Opinión | La vida moderna Merma

La Málaga de Coco Jurado

Ha sido un arquitecto de conexiones, un narrador de historias y un defensor infatigable de sus convicciones, incluso cuando estas no eran populares o políticamente correctas.

Coco Jurado

Coco Jurado / L. O.

En Málaga siempre ha habido y habrá figuras que destacan de manera notable, iluminando con su singularidad y entusiasmo el camino que transitamos. En el complejo entramado de la comunicación cofrade en Málaga, la figura de Coco Jurado siempre ha destacado como un faro personalísimo, guiando con su pasión y valentía durante más de dos décadas una forma de pensar y criterios propios. Hoy, tras anunciar su marcha de PTV y -en principio- de su actividad en los medios, es crucial honrar su legado, celebrando su compromiso inquebrantable con «su verdad», su independencia de pensamiento y el amor apasionado por Málaga.

Coco Jurado, un nombre que reverbera con reverencia en los círculos cofrades de Málaga, ha trascendido la mera etiqueta de comunicador para convertirse en un símbolo de autenticidad y coraje. Durante más de veinte años, ha sido un pilar fundamental en la difusión de la cultura y las tradiciones religiosas de la Semana Santa malagueña a través de su programa en PTV como también lo hacía en la radio -siempre recordaré sus comunicaciones durante el camino de la Hermandad de Málaga hacia El Rocío, micro en ristre, chaleco, medalla colgada y rodeado siempre de su eterno amigo Manolo Pineda-.

Sin embargo, su contribución va mucho más allá de la simple transmisión de procesiones y ceremonias; Coco ha sido un arquitecto de conexiones, un narrador de historias y un defensor infatigable de sus convicciones, incluso cuando estas no eran populares o políticamente correctas.

Lo que más resalta de la personalidad de Coco Jurado es su valentía. En un mundo donde la conformidad a menudo prevalece sobre la discrepancia, él ha permanecido firme en la defensa de sus ideas, aún cuando estas han sido objeto de crítica o desaprobación por parte de ciertos sectores más encorsetados, capillitas o simplemente con opiniones diferentes. Su capacidad para mantenerse fiel a sí mismo y a sus principios, incluso cuando enfrentaba presiones externas, es un testimonio de su integridad y coraje.

Es importante subrayar que, aunque en ocasiones nuestras opiniones puedan haber divergido, siempre he admirado la determinación de Coco para expresar sus puntos de vista de manera franca y sin reservas. Su independencia de pensamiento es un recordatorio poderoso de la importancia de mantener la mente abierta y cuestionar el status quo, incluso en un entorno tan arraigado en tradiciones como el mundo cofrade.

Además, no podemos pasar por alto el profundo amor que Coco Jurado profesa hacia su ciudad natal, Málaga. Su devoción por esta tierra se refleja en cada palabra que pronuncia y en cada acción que emprende. Es evidente que su labor no se limita a la esfera de la comunicación, sino que se extiende a un compromiso ferviente por enaltecer y preservar la riqueza cultural y patrimonial de Málaga, especialmente en lo que respecta a sus tradiciones cofrades.

En un mundo donde la voz del individuo a menudo se pierde en el clamor de la multitud, Coco ha sido un faro de autenticidad y determinación. Su legado perdurará como un recordatorio inspirador de la importancia de mantenerse fiel a uno mismo, incluso en medio de la adversidad. A través de su trabajo incansable y su espíritu indomable, ha dejado una marca imborrable en el paisaje cultural y social de Málaga, recordándonos que la verdadera grandeza reside en el coraje de defender aquello en lo que se cree, sin importar las circunstancias.

Es un privilegio escribir sobre alguien así, un comunicador cofrade cuyo impacto trasciende las fronteras de la pantalla y se arraiga profundamente en el corazón de aquellos que han sido tocados por su pasión y dedicación. Coco tiene una legión de seguidores. Eso es innegable. Y quizá haya que aprender de él para saber que, lo que uno defiende, debe sostenerse en el reconocimiento de los demás, pero principalmente en el de uno mismo.

Desconozco su futuro en lo profesional. No sé si se jubila del todo y si volveremos a verlo, a oírlo o escucharlo. Lo que sí tengo claro, es que, en caso de no seguir, la Semana Santa de 2025 será la más rara de su vida y es que, para muchos de nosotros, no se conciben esos días si no es trabajando. Frente a un micro, una cámara o un ordenador. Supongo que será difícil, o no, pero también es evidente que tendrá la invitación de todos a participar para que su espectacular voz siga acompañando de alguna manera nuestras procesiones en Semana Santa.

Creo que no me identifico mucho con su línea de opinión en según qué asuntos cofrades. Pensamos diferente supongo. Pero jamás podré apuntar la más mínima cuestión sobre alguien que es totalmente coherente con su criterio.

Desde fuera todo se observa siempre de manera mucho más sencilla y fácil. Pero la realidad es otra. Y cuando alguien exhibe públicamente su opinión y traslada al público lo hace a sabiendas de que muchísimas personas lo cuestionarán. Y no siempre de manera educada. Recuerdo críticas antológicas. Recuerdo hasta montajes de video supuestamente graciosos -que yo no hice por cierto, Coco- e infinidad de críticas que sobrepasaban los límites de la educación. Y en ese tipo de situaciones lo más fácil siempre resulta esconderse, dejar de opinar y pasar a otro asunto. Y él no es ha sido. Y a las pruebas nos podemos remitir todos.

Coco es historia viva de los medios cofrades malagueños. De la prensa. De la comunicación. Y es, al menos ahora mismo, referente para muchos malagueños -capillitas o no- cuando de Semana Santa se trata.

Que deje los medios Coco Jurado es una mala noticia. Pues perdemos una visión diferente, original y coherente con su pensamiento. En definitiva, perdemos a alguien con algo que se encuentra en absoluto peligro de extinción: la personalidad.

Las opiniones de Coco no son palabra de Dios ni representan a toda una ciudad -como su coletilla del pregón sostiene-. Pero si tuviéramos en estas lides a más gente como él, en la línea de pensamiento que sea, es evidente que el paño sería más rico.

Enhorabuena. Gracias. Y felicidades, Coco.

Viva Málaga.