Opinión

Cataluña deja de ser independentista

Salvador Illa podrá configurar un tripartito con permiso de Esquerra Republicana

Carles Puigdemont, en Elna (Francia), en el acto de cierre de campaña de Junts.

Carles Puigdemont, en Elna (Francia), en el acto de cierre de campaña de Junts. / EFE

Las decimoterceras elecciones a la Generalitat han dado un vuelco a la ecuación inicial. La disyuntiva o Salvador Illa o Carles Puigdemont se ha inclinado a favor del primero, que podrá configurar un nuevo tripartito de izquierdas al estilo Maragall/Montilla siempre que logre la aquiescencia de Esquerra Republicana, con o sin Pere Aragonès. El socialista se beneficia indirectamente del resultado espectacular de PP/Vox, aunque no los necesita para ascender a presidente de la Generalitat. Con dos fuerzas en acusado retroceso, ERC y Sumar, el PSOE alcanza los 68 escaños que definen la mayoría absoluta del Parlament.

Cataluña ha dejado de ser independentista. O cuando menos, los soberanistas han dado la espalda a la configuración de la Generalitat, por primera vez desde los años ochenta. Los comicios debían resolver el triple empate de 2021 entre PSC (33 diputados), ERC (33) y Junts (32), los tres únicos partidos que figuran en cartel desde el debut autonómico de 198o. No solo se ha pulverizado la igualada, sino que ha saltado por los aires la hegemonía nacionalista.

Puigdemont se ha ajustado sin exagerar a su rol de líder independentista. Sube tres diputados, pero contempla la espalda de Illa.

El retorno a la Generalitat del residente en Waterloo se ve frustrado por el desconsolador resultado de ERC, que se deja trece diputados. Una hipotética candidatura del expresident, aun admitiendo que contara con el sustento de las extravagantes CUP ahora partidas por la mitad, se frenaría en 59 diputados y a distancia disuasora de la meta de 68.

No puede hablarse en justicia de inhibición de los votantes independentistas. En democracia, un abstencionista participa con la misma o mayor intensidad que el ciudadano que acude a las urnas. Las catalanas dejan dos expresidentes, Puigdemont y Aragonès, junto a un esperanzado Illa. La entrada en escena de Pedro Sánchez obliga a consignar que ni la magnanimidad cesarista del inquilino de La Moncloa le autoriza a ceder la presidencia a Esquerra. Coronar a Junts a cambio de los apoyos en el Congreso también supone una voltereta excesiva.

El tripartito de izquierdas es factible gracias a la mejoría de las fuerzas españolistas de derechas, aunque cuesta hablar de excelente resultado en quienes deben conformarse con posiciones de relleno. Suele olvidarse que la cuarta fuerza en las catalanas de 2021 fue Vox (11). El equipo de Abascal mantiene su cuota, pero ha sufrido el sorpasso del PP, de tres a 15.

Aunque Génova efectuará un análisis triunfal, existen dos obstáculos para la euforia. Sorprende que un partido con vocación de mayoría absoluta a escala nacional quede cuarto en una comunidad esencial como Cataluña, y a seis diputados del tercero. Sobre todo, las catalanas han demostrado que los populares no logran desligarse de su socio, hasta el punto de que el auge españolista se percibe con mayor claridad contemplando la entidad siamesa PP/Vox, con 26 diputados y muy por encima de ERC (20). La posible mayoría absoluta estatal de Feijóo le obliga a contar con su socio inseparable.

La campaña de las catalanas comenzó al amparo de las jornadas del "proceso de reflexión personal", así definido por Bolaños, del presidente Sánchez. Si bien Illa ha obtenido un resultado apreciable en la horquilla adjudicada por los sondeos, cuesta deducir que las dudas existenciales del inquilino de la Moncloa hayan sido decisivas en la calificación final de su partido. Es posible que los cinco días de suspensión de la actividad presidencial fueran insuficientes, y que deba aumentarse la dosis reflexiva en futuras elecciones.