La señal

Lo que de verdad importa

María Victoria Atencia, hija predilecta de Málaga.

María Victoria Atencia, hija predilecta de Málaga. / Álex Zea

Vicente Almenara

Vicente Almenara

En estos momentos en que Ábalos desciende a los infiernos y ve a lo lejos que su amigo Koldo baja aún más rápido por el sumidero de las ambiciones, hay que reivindicar la FP, tan necesaria en los partidos para un mejor desempeño, dejando así atrás la larga tradición de chapuzas nacionales. Porque alguien tendrá que poner la mano si queremos campañas, y habrá que pagar las nóminas de los escuderos y los turiferarios, digo yo, entre otros muchos gastos de la maquinaria de partidos, y para esto hay que formarse hoy para un mejor servicio mañana. Por eso, tanto escándalo suena a música celestial. ¿Quién va a hacer el trabajo sucio?, habrá que reconocer el esfuerzo de los que bajan a las sentinas del poder y dejarse de hipocresías. Ahora bien, si te pillan, no hay tu tía. Son las reglas del juego. Por mí, que se pudran en el averno Ábalos, Koldo y compañía, pero no veo nada fuera de guion. Y ese, señores, es el drama, como diría Pirandello.

Lo demás es ruido, ganas de hacer política donde solo hay podredumbre humana. Los hechos son la cosa más obstinada del mundo, le leí a Mijail Bulgákov, y se lo dije en clase a los que ese día querían ser periodistas.

Pero me falta tiempo para devorar/leer a Julius Ruiz en su «Paracuellos, una verdad incómoda», y a Pedro Corral con «¡Detengan Paracuellos! Héroes humanitarios en el Madrid de 1936». Yo creo que no hay que tenerle miedo a la verdad, aunque esta no sea la nuestra, es más, sospecho de las aparentes verdades que nos parecen cómodas porque son las más grandes mentiras. Fíjense cómo estarían las cosas en el Madrid del treinta y seis que muchos entraban en las cárceles por voluntad propia para evitar la violencia de las calles y las venganzas de los chequistas. Claro, que los otros también se empleaban a fondo en casa. Por eso, fue una guerra civil y no un picnic.

El martes pasado hablamos de otro asunto con Arturo Picatoste, que le quitó la mascarilla a Jorge Mario mientras dábamos cuenta de brochetas de rape y langostinos o entrecotes un punto más o un punto menos hecho. Si es masón o peronista -o las dos cosas- da igual, católico no parece, eso sí. Poe hablaba del exceso de evidencias en «La carta robada», pues lo mismo.

Lo de verdad importante son las personas que nos dejan, y si son mujeres más, caso de Ira von Fürstemberg, no que un okupa de Estepona intente quemar la casa que no era suya tras tener unas palabras con los vecinos. Pienso que mientras no se pueda desalojar, por las buenas o por las malas, a un okupa, o defender tu casa de quien la viola sin que te metan a ti en la cárcel y no al criminal, no hay libertad que merezca este nombre sagrado. Y deben saber que a ningún diputado se le ocurre levantar la voz en este sentido en el palacio de los dos leones fundidos con el bronce de los cañones de las tropas del sultán de Marruecos.

Otro misterio es lo que ha pasado en la Universidad de Málaga con sus presupuestos. Ahora caigo en que eso de la autonomía universitaria es otra ficción, es la Junta la que controla la pasta y, por tanto, manda. Y podía ser de otro modo, pero gusta más chupar de la teta pública que salir al mercado a buscarse la vida. Y después viene Morillas, que quiere que Málaga celebre el milenio del reino taifa, ¡qué puntería! Otra cosa, muy distinta, es la Medalla de la Ciudad y el nombramiento de Hija Predilecta de María Victoria Atencia, de una talla humana e intelectual poco comunes.

Y Susana Díaz, después de su convalecencia, vuelve a la batalla contra el Innominado, que diría Manzoni. Nunca se arrepentirá suficientemente la trianera de haberlo dejado políticamente vivo aquel malhadado 1 de octubre de 2016, ahora purga sus penas, llora por las esquinas y busca socios con Page para una nueva edición de su novela. Fernando Pessoa lo dijo de otro modo:

Como si cada beso

fuera de despedida,

Cloé mía, besémonos, amando.

Tal vez ya nos toque

en el hombro la mano que llama

a la barca que no viene sino vacía;

y que en el mismo haz

ata lo que fuimos mutuamente

y la ajena suma universal de la vida.