El paseante

Álbumes

Una imagen de Koldo García.

Una imagen de Koldo García. / EFE

José Luis González Vera

José Luis González Vera

Cuando era pequeño, coleccionábamos estampas de fútbol que semanas más tarde eran cobijadas en un álbum, a su vez, albergado en cualquiera de esos desvanes del olvido. Muy lírica salió la frase. Nunca conseguíamos completar la serie o yo, al menos, jamás lo logré; quizás esos cielos se reservaban para niños de otros barrios e, incluso, de Madrid que era en el imaginario colectivo donde todo estaba. Hasta una escalera al cielo, según decían. Aquellas imágenes de los jugadores con apellido euskaldún eran los más buscados. Quien disponía de varios de esos cromos repetidos se sabía custodio de un tesoro, sin valor bursátil, pero un triunfo seguro en esos juegos donde la carta ganadora se medía por el número de letras impresas bajo la fotografía del jugador. Un Koldo, así a secas, no habría despertado jamás nuestros afectos. Hubiera apuntado en aquellos años setenta, maneras de perdedor y, además, por imperativo de las leyes se habría denominado un menos atractivo ‘Luis’. Un tal Koldo ha inundado en estos días pantallas y publicaciones periódicas a causa de negocios oscuros adornados por una vida de lance. A pesar de ese aspecto permanente de tipo broncas tabernario con el que se persona en cada foto, me da más miedo su currículum de famélica legión que, sin embargo, no impidió que le regalaran responsabilidades públicas para las que, a todas luces, está tan incapacitado como el propio ministro Ábalos que ejercía de cielo protector de sí mismo y de sus colegas. Koldo pone cara de villano porque necesitaba, al igual que su mecenas ministerial, que nadie se acercara a hacerle una pregunta en mitad de cualquier mariscada. Imaginen. «Oiga, pareja, ustedes que saben de esto», espetaría el jubilado de pensión ajustada con un sudoku en ristre. «Miren, un maquinista sale de Ponferrada y otro de Roda de Bará ¿en qué punto se encuentran?». Confieso que yo siempre fallé este problema y el maestro me ponía cara a la pared durante un buen rato. Con disimulo, sacaba mis estampitas y memorizaba aquellos apellidos largos de mis campeones. Ahora, cada vez más cínico por perro viejo, trazaría la recta correspondiente sobre el mapa entre ambos destinos, localizaría un burdel de carretera a mitad del sendero. Eh voilà, el lugar de reunión de estos mediocres.

Recién muerto el dictador y cuando cambié la costumbre de coleccionar estampas futbolísticas por almanaques de bolsillo adornados por las curvas de aquellas actrices del destape, recuerdo una época en que el adjetivo ‘político’ tuvo connotaciones honorables. Desde bufetes con prestigio, desde cátedras solventes, desde empresas rentables, desde la dirección bancaria y desde organizaciones sindicales que habían conocido las porras de Franco en sus espaldas, un multicolor grupo de ciudadanos con ideologías muy diferentes se presentó para la busca del bien común desde sus escaños. Tiempos de la Transición, denostada por el cultivo intensivo de una ignorancia que, en nuestra sociedad actual, puede mostrar hasta un doctorado bajo el brazo. La política se profesionalizó. Cuando el sexo se profesionaliza se convierte en prostitución. Cuando la política se profesionaliza la corrupción acaricia su cara. Los partidos políticos actuales no tienen ningún interés en que desaparezcan esos abrevaderos públicos con los que pagan los servicios prestados, según legislación vigente. Nunca sabremos los Koldo que se encuentran en esos puestos públicos como caprichos de sus amos, por lo que cuestan. Dimitirá el tonto al que han pillado para que el resto de abrevados de la cosa pública pase desapercibido en las praderas de esta corrupción estructural que ya acumula estampas para rellenar un buen álbum, presidido por SM El Rey Emérito, donde la familia Pujol dispondría de página aun con recuadros vacíos a la espera del juicio histórico, y en el que ahora apareció el portero nocturno del equipo, nueva categoría inaugurada, que no cerrada, por el tal Koldo el de breve currículum, y algunos más que sonarán en estos días.