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No tan feliz aniversario

La OTAN cumple esta semana 75 años y no puede decirse que sea éste precisamente su más feliz aniversario

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. / EFE

La OTAN cumple esta semana 75 años desde su creación y por mucho que quiera presumir de éxito por el aumento incesante de sus miembros, no puede decirse que sea éste precisamente su más feliz aniversario.

Podrá, es cierto, ufanarse de haber acogido últimamente incluso a un par de países nórdicos que fueron durante décadas neutrales, pero habría que preguntarse si se sienten con ello hoy más seguros que antes sus ciudadanos.

Se podrá explicar, y lo harán seguramente muchos estos días, que esa inseguridad, que afecta a toda Europa, se debe exclusivamente a la amenaza rusa por su invasión de Ucrania.

Sea como fuere, el ‘proyecto Ucrania’, planteado por Washington como un intento de unir bajo su égida a los europeos para liberar a ese país de la ocupación rusa, ha sido hasta ahora un claro fracaso.

Un fracaso que le está resultando difícil superar a la Alianza Atlántica y que ha empezado a demás a crear tensiones entre sus miembros, divididos sobre la posibilidad de reforzar a Ucrania con el envío de militares de la propia OTAN

Los aliados parecen haberse metido en un callejón sin salida con su tan tajante como incomprensible negativa a intentar un acuerdo con Rusia que permita no sólo salvar miles de vidas sino evitar también que la Rusia invasora siga anexionándose más territorio ucraniano.

Esto es lo que sostiene, entre otros, el conocido politólogo de la Universidad de Chicago John Mearsheimer, que ha participado en un debate en el marco del proyecto académico ‘Neutrality Studies’.

Según el profesor Mearsheimer, fue fatal la idea de Washington de meter en la Alianza a dos exrepúblicas soviéticas como Georgia y Ucrania tras haberle hecho ‘tragarse’ a Moscú todas las anteriores ampliaciones.

En diciembre de 2021, un par de meses antes del inicio de la guerra, recuerda Mearsheimer, los rusos quisieron llegar a un acuerdo con Occidente basado en la neutralidad de Ucrania, pero Washington y Londres no lo aceptaron.

Para el que fue embajador de EEUU en la Unión Soviética desde 1987 hasta 1991, Jack F. Matlock, lo que más preocupa a Rusia, y es entendible por más garantías que le dé al Kremlin la OTAN, es la instalación de bases militares próximas a sus fronteras.

Para el también conocido periodista y analista político británico Antony Lieven, «la decisión de escalar en lugar de negociar» tiene su origen en la excesiva arrogancia de Occidente en los años de debilidad militar y económica rusa que siguieron a la disolución de la URSS.

Pensar que se lograría expulsar a los rusos de Sebastopol, su principal base naval en el mar Negro, para colocar en su lugar una de la OTAN era «simple locura», afirma Lieven, que critica la «amnesia histórica» de tantos políticos occidentales.

Según el politólogo británico, muchos pensaron que la ampliación de la OTAN no entrañaría mayores gastos ni riesgos, pero ocurre todo lo contrario, y ni siquiera el miedo a Rusia que tratan de propagar los gobiernos va a hacer que los ciudadanos acepten los desorbitados gastos en defensa que se proponen ahora.

Europa ocupa actualmente sólo la tercera posición, después de China y Oriente Medio para los geoestrategas de Washington, y las diferencias sobre el rearme de Ucrania que han surgido últimamente entre París y Berlín, además de una futura presidencia de Donald Trump, no pintan bien para la cohesión futura de la Alianza.

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