TRIBUNA

Discriminación negativa

El cantante Maluma.

El cantante Maluma.

Emilio Fuentes

Emilio Fuentes

“Estoy ‘enamora’o’ de cuatro ‘babies’ / Siempre me dan lo que quiero / ‘Chingan’ cuando yo le’ digo / Ninguna me ponen pero’ / Dos son casadas / Hay una soltera / La otra medio psycho

/ Y si no la llamo se desespera…”

Es una canción. O eso dicen. Autor e intérprete; un tal Maluma. No sé si habrá llegado al Ministerio de Igualdad -espero que sí-. Para reproducir este párrafo he tenido que agotar las comillas simples de mi teclado en tres giros de dedo. El cerebro explota con los últimos puntos suspensivos y el tono hiere a base de retortijones en la parte baja del vientre, que debe ser el lugar del que salen estos himnos que luego circulan en bucle entre las conexiones neuronales de millones de adolescentes. Un tema que claramente va a favor la lucha social por la equiparación entre hombres y mujeres en la que estamos. De eso no hay duda; no hay más que poner oído -ironizo-. Los artífices de esta exaltación del castellano que, por supuesto, rezuma Maluma buen gusto; responden a nombres como Bad Bunny, Osmani García o el susodicho. El mundo está tan loco o yo debo de estar tan perdido que el primero de ellos ha sido portada de la revista ‘Time’. Ahí lo dejo. Bye ‘Time’.

El bueno de Melquiades, el anciano de 92 de años que vive en una residencia de la Tercera Edad de Madrid, se atrevió con una parodia construida por los guionistas de ‘El hormiguero’ sobre esa sublimación del arte -ironía- que recibe el nombre de Reggaeton. Con gracia, inteligencia -la que le falta a otros- y una puesta en escena realmente genial, Melquiades explica sobre un panel de pizarra blanca la combinación de vocablos que debe seguirse para componer un tema que se convierta en todo un hit del momento. Imprescindibles los términos ‘mami’, ‘papi’; las frases hechas como ‘me pones malo’ y, como guinda, una derivación en ‘l’ de la sucesión de palabras que se le mete a cada letra; como por ejemplo «te voy a ‘comel’», «te quiero ‘amal’» y toda la parafernalia que acompaña a unos textos que son fruto de una concienzuda dedicación a la construcción gramatical de nuestro idioma - ironía-.

Como es lógico, este vídeo, en el que tanto Melquiades como sus compañeros de dominó aparecen caracterizados con prendas ‘oversize’, medallas de oro, dedos ensortijados y bocas abiertas para dejar la pronunciación ‘loca’ al estilo poligonero; ha conseguido cientos de miles de reproducciones. Yo, por mi parte, lo recibí con sensaciones contrapuestas. No puedes evitar reírte ante el despliegue de ingenio que ha hecho posible el corto, pero la estampa, vista con la lucidez que le aporta la parodia, estalla contra tu cara toda la energía contenida en la fealdad. Te permite tomar conciencia de una realidad turbia y soez. Es la quintaesencia del mal gusto. Apena bastante comprobar el cenagal cutre y pegajoso en el que se mueve una parte importante de los que están llamados a construir el futuro de nuestra sociedad, los jóvenes. ¿Millones de años de evolución nos han llevado a esto? Ni soy un reaccionario ni me hago mayor ni pretendo ser el guardián de las costumbres. Me encantaría conocer la opinión de Serrat, Sabina, Aute o Sole Giménez, por ejemplo, sobre estas derivaciones.

Algunos dicen que es el signo de los tiempos, que se trata de formas de expresión diferentes, que todo cambia, que es un arte que retrata nuevos paradigmas sociales, y ‘bla bla bla’. Si tuviera que quedarme con rupturas del ‘status quo’ a través de la invención de códigos inéditos, buscaría más bien los trabajos de los autores de las vanguardias, me detendría en Lorca o hasta podría acercarme al Realismo mágico de García Márquez, por decir algo. Para marcar un punto de inflexión en el ‘hecho artístico’ no hace falta bajar tanto el nivel, denigrar el lenguaje -un empeño en el que también parece estar la RAE últimamente- o untar de estiércol todo lo que salga de la pluma o de la boca, o ambas a la vez.

Quizás merezca la pena igualmente darle una ‘vueltecilla’ a las incongruencias, contradicciones y sinsentidos del discurso oficial. Vamos a ver si nos aclaramos. Por un lado tenemos a los Malumas, Bryant Myers o Don Omares de turno. También la parrilla de programación completa de Mediaset que alarga la pestilencia desde última hora de la tarde hasta casi la madrugada. Contamos con espacios de ocio que harían llorar a los ‘underground’ de medio mundo, puesto que al lado de este potaje lo ‘punk’ y lo ‘heavy’ son regalos del cielo. Más o menos. Resulta que ponemos todos los recursos y nos esforzamos por llevar adelante políticas que avancen en la construcción de una igualdad real, que sumen en favor de la equidad y que nos lleven a una sociedad en la que de una vez por todas desaparezcan los sesgos de género. Y es lo correcto. No se puede estar en otro camino. Sin embargo, luego escuchas las radiofórmulas, conectas la tele o miras el desguace de las redes sociales y se multiplican los mensajes denigrantes, las ‘barriobajezas’; los, vamos a llamarles ‘movimientos sexis’, en los que el hombre latino encadenado en oro siempre mira en contrapicados eternos a la joven del descapotable… Hay imágenes que no se pueden reproducir por escrito. O sí. En fin. Entonces… ¿Sabe alguien de qué va esto? Las conclusiones de muchos de los observatorios sobre las tendencias de nuestros jóvenes, nos muestran conductas machistas y controladoras, más que antes. Mucho más. ¿Y no se lo explican los de arriba? Pero es que si la ‘cultura’ dominante -por decir algo- te envuelve en ponzoña, ¿qué pasa con el discurso oficial? ¿Alguien más tiene dudas de por donde va el problema? ¿Les ocurre algo a las mentes pensantes gubernamentales? ¿Existen los unicornios? Sálvese el que pueda y buena semana a todes.

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