóo telefonea insistentemente a Sánchez para que lo felicite pero Sánchez está tratando de convencer a Joe Biden para que encabece las listas del PSOE a las cercanas elecciones europeas. Biden no se acuerda de si le ha dicho ya que sí o que no y pregunta si Bruselas queda muy lejos de Texas. Biden es su esperado golpe de efecto para contrarrestar el fiasco de Besteiro, al que nominó candidato creyendo que era el sobrino nieto tercero del Besteiro histórico. Fue Pérez Reverte el que le sacó del error pero ya era tarde. Mientras, Ana Pontón, del BNG, también telefonea a Feijóo, que como está llamando a Sánchez, comunica todo el rato. Pontón se pone de los nervios al ver que su exigencia de que los percebes sean comida obligatoria en los comedores escolares y que el gallego sea lengua oficial en Calatayud y Dos Hermanas pueda verse en peligro, dado que los populares son más de nécoras y zamburiñas y si acaso de utilizar las lenguas regionales solo para dar los buenos días si hace sol. Abascal le grita a los suyos, recriminándoles que no quisieran presentar a Viktor Orban como candidato a la Xunta. No es tan blando como decís y un escaño habría sacado, además, carajo, el húngaro y el gallego deben de ser idiomas parecidos, clama fuera de sí whatsapeando corazoncitos a Jácome, de Democracia Orensana, que busca ideología, dinero y patrón. Jácome ha sacado un escaño pero lo que ahora hace es sacarse la minga repitiendo que es el puro amo y que viva Orense y que él lo va a convertir en Mónaco con neblina.

Feijóo ve la llamada de Pontón pero confunde BNG con ING Direct y rechaza sin descolgar ansioso por ver el Twitter de Ayuso, que pasa de él y está tuiteando sobre el apócrifo rumor de que a partir de ahora en Madrid las cervezas en su más pequeño formato pasen a llamarse ayusinas y lleven obligatoriamente una tapa compuesta por tres torreznos.

Pablo Iglesias contempla el espectáculo y pone en marcha una edición especial de su programa ‘Son todos gilipollas menos yo’, que esta vez tendrá una duración reducida, solo siete horas, con análisis en profundidad de las enseñanzas electorales que Mao legó a la posteridad y que nadie está sabiendo aplicar. Pretende hacerle la competencia a Ferreras, uno de cuyos tertulianos está leyendo a Wenceslao Fernández flores, El bosque animado, mientras da sorbitos de whisky y no para de repetir «os lo dije».